Un proceso inevitable

Un proceso inevitable

Por Arturo Gómez López, psicólogo, experto en terapia de pareja.

07 Mayo 2011
Si definimos pasión desde el punto de vista sexual, y que se expresa en la intensidad, frecuencia y capacidad ludica con que se viven las relaciones en ese sentido, decir que se pierde la pasión es como decir que con el tiempo se pierde velocidad en la destreza motriz. Es algo natural y hasta psicobiológico. No es para sorprenderse ni para alarmarse. No necesariamente se pierde el deseo, aunque de hecho cambian las formas.

En la clínica, la mayoría de las parejas habla acerca de "cómo les cambió la vida sexual" el hecho de tener que dividir el tiempo en una multiplicidad de roles: seguir siendo hijos, tener hijos de distintas edades a los que hay que educar, cuidar, llevar y traer de distintos lugares, trabajar, tener reuniones en distintos ámbitos, estudiar, hacer tareas domésticas; en fin, dividir el tiempo y el esfuerzo orientado a diversas tareas. Entonces, la energía que al comienzo de la formación de la pareja estaba orientada al encuentro sexual ahora debe "dividirse" en muchas actividades. Con el tiempo y de a poco, se percibe de forma cada vez más evidente, que va disminuyendo la frecuencia y calidad de la pasión. Esto pareciera ser inevitable, salvo que la pareja no evolucione a otros estadios del ciclo de vida familiar.

La vida íntima cambia en su forma y frecuencia, y no siempre porque no haya amor. El estrés y la fatiga son antagonistas del deseo; que suele reaparecer el fin de semana. Creo que las parejas deben poner su vida sexual en el contexto y momento que están viviendo, a fin de no interpretar los cambios como producidos por el desamor. Al menos no necesariamente.

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