10 Abril 2011
LIMA.- Fragmentación, pobreza ideológica, falta de partidos, banalización, ataques personales, volatibilidad. Según analistas, el escenario de los comicios peruanos muestra la precariedad de una democracia a la que le falta recorrido.
Para el sociólogo Julio Cotler, no hay por qué sorprenderse. En un país que en promedio registra un golpe de Estado cada 11 años, lo lógico es que no haya tradición democrática. Peor aún cuando la democracia no ha dado respuestas contundentes a problemas como la pobreza y la desigualdad. Los intentos democráticos de la década de 1960, destaca el experto Luis Benavente, fueron sepultados por dictaduras militares de signo distinto que dominaron también la de 1970. En la de 1980, fueron los violentos grupos armados ultraizquierdistas los que arrinconaron a la democracia y en la de 1990 volvió el autoritarismo con Alberto Fujimori.
En los albores del siglo XXI, la democracia peruana juega a prueba y error. Esta vez, segunda consecutiva, el partido de gobierno ni siquiera tiene candidato presidencial, pues su opción de triunfo era nula. Los presidentes Alejandro Toledo y Alan García gobernaron en medio de elevada impopularidad y lo paradójico es que lo hicieron con cifras macroeconómicas envidiables.
Entre 2000 y 2010, la economía del Perú creció a un promedio de un 5,7% por año, el segundo mejor de América latina. Desde el regreso a la institucionalidad plena en 2001, la pobreza bajó de 54% a 35% Aunque las cifras actuales no sean las soñadas, sí hay mejoras.
Empero, un 36% de los peruanos, según una encuesta de la firma Imasen, quiere un cambio radical en el modelo económico liberal y aperturista, y otro 37% exige al menos cambios parciales importantes. Para la aparente contradicción hay decenas de hipótesis. La más extendida es que el modelo está lejos de derrotar a la inequidad y la exclusión.
Para el sociólogo Julio Cotler, no hay por qué sorprenderse. En un país que en promedio registra un golpe de Estado cada 11 años, lo lógico es que no haya tradición democrática. Peor aún cuando la democracia no ha dado respuestas contundentes a problemas como la pobreza y la desigualdad. Los intentos democráticos de la década de 1960, destaca el experto Luis Benavente, fueron sepultados por dictaduras militares de signo distinto que dominaron también la de 1970. En la de 1980, fueron los violentos grupos armados ultraizquierdistas los que arrinconaron a la democracia y en la de 1990 volvió el autoritarismo con Alberto Fujimori.
En los albores del siglo XXI, la democracia peruana juega a prueba y error. Esta vez, segunda consecutiva, el partido de gobierno ni siquiera tiene candidato presidencial, pues su opción de triunfo era nula. Los presidentes Alejandro Toledo y Alan García gobernaron en medio de elevada impopularidad y lo paradójico es que lo hicieron con cifras macroeconómicas envidiables.
Entre 2000 y 2010, la economía del Perú creció a un promedio de un 5,7% por año, el segundo mejor de América latina. Desde el regreso a la institucionalidad plena en 2001, la pobreza bajó de 54% a 35% Aunque las cifras actuales no sean las soñadas, sí hay mejoras.
Empero, un 36% de los peruanos, según una encuesta de la firma Imasen, quiere un cambio radical en el modelo económico liberal y aperturista, y otro 37% exige al menos cambios parciales importantes. Para la aparente contradicción hay decenas de hipótesis. La más extendida es que el modelo está lejos de derrotar a la inequidad y la exclusión.
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