Cuando alguien padece una agresión, el primero que la sufre es el agresor

Cuando alguien padece una agresión, el primero que la sufre es el agresor

Por Daniel Zalazar Romero, Sociólogo.

30 Enero 2011
Los denominados "días de furia" (que padecen algunas personas y se concretan en reacciones desmedidas frente a un estímulo) no son otra cosa que la puesta en evidencia de que algo no anda bien en ese ser humano. Se manifiestan por un conflicto no resuelto. Personas encuadradas en este tipo de reacciones no reconocen su problema y sacan afuera la causa de su desafortunada conducta.

En una oportunidad un paciente le manifestó a su analista que era imposible andar por las calles de Tucumán, sin tener que agarrarse a trompadas con alguien, a lo que este le contestó que él también andaba por las calles de Tucumán y nunca tuvo que llegar a semejante cosa. Sin duda, el analista estaba en presencia de una persona agresiva y que como tal no tenía conciencia de que lo era. Fíjense que digo "como tal"; esto es: una persona pone en el otro sus propios puntos de vista, por no decir, sus propios defectos. A esto la psicología le llama mecanismo de proyección.

También podría argumentarse que estos días de furia, desde un punto de vista sociológico, no son otra cosa que la manifestación de una sociedad agresiva, y por ende enferma. El agresivo puede decir: "yo no tengo la culpa". Esta interpretación sociológica es válida, pero no nos sirve para nada en el afán que ponemos para mejorar la sociedad.

Mejorar la situación

La interpretación sociológica en estos casos sirve más para una justificación que para una aclaración. Porque la interpretación de los hechos debe ser útil a los fines de mejorar una situación, ya sea individual o social. Porque esta situación afecta tanto a la sociedad como al individuo. Si en este caso soluciono el problema individual, estoy solucionando el problema social en gran medida.

Vamos por parte. Cuando al principio manifesté que se pone en evidencia que algo no anda bien, esto presupone que la persona no anda bien y el otro, o una circunstancia ajena, sirvió para ponerlo en evidencia. Esto es: se desnudó el cuadro patológico que en última instancia venía sufriendo esta persona. El individuo andaba mal (porque sufría), y no es que alguien provocó que se pusiera así. Si no habría sido por esa persona o circunstancia, no hubiese tenido una reacción desmedida o desafortunada que después lo terminó avergonzando. Y si no se avergonzó de lo que hizo, estamos ante la presencia de un auténtico agresivo que no podrá explicar racionalmente su actitud.

Sin reacción desmedida

Es por eso que, solucionando el conflicto se arregla la situación personal y por ende social, ya que la persona no tendrá una reacción desmedida frente a un estímulo, poniendo en evidencia que venía sufriendo. Cuando alguien padece una agresión, el primero que la sufre es el agresor, y en más de una oportunidad es el único que la padece.

Ahora, tomando como problema central lo individual, podemos considerar la situación generada por variables de tipo sociológico. Entre ellas, tenemos la alta densidad poblacional o la violencia simbólica que significa el hacinamiento, que trae consigo el problema del estrés. O el problema de la mala educación para la convivencia social, tan evidente en la sociedad tucumana.

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