Verdades de un sábado al horno

Verdades de un sábado al horno

La cara de los colegas mezcla el frenesí marchito de una Nochevieja de alto voltaje, regada por varios chin-chin efusivos, con la locura propia de empezar a rodar en este Dakar 2011. Hace calor en Buenos Aires, demasiado para el gusto de la mayoría. El sol pega a voluntad; no les da tregua a los cuerpos fermentados de un par de gordos con tonada bien de vodka ruso.

Los colorados arden, el resto también. Allí, en esa sartén gigante llamada avenida 9 de Julio, la tribu aplaude a los pilotos, sus héroes pasajeros, que devuelven el cariño con piruetas, besos de bandera y un "gracias totales". Agazapados en la sartén están los fotógrafos. Ellos disparan sin piedad, mientras, reja mediante, en el sector VIP le dan duro y parejo a los canapés de salmón, caviar, etcétera (ninguno de polenta, obvio). Menguan el calor del paso de las horas del horno porteño con bebidas de todo tipo, color y voltaje. En cambio, en el corral del vértigo apenas si le agradecen a la niña de ojos claros la gentileza de acercar unos energizantes helados. Están hechos unos toros los fotógrafos, que pelean con un "goruta" tamaño ropero.

"Por acá no, señor. De la línea para allá", pide por enésima vez el patovica sin levantar el tono de voz. Un japonés tozudo no se da por vencido y quebranta las leyes cada vez que puede. El grandote, sin perder los estribos lo corrige a cada instante. La paz sea con vosotros, y la revolución, con el chino Baohua Han, que sale de la rampa simbólica en una rueda y apretando a fondo el acelerador de su Jincheng. Sus compatriotas enloquecen. En esta carrera la mesura no existe: lo demuestran los camarógrafos de la República Popular, que bañan en abrazos y besos a este loco de remate.

Así de recargado se lo vio a Rodolfo Bollero, aclamado por la presentadora y la fanaticada. El tucumano está en llamas, desbocado. Quiere largar ya y empezar a descontar segundos. Sale hecho una fiera de la rampa y se topa con LA GACETA. Escucha el nombre del diario, frena y levanta los brazos. "Vamos todavía", insinúa con puño cerrado. ¡Vamos, todavía!

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