Desazón, pesar y silencio en las calles tucumanas

Desazón, pesar y silencio en las calles tucumanas

Unos pocos siguieron la noticia por radio desde sus puestos de trabajo, mientras familias enteras permanecían absortas frente al televisor.

UN FERIADO ATIPICO. Pocos tucumanos aprovecharon el día libre para caminar por el microcentro; con los bares cerrados, las conversaciones sobre la muerte del ex presidente Kirchner se dieron en las plazas o en las peatonales. LA GACETA / FRANCO VERA UN FERIADO ATIPICO. Pocos tucumanos aprovecharon el día libre para caminar por el microcentro; con los bares cerrados, las conversaciones sobre la muerte del ex presidente Kirchner se dieron en las plazas o en las peatonales. LA GACETA / FRANCO VERA
28 Octubre 2010
El censo había reprimido el impulso vital que obliga a aprovechar los beneficios gratuitos de una estupenda jornada de primavera. Veredas despojadas de gentío, bocinas, prisas y trajines parecían desorientadas ante la quietud de una mañana formalmente peronista -con el   sentido meteorológico resplandeciente que popularizó el periodista deportivo Luis Elías Sojit en la década de 1950-. A mediodía, el luto por el fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner había cargado de aflicción al feriado excepcional.
Pequeño y compungido, el jubilado Pedro Silveti, único caminante de la peatonal Isauro Martínez, lamentaba la noticia y más lamentaba todavía que el dirigente del Frente para la Victoria no hubiese avalado la ley del 82% móvil -vetada por la presidenta Cristina Fernández-. "Tuvo la oportunidad de apoyar a los viejos y la desaprovechó", tronó embroncado.
Cien pasos más allá, Raquel Madrid contemplaba las vidrieras oscuras de los comercios cerrados. Aún no creía que el titular del Partido Justicialista había muerto. "Él siempre daba la impresión de estar bien. Es una gran pérdida para el pueblo", resumió.
A su lado, Elvira Rodríguez se quedaba dura con la novedad."¡No sabía nada!", exclamó (sí, todavía queda gente capaz de sustraerse al bombardeo informativo de radios, noticieros, redes sociales y diarios digitales).
En las antípodas de Rodríguez, el vecino Mauricio Salvatierra afirmaba que el deceso de Kirchner no le había sorprendido en lo más mínimo. Solitario en la normalmente ruidosa intersección de Maipú y Córdoba, Salvatierra unía la salud endeble del ex mandatario con su propensión al estrés para llegar a la fórmula letal que se había manifestado ayer a la mañana en El Calafate. "Él sabía que se iba a morir", concluyó con lástima.
Una presurosa censista que pasaba por allí, Karina Contreras, explicó a LA GACETA que la noticia había agregado una nota inesperada a la labor del miércoles 27 de octubre: "en todas las casas me hicieron comentarios. Nadie estaba alegre, pero muchos me dijeron que presentían este desenlace".
Mientras esperaba un colectivo más lento que lo habitual, Florencia Bianchi, de 20 años, pensaba en qué iba a ser del país sin Kirchner. Ramón Francisco Moya, que había ido al centro a comprar los diarios nacionales, reflexionaba en una dirección parecida: "¿qué nos espera? Ahora todo depende de que la presidenta se rodee de buenos consejeros. Pero hoy no evoco al político, sino al hincha de Racing".
Sentado en Santiago y Maipú, el canillita Carlos Velázquez preguntaba si LA GACETA ampliaría la tirada del jueves. Él estaba seguro de que la muerte de Kirchner justificaba esa decisión: "la gente va a querer saber qué pasó y cómo sigue esta historia". A mitad de cuadra, Roque Tejeda confirmaba esa hipótesis: "es un golpe indudable".
Interceptado en la calle Corrientes, un arquitecto que reveló su profesión pero no su nombre, se preguntaba quién podría contener ahora a la titular del Poder Ejecutivo Nacional. "Ha muerto su compañero y su socio. Me asusta la posibilidad de que Fernández de Kirchner reaccione con violencia o que adjudique esta pérdida a la prensa y a la oposición", meditaba con preocupación y una voz afectada por el escepticismo. Había dolor en su testimonio. La urbe desierta y luctuosa, estrepitosamente callada, subrayaba aquella sensación de pesaroso desaliento.

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