En el pasado, los carnavales parecían eternos

En el pasado, los carnavales parecían eternos

Vecinos de Ranchillos y de Cruz Alta recordaron las fiestas de antaño, donde se jugaba con serpentinas y agua perfumada, y había que pedirle permiso al padre para sacar a bailar a su hija. A mediados del siglo XX se celebraba el carnaval chico, el grande y el de las flores. A pesar de las diferencias, hay algo que sigue vigente: el festejo se hace en familia y con amigos

OTROS TIEMPOS, LA MISMA ALEGRIA. La imagen muestra un carnaval de 1953, cuando los hombres iban con traje y corbata y las mujeres, de vestido. LA GACETA / ARCHIVO OTROS TIEMPOS, LA MISMA ALEGRIA. La imagen muestra un carnaval de 1953, cuando los hombres iban con traje y corbata y las mujeres, de vestido. LA GACETA / ARCHIVO
25 Febrero 2010
La escasa brisa de verano, que juega entre las copas de los árboles de Ranchillos, trae consigo un aroma a ocre y pintura. Esto significa que el carnaval se avecina y genera un clima de ansiedad entre todos los vecinos. Los preparativos son una fase muy importante del proceso. Les llevan varias semanas a los pobladores, que quieren que la fiesta salga perfecta.

En la "capital del carnaval", todos cumplen con la tradición: nadie falta el domingo en el club San Antonio, y es "pecado" salir de la fiesta sin estar pintados. En el pueblo aseguran que, apenas concluyen los brindis de fin de año, todos comienzan a pensar en los carnavales.

Los comentarios sobre los bailes se cuelan en todos los diálogos, ya sea en medio de una ronda de mate o durante las compras en el mercado. Adultos, jóvenes y hasta niños no dejan de pensar en detalles como el de la compra anticipada de las entradas, porque todos temen que se agoten y queden excluidos de los festejos.

Como hace 45 años, María Ibarra, prepara su atuendo de carnaval cada domingo desde que se inician los bailes. "Acá la gente se prepara desde diciembre; uno espera los carnavales con mucha alegría y expectativas", dice. Luego confiesa que va al club con o sin la autorización del marido.

Desde la infancia

Desde hace varios años, en Cruz Alta la festividad convoca a todas las familias del lugar, que asisten en busca de una tarde de pintura y comparsa. Junto a sus cinco hermanas, Lidia Escobar asiste a los bailes desde pequeña. "Para nosotros es hermoso poder ir; es un día perfecto para pasar en familia", comenta.

Los que debieron emigrar de su provincia natal tienen marcada en el calendario la fecha de regreso para disfrutar del legendario carnaval. "Esto no se ve en otros lugares. Yo siempre estoy ansiosa por volver y bailar en Cruz Alta", manifiesta con efusividad Josefina Masino. Por cuestiones laborales, ella lleva varios años viviendo en Buenos Aires.

En el recuerdo

La tradición carnavalera se inició en 1934; y las costumbres no eran las mismas que las de ahora. "Antes, la gente venía de traje y corbata, había mesas y sillas, y los mozos te servían la comida", recuerda AntonioPino, presidente del club San Antonio de Ranchillos.

En la actualidad, gracias a la masividad que adquirió el carnaval en esta localidad, las solemnidades fueron quedando en el pasado y la informalidad se adueñó de los festejos.

Con el paso del tiempo, los modos de festejar el carnaval fueron cambiando. Hoy, los abuelos recuerdan con cierta nostalgia sus años mozos, cuando en los salones jugaban con serpentina, papel picado y agua perfumada.

De todos modos, ciertas cosas permanecieron inmutables, como el hecho de que la celebración popular se comparte con la familia y con el resto del pueblo.

Sin demasiado esfuerzo, Pablo Brito, de 77 años, rememora el carnaval en su juventud. "Todo era muy distinto. Por los años 50 se festejaba el carnaval chico, el carnaval de las flores, el carnaval grande... ¡y todo el año era carnaval!", exclama entre risas.

El cruzalteño recuerda que las señoritas iban al baile acompañadas de sus padres, a los que los caballeros debían pedir autorización si pretendían sacarlas a bailar una pieza.

"Eramos más discretos; era impensable besar a una dama delante de la gente en el salón, ni mucho menos en la calle. Ahora las chicas no tienen ni un poquito de vergüenza", reflexiona el abuelo. Pero asume que "los tiempos han cambiado y... ¿quién no tuvo sus picardías de carnaval?".

Ritmos diferentes

La música también cambió. Si la cumbia es hoy la reina de los bailes de febrero, antes de la década del 60 eran el tango y el pasodoble los ritmos preferido por los carnavaleros.

"Se concurría de traje y corbata, era un evento de gala en el que tocaban las orquestas típicas", cuenta Pino, presidente del club de Ranchillos.

La pintura también formaba parte del ritual pero de una manera más moderada que ahora. "Para pintar a alguien primero había que pedirle permiso; sólo jugaba el que quería. En cambio, hoy no se salva nadie", afirma Ricardo, quien asegura que, en sus tiempo, fue un as del rock and roll. "En los años 70 se bailaba música internacional; nos esforzábamos por demostrar quién bailaba mejor el rock. Después, con las luces un poco más bajas, venía el momento de los lentos, que era uno de los más esperados", finaliza.

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