Acerca de una fidelidad que, aunque dividida, nunca fue falsa

Acerca de una fidelidad que, aunque dividida, nunca fue falsa

LIBROS HIJOS DE OTROS LIBROS. “La muñeca rusa sale directamente de El camarada Carlos”, le confiesa Dujovne Ortiz a LA GACETA Literaria. LIBROS HIJOS DE OTROS LIBROS. “La muñeca rusa sale directamente de El camarada Carlos”, le confiesa Dujovne Ortiz a LA GACETA Literaria.
12 Abril 2009
- Una buena parte del rastreo que hizo para El camarada Carlos debió servirle para las reconstrucciones de su última novela. ¿Cómo se conectan los dos libros y cómo llevó a cabo la investigación en que se apoya La muñeca rusa? - Al regresar de Moscú, donde pude consultar los archivos de la Internacional Comunista para investigar la historia de mi padre, Carlos Dujovne, fui a Montevideo a continuar mi búsqueda. Carlos había sido mandado allí en 1928 como enviado secreto soviético para organizar el Buró Sudamericano de la Internacional Sindical Roja, donde actuó hasta 1935. Y fue en Montevideo donde me contaron la historia de Africa de las Heras, heroína de la Guerra Civil española y miembro del KGB, enviada a la capital uruguaya en 1949, en plena Guerra Fría, para organizar una red de espionaje. Para mí resultó evidente que la elección de Montevideo por parte de los rusos respondía a una "tradición": en esa ciudad había funcionado el Buró hasta 1943, y seguramente vivían allí unos cuantos "topos" a la espera de que Africa les encargara nuevas misiones, ahora de sabotaje atómico en los Estados Unidos. De modo que La muñeca rusa sale directamente de El camarada Carlos, por la sencilla razón de que yo estaba estudiando el tema soviético en ese mismo momento, y de que, por motivos familiares, tengo ese tema en las vísceras desde mi nacimiento. Oleg, único personaje ficticio de la novela y creador de una historia inverosímil pero real, establece analogías entre el proceso de escritura y los escritos de Felisberto con su oficio de espía. ¿En qué se parecen?- El otro motivo por el cual esta historia me pareció pensada y hasta vivida para mí fue Felisberto Hernández. Lo admiro desde siempre, e imaginarlo mezclado a pesar de sí mismo en una aventura de espionaje me fascinó. Inventar el personaje de Oleg fue necesario para responder la pregunta: ¿a quién se le ocurrió la idea de mandar a Africa de las Heras a conquistar a Felisberto para casarse con él y llegar a Montevideo con una cobertura legal insospechable? Ese alguien, en la Moscú de ese tiempo, debía conocer a Felisberto, cosa bastante extraña, puesto que se trataba de un escritor que ni siquiera hoy goza de la merecida celebridad. ¿Por qué no pensar que ese alguien pudo ser un semiótico, un miembro de la escuela formalista rusa? Muchos de ellos entraron al KGB a causa de su manejo de los códigos del lenguaje. Un semiótico habituado a decodificar la escritura y a la vez los mensajes de información y desinformación de los servicios de inteligencia, que encuentra en el universo de Felisberto, lleno de sospechas, de delaciones, de secretos violados, una turbadora relación con la atmósfera en la que él mismo se mueve y con los misterios de esa maravillosa máquina del espionaje llamada Enigma.- "El único modo de mantenerse vivo, para un espía, es sentir lo que finge", dice el narrador o la narradora de la novela. ¿Esa fue la clave de Africa para mantener su matrimonio con Felisberto?- Fue su clave para mantener el matrimonio mientras le resultó necesario, tras lo cual se divorció de Felisberto, seguramente por temor a que él llegara a descubrirla. Pero también llevó una doble vida durante sus veinte años montevideanos, entablando amistad con parejas jóvenes que no le servían para su misión, y a las que trataba sólo porque le eran simpáticas, y porque quería y mimaba a sus niños. Estos amigos de Africa a los que entrevisté para escribir mi novela me dieron la clave. Al enterarse de que su vieja y entrañable amiga había sido una espía, dijeron: "Ella no nos traicionó. Fue fiel a la URSS y también nos fue fiel a nosotros. Tenía une fidelidad dividida, pero nunca fue falsa".- Usted incursiona en un género con pocos exponentes fuera de Inglaterra y Estados Unidos, particularmente entre autores de habla hispana. ¿Le resultó arduo?- Uno de los temas de mi novela es el espionaje, pero yo no diría que esta es una novela "de espionaje" a la manera anglosajona. La escritura, el humor, la piedad por los personajes (simpatizo con todos, por más crímenes que algunos de ellos hayan cometido) y la relación con un escritor catalogado como "raro" por sus visiones inesperadas, por su erotización de los objetos y su transformación de las personas en cosas no tienen nada que ver con el género. Africa es la hermana de muchas otras de mis heroínas, tanto de biografía como de novela: Anita Garibaldi, Mireya, Evita, la santa sobre la que estoy escribiendo ahora son mujeres capaces de llegar hasta el extremo de sí mismas con una especie de pasión religiosa. Hablar de ellas no me resulta arduo, al contrario, tengo la sensación de conocerlas muy bien. © LA GACETA

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