Proponen que la mala conducta sea penada con servicios escolares y no con amonestaciones

Los docentes sostienen que los "castigos" generan más rebeldía en los alumnos y creen que es preferible prevenir antes que penalizar.

EN PLENO DEBATE. Los docentes consideraron que es necesario buscar nuevas herramientas para prevenir la mala conducta de los alumnos. LA GACETA / JORGE OLMOS SGROSSO EN PLENO DEBATE. Los docentes consideraron que es necesario buscar nuevas herramientas para prevenir la mala conducta de los alumnos. LA GACETA / JORGE OLMOS SGROSSO
02 Marzo 2009

Las amonestaciones, las suspensiones y la expulsión seguirán siendo medidas disciplinarias en los códigos de convivencia escolar, pero, al contrario de lo que venía sucediendo hasta ahora, serán "castigos" aplicados como última instancia. La indisciplina, la falta de límites, la violencia física, psicológica y verbal, la falta de respeto y de compromiso y la necesidad de que en cada establecimiento haya un equipo psicopedagógico para apoyar la tarea de los docentes, fueron los temas más debatidos en las jornadas de discusión docente con el objetivo de consensuar un sistema de convivencia.
En algunos colegios surgió la idea de convocar también a los padres y a alumnos a participar en nuevos debates, acerca de la problemática. La directiva es que los establecimientos envíen al Ministerio de Educación, los resultados del debate, para que luego surja un código de convivencia general donde se fijarán las normas comunes a todos los establecimientos públicos y privados.
Como ya lo anunció públicamente la ministra Silvia Rojkés de Temkin, las escuelas deben seguir el camino que marca la Ley Nacional de Educación en referencia a cuatro ejes: inclusión, calidad, gestión democrática y escuelas solidarias.

Prevenir y no castigar
De acuerdo con un relevamiento realizado por LA GACETA durante el debate en algunas escuelas, los educadores coincidieron en desterrar el antiguo sistema de castigo, por uno preventivo y reparador. En ese sentido, la docente Silvia Rojas, de la Escuela de Comercio Miguel Lillo, de Yerba Buena, opinó que el objetivo de un sistema de convivencia escolar debe basarse en el respeto por las diferencias; comprender qué tipo de jóvenes conviven en las escuelas y llegar a la instancia de la autodisciplina.
"Las normas disciplinarias ya no dan resultado en las nuevas generaciones estudiantiles; no se trata de impartir órdenes y castigar cuando no se las cumplen, sino de dialogar, concientizar al alumno y también a los padres. Si hubo infracciones, el chico debe reparar el daño que causó a la escuela, o a sus compañeros o a sus profesores, mediante un servicio ejemplificador, como ordenar la biblioteca de la escuela, organizar o llevar a cabo actividades con sus compañeros, entre otras cosas", opinó la docente.
"Los llamados de atención, las entrevistas con los alumnos y los padres también seguirán siendo estrategias en el proceso de concientizar a las familias sobre las normas institucionales, para mejorar la conducta y el seguimiento en los estudios", opinaron José Páez y Silvia Saavedra.
Los docentes reconocieron -en las distintas comisiones de trabajo- que les gustaría permanecer más tiempo en la escuela agrupando todas sus horas a fin de poder llegar más al alumno y dedicarles más tiempo. Otros reclamaron la participación de los padres. Dicen que, por lo general, los papás inscriben a sus hijos y luego no aparecen más.
También defendieron el concepto de que la escuela no debe ser expulsora, pero sí tiene que quedar claro que es una institución que, al igual que la familia, necesita marcar límites. "Los chicos no saben cuáles son los límites y hay que enseñarles; mucho tiene que ver que en sus casas los límites no aparecen o no existen", opinó Ana Lía Erimbaue. "Uno de los problemas más graves que tienen la mayoría de las escuelas es que los chicos descargan contra sus pares o contra la institución toda la bronca que le provocan situaciones familiares dolorosas, como los casos de familias ensambladas que generan dispersión de sus miembros. En muchos de estos casos, los chicos terminan viviendo con sus abuelos o algún pariente", indicó.
Los profesores Páez y Saavedra coincidieron en que hay que adaptar las normas para que sean eficaces. "El modelo disciplinario de represión ya no nos da resultados en este tipo de jóvenes a quienes debemos formar", acotó Páez. Dijo que los jóvenes responden con violencia, indiferencia, desinterés y rebeldía a normas de tipo autoritarias.
Los cambios sociales, políticos y económicos producen un impacto en las instituciones, y la escuela no es ajena a esta revolución. Aunque se predica la necesidad de democratizar las instituciones y, en especial, la escuela, el modelo verticalista, de homogenización y unidireccionalidad todavía se mantiene casi intacto en las instituciones.
"La población estudiantil no sólo se caracteriza por su heterogenidad, sino que constituye una trama muy compleja y hoy, la escuela ha dejado de ser el único ámbito en donde se accede al conocimiento. Urge trabajar sobre las nuevas funciones y actualizar los objetivos, preguntarnos por qué a los adolescentes les atrae más sentarse en un banco de la plaza Urquiza viendo pasar los autos, que venir a la escuela", comentó Ema Casares, vicerrectora de la Escuela de Comercio Nº 1 de la capital. Otra docente opinó que si no hay normas claras, como una suspensión, los chicos "no respetarán nada".
En la Escuela Nueva Las Talitas, los docentes afirmaron que los niños que son reincidentes en mala conducta, son aquellos que sufren la falta de contención familiar. "Son chicos que pasan mucho tiempo en la calle, que están obligados a trabajar, les falta afecto familiar o han sufrido maltrato físico y emocional", relata el documento. Y advierten que en los grados superiores se registra en mayor proporción rechazo a todo tipo de autoridad, fracaso escolar, ausentismo y aburrimiento. Ante estas realidades, los docentes piden a gritos apoyo profesional, capacitación y proyectos que ayuden a levantar la autoestima de los niños.

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