

BUENOS AIRES.- Tras algo más de un año de acumular el estrés propio del cargo, con una importante baja de popularidad; por culpa de una actividad excesiva en cuestiones que habitualmente los presidentes no abordan, Cristina Fernández de Kirchner cayó enferma por primera vez durante su mandato. Desde que se conoció su indisposición las especulaciones estuvieron a la orden del día. Sin embargo, estas han tenido más que ver con la desconfianza que generan casi todos los actos de Gobierno que con el lamentable episodio médico que le ha impedido a la Presidenta, por ahora, viajar a Cuba y a Venezuela.
Desde lo estrictamente operativo, casi parecía mejor una operación estética que un desorden sicofísico para justificar el abandono temporario de las tareas presidenciales. Pero sus colaboradores insistieron con el diagnóstico menos impolítico de la lipotimia. Sin embargo, no puede dejarse de tomar en cuenta que, dentro de los ruidos diplomáticos que dejó la primera semana del año, el periplo cubano tiene que haber preocupado mucho a la Presidenta. Haber pospuesto la partida -más allá del alivio por no ir a un lugar caluroso y húmedo, como La Habana- puede servirle políticamente al Gobierno para seguir negociando cosas.
Un viaje a Cuba que no considerase con las autoridades de ese país el caso de la médica Hilda Molina (que seguramente iba a disparar en la isla la cuestión de los derechos humanos, bandera del kirchnerismo) iba a quedar vacío de contenido. Pese a que algunos han arriesgado que le había sido imposible a Cristina lograr también una entrevista con Fidel Castro, no consta este reparo de la diplomacia cubana, que ha negociado de modo muy críptico la visita.
Desde la Cancillería argentina se dice que “nunca” se habló del caso Molina, pero la hipótesis de máxima de la Presidenta era traer a la médica disidente a Buenos Aires, para que pudiera conocer a sus nietos argentinos. Sin embargo, el Gobierno cubano no habría estado dispuesto siquiera a una conversación privada entre ambas mujeres.
Píldora de disgusto
También Israel le aportó durante la semana una píldora de disgusto a la diplomacia argentina, tras el comunicado oficial que condenaba la incursión terrestre de ese país efectuada en la Franja de Gaza y el uso “desproporcionado” de la fuerza. El embajador israelí, Daniel Gazit, protestó por la falta de una mención similar referida al lanzamiento de misiles por parte de grupos palestinos contra Israel, algo que el comunicado traía en su segundo párrafo. Gazit insistió en que Argentina había agregado esa mención en una versión posterior. Según fuentes israelíes, el embajador no sólo insistió en que “faltó condena” hacia las acciones bélicas de Hamas sino que hizo hincapié en el término “desproporcionada”, una calificación casi unánime a nivel mundial que Israel busca desactivar, ya que considera parte del lobby antijudío, junto las fotos de chicos palestinos masacrados. Tampoco le disgustó a la diplomacia israelí el término “insta”, para pedirle a Israel que se retire de Gaza; y menos las expresiones de Luis D’Elía, al que consideran “demasiado cercano” al Gobierno.

Entredicho con Uruguay
En cuanto al entredicho con Uruguay por el corte del puente internacional San Martín, las autoridades argentinas se pusieron las pilas en bloque durante la semana para tratar de desactivar el corte que ya lleva dos años ininterrumpidos. Todo lo que antaño se observaba como una algarada patriótica -la misma que alentó Néstor Kirchner el 5 de mayo de 2006, cuando dijo que la lucha contra Botnia era una “causa nacional”- se convirtió en repudio por parte del gobernador de Entre Ríos, de intendentes de la zona, del Jefe de Gabinete y del ministro de Seguridad. ¿Qué cambió? Que desde Uruguay se hizo trascender que el Gobierno de Tabaré Vázquez podría levantar su veto a la candidatura de Néstor Kirchner a la secretaría General de la Unión de Naciones del Sur (Unasur), si Argentina termina con el corte que tanto perjudica a su economía. Desde el Gobierno se hicieron difundir encuestas que dicen lo que ya se sabía de memoria, que los argentinos no quieren más cortes. Los asambleístas se preparan para resistir; y Uruguay siente que ha ganado la partida porque nada indica que la pastera contamine, el viraje le provocó otro desgaste al Gobierno.
Después están los casos que involucran a España y a Italia, asociadas a la determinación de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC), de pedirle precisiones a Telefónica de España y a Telecom Italia (operador de Telecom Argentina) en cuanto al ingreso de la primera en el capital social de la segunda. Formalmente, la cuestión es investigar si esa suma de capitales puede generar en la Argentina una situación de monopolio en el área de las comunicaciones. Pero la verdadera trama es más compleja que una simple acción que se busca enmascarar con la palabra monopolio. Detrás del cruce accionario hay un claro ánimo gubernamental de meter baza en el área, en lo que el entorno de Néstor Kirchner llama “la batalla final” por el control de los medios, algo que se verá en un par de meses, cuando se cumplan los plazos que se dio la CNDC. La gente de la Comisión ha dicho que, si es necesario, que “Telefónica desinvierta en la Argentina”. La frase está generando por estas horas un importante ruido en La Moncloa, que se suma a las broncas por el caso Aerolíneas; aunque el Gobierno esté negociando una salida indirecta que le reporte resarcimiento en dinero a Marsans, como es el traspaso de un encargo de aviones hecho por los españoles a Airbus.
Más allá de que Berlusconi le hizo llegar a la Presidenta una nota en defensa de las inversiones italianas en la Argentina -que hasta ahora no fue respondida-, el caso es que los tironeos con Zapatero podrían convertirse en una nueva suspensión del viaje de Cristina a España, ya que se sabe que avanzar contra Telefónica es avanzar contra el mismísimo rey Juan Carlos. En medio de todo este contexto de disloque en materia internacional, la Presidenta debe administrar el año con menos recursos, impopulares sinceramientos tarifarios y demasiados peligros de desempleo y de distribución del ingreso, junto a la necesidad de ganar las elecciones de octubre, para las que ya se alistan los referentes, con la mirada en 2011. Como en el Rally, transitar 2009 exigirá de la Presidenta arrojo, sangre fría, mucha muñeca y un equipo que no le juegue en contra. Todo un desafío, no sólo para que se reordenen los tantos a nivel de popularidad gubernamental, sino para que un nuevo pico de estrés no la vuelva a dejar a la vera del camino.







