25 Julio 2008
La noticia causó conmoción. Luego indignación. En mayo, durante las Jornadas sobre Violencia de Género, me encontré con él cara a cara en el hall del hotel Metropol, donde especialistas de varios países exponían sobre la intervención de la Policía y de la Justicia en esos casos de violencia. Asistió toda la cúpula policial y los magistrados locales. Jorge Corsi, obligado consultor sobre el tema, accedió a la entrevista. De modales refinados y hablar pausado, Corsi disparó frases mediáticas, conocedor de la avidez de los medios por uno de los problemas que más aquejan a la sociedad. Hizo hincapié en que antes los hombres ejercían la violencia amparados en el silencio, y que ahora hasta sienten bronca porque sus actos pueden ventilarse y tomar estado público. Qué paradoja. Sus investigaciones profesionales, sus teorías publicadas en más de cinco libros y expuestas en cientos de conferencias nacionales e internacionales se hicieron añicos. Además, dejó a sus colegas boquiabiertos y desilusionados. Corsi fue formador de formadores. En su libro sobre tipología de los maltratadores, dice que una de las características del abusador es la doble fachada: una imagen ante el público, y otra, antagónica, en privado. Ojalá quienes han sostenido en sus prácticas las teorías de Corsi puedan explicar cómo pudo mantener tanto tiempo esta doble faz. Su problema -como él mismo lo dijo- es que ahora sus actos se pueden ventilar. Menos mal. Según la Policía, Corsi era investigado desde hace seis meses; es decir que cuando vino a Tucumán, la inteligencia policial estaba a sus espaldas. Y sentados frente a él, en primera fila, los jefes uniformados tucumanos.
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