Un lugar de ensueño, pero en el que es muy difícil sobrevivir

Un lugar de ensueño, pero en el que es muy difícil sobrevivir

Los contrastes en Potrero de las Tablas. Allí vive una docena de familias, cuyas viviendas se encuentran distanciadas entre sí.

DOLOR. Paulina Rodríguez de López recordó el fallecimiento de dos hijos. LA GACETA/FRANCO VERA DOLOR. Paulina Rodríguez de López recordó el fallecimiento de dos hijos. LA GACETA/FRANCO VERA
20 Enero 2008
A sólo 28 kilómetros al oeste por la ruta 38, a la altura de Lules, hay una suerte de frontera no marcada en los planos. A la vista queda el abandono de los atributos propios de la ciudad. El hormigón da lugar a la tierra y la piedra; la red de cables, que decora el cielo del paisaje urbano, desaparece; sobre el gran amasijo de ladrillo y cemento de la urbe, se impone el verde de una vegetación frondosa; y la partitura de ruidos estridentes y bullicio, de pronto, señala un largo silencio.
El camino a Potrero de las Tablas preludia la tranquilidad y la belleza de sus tierras, codiciadas para la construcción de un importante dique, aunque olvidadas en los papeles de las administraciones municipales y comunales. Se trata de 90 kilómetros cuadrados (km2) sin jurisdicción dentro del departamento de Lules, extensión que es equivalente a la superficie que ocupan, sumados, los municipios de Simoca, Aguilares, Tafí del Valle y Monteros.
Esta superficie es lo que algunos denominan "tierra de nadie". Ciertamente, cuando los ríos que rodean la zona desbordan, a causa de las fuertes tormentas estivales, el camino es atravesado por estos cauces y queda impedido cualquier tipo de acceso hasta el lugar. Pueden pasar semanas enteras hasta que llegan las máquinas viales para abrir el paso. Sin embargo, allí vive gente que padece estas vicisitudes. Se trata de una docena de familias, cuyas viviendas se encuentran distanciadas entre sí. La mayoría vive de la agricultura y ganadería de subsistencia.

Virtudes sobre defectos
En la zona no existe ningún tipo de servicio. No hay provisión de energía eléctrica (aunque sea rural), de gas natural, ni de agua corriente. "Nos iluminamos con lámparas de kerosene y sacamos agua de la vertiente, que es la más limpia que hay", contó Roque Carlos Maturano, agricultor de la zona. Agregó que, en repetidas ocasiones, hicieron notas para pedir la instalación de cables para la luz, pero ni siquiera obtuvieron respuesta. "No nos dieron bolilla en la capital. Incluso se le negó a gente que compró terrenos por aquí, a pesar de que tiene plata", aseguró.
Destacó, asimismo, que la urgencia de electricidad es para poder conservar alimentos en las heladeras. Tampoco hay ningún teléfono o cabina pública, por lo que los vecinos no tienen más alternativa que el uso del celular. "No tenemos señal en todos lados. Los ?changos? se amontonan cerca de los alambrados para poder hablar. Es como su ?cabina de teléfono?", sostuvo Maturano, en tono de broma.
A pesar de carecer de los servicios básicos, el agricultor apuntó las bondades de vivir en este lugar. "Me gusta la tranquilidad y el silencio y los buenos lazos entre los vecinos. No me iría a vivir a la ciudad porque hay mucho ruido. Además, aquí tengo mis animales y mi tierra", expresó.
Cuando se le preguntó sobre la construcción del dique, proyecto lanzado desde el Gobierno provincial, con el respaldo explícito de la Nación, dijo que no cree que sea una buena iniciativa. "Sé que expropian tierras. Si lo hacen, este valle se perdería por completo. Se necesita energía, pero nosotros vamos a perder. Ahora todo depende de ellos; no sabemos adónde nos van a mandar a los que vivimos acá. Dicen que quieren hacer hoteles, chalets... Lo mismo decían acerca del dique El Cadillal, que iba a haber ?laburo?. Pero la gente anda ahora cosechando limones para poder sobrevivir", manifestó el hombre, mientras trazaba con su mano en el aire la imponente extensión que abarca Potrero de las Tablas.
"Por aquí anduvo la mujer de Alperovich (la diputada nacional oficialista Beatriz Rojkés). Pero lo único que miraban los que andaban con ella era dónde iban a posicionarse. Hace pensar que no es como ellos dicen. Creemos que nos van a sacar todo. Ya no vamos a ser libres como ahora", acotó.

Mirada de mujer
Se acerca al alambrado seguida por sus hijos y sus nietos, aunque, por la corta diferencia de edad entre unos y otros, resulta difícil determinar cuál es el parentesco real entre ellos. No se sorprende por la visita de extraños, que traspasan la tranquera sin ningún esfuerzo y sin temor a que suenen las alarmas hoy tan de moda en las grandes ciudades.
Paulina Rodríguez de López vive en Potrero de las Tablas desde que se casó, hace 29 años. Con su marido cuidan una finca y tienen 10 hijos. "Uno mira y dice ?qué hermoso paisaje?, pero hay que saber vivir aquí. Es muy triste. Los caminos se ponen ?fieros? y muchas veces no puede llegar el transporte. Tengo dos hijos que murieron esperando un vehículo para ir al hospital. Acá tampoco hay dispensario; tenemos que ir a Lules", se lamentó Paulina.
Ir a la escuela se convierte en un periplo complicado tanto por las distancias (el secundario sólo se puede hacer en Los Nogalitos, a unos 18 kilómetros) como por la mala condición en que quedan los caminos luego de las lluvias y por la falta de transporte. "Sólo uno de mis hijos terminó la escuela. Yo quiero que mis chicos estudien. Si quieren trabajar en un súper, necesitan estudios. No quiero que anden ?macheteando?, porque les pagan poco y los hacen trabajar demasiado", afirmó la mujer.
En período de elecciones, desde San Pablo buscan a los moradores de Potrero de las Tablas para que no se olviden de votar ni dejen de ejercitar su obligación como ciudadanos. A veces, dijo Paulina, les hacen promesas. "Vinieron para decirnos que habría trabajo para los chicos, pero nunca regresaron. Yo no voy a golpear puertas para que me den nada. Así crié a todos mis hijos. Hemos vivido sufriendo", enfatizó.

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