“Amor que nace en el mar, nunca llega al altar”, sentencia el refrán. Y otra canción, muy bailada hace unos meses, imita la racha pesimista: “él no la amaba, ella lo hacía por él / ya no quiero tenerte, lo tienes que entender / sí, sólo eso fue, un amor de verano/ sí, sólo eso fue, un amor en vano”.
La incertidumbre acerca de la seriedad de los romances gestados bajo el sol no sólo se refleja en las expresiones populares, sino también en las consideraciones de la gente. “La valoración de este tipo de relaciones dependerá siempre de la experiencia de las personas, de su edad o de la generación a la que pertenecen, pero, en general, existe el prejuicio de que estas parejas duran poco”, señaló la psicóloga Inés Páez de la Torre.
El psicólogo Arturo Gómez López coincidió con ese sentir. “No creo que esas relaciones puedan perdurar, ya que, en general, no tienen tiempo de desarrollar el vínculo durante los 15 o 20 días que se cruzan y en los que están de fiesta”, explicó.
Sólo quieren divertirse
Según el licenciado, los integrantes de la pareja de verano no organizan su tiempo con el propósito de conocerse entre ellos sino de divertirse. Y eso es justamente lo que hacen. “Al carecer de profundidad y tener poca historia, el amor puede ser intenso, pero efímero, por su propia condición fundacional”, estimó.
Gómez López agregó otra desventaja que actúa contra los amores de verano: la distancia. “La tecnología de la que disponemos actualmente -el chat, el correo electrónico, las videoconferencias, el celular- provocan la sensación de que los kilómetros se acortan. Sin embargo, aún no se encontró nada que reemplace el contacto físico real. En ese sentido, la distancia es un limite difícil de soportar a largo plazo”, concluyó.
Paéz de la Torre también reconoció que la distancia supone un esfuerzo extra y recomendó, en la medida de lo posible, viajar hacia el lugar donde está el otro, para conocerlo en su contexto original.