BUENOS AIRES.- A lo largo de sus casi 65 años, Víctor Sueiro había sobrevivido a la difteria, a la caída en un pozo de tres metros de profundidad, a dos disparos, a un violento accidente automovilístico y a 11 angioplastias, entre otras adversidades. Su muerte puso triste fin a una suerte de leyenda que lo convertía prácticamente en un hombre inmortal.
Sus enfrentamientos cara a cara con la muerte comenzaron cuando era un niño y la difteria lo dejó en gravísimo estado. Pudo recuperarse luego de sus padres debieron traer penicilina desde Europa.
Pocos años más tarde, cayó en un pozo de tres metros de profundizar, pero el pequeño Víctor salió casi indemne, con "apenas" siete puntos de sutura en la cabeza. A los 19 años, mientras cursaba la carrera de Abogacía y colaboraba con el diario "El mundo", le tocó quedar en medio de un violento incidente policial dentro de la Facultad de Derecho de la UBA, donde recibió dos balazos.
Cuando recordaba esa anécdota, Sueiro contaba que otras personas lo alertaron sobre la sangre que manaba de su cuerpo y sobre los orificios de los proyectiles que lo habían herido.
Cuando ya era un adulto, sufrió un gravísimo accidente: su auto dio cuatro vueltas en el aire y cayó sobre el asfalto, pero Sueiro -una vez más- sobrevivió.
Con el paso de los años, el periodista empezó a sufrir otros problemas de salud, vinculados con su sistema coronario, que lo llevaron a realizarse 11 angioplastias, aún considerado un récord de intervenciones a nivel panamericano.
Fue en una de esas operaciones, en 1990, cuando Sueiro vio, mientras estaba clínicamente muerto, "una luz al fondo de un pasillo" y una creciente sensación de paz.
Entonces tampoco murió: debieron pasar otros 17 años para que diera su último suspiro. (NA)