Por un minuto de paz

Por un minuto de paz

En el afán por alcanzar un nivel económico superior, la gente se llena de ocupaciones y termina sacrificando su calidad de vida.

PLENITUD INTERIOR. Hay gente que en lugar de las diversiones pasatistas, que impone la sociedad, prefiere indagar en los propios deseos y motivaciones. LA GACETA / JOSE NUNO PLENITUD INTERIOR. Hay gente que en lugar de las diversiones pasatistas, que impone la sociedad, prefiere indagar en los propios deseos y motivaciones. LA GACETA / JOSE NUNO
14 Octubre 2007
En medio del frenesí que la vida actual impone, en una cultura consumista donde el bienestar y la calidad de vida parecen depender de la cantidad de bienes materiales que se posea, la gente dedica cada vez más tiempo y esfuerzo a trabajar para obtener esos bienes. Paradójicamente, pierde calidad de vida, abrumado por el estrés. Hasta las diversiones y los entretenimientos con que se llena el tiempo libre pueden ser tan estresantes como la actividad del resto de la semana.
Mucha gente busca aturdirse más que disfrutar, reunirse a consumir alcohol en lugar de comunicarse, lo cual significa -más que un momento placentero- otra clase de rutina alienante. Tal es la opinión de un grupo de personas que concurre a una escuela de yoga, donde aprendieron a mirar la vida desde otra perspectiva.
La mente necesita ser entretenida constantemente con algo. Cuando no lo está, la persona se encuentra consigo misma. A menudo eso es fuente de angustia. "Se manifiesta con mayor intensidad, por lo general, los domingos por la tarde -mencionó Ana Levy-. Hoy se busca estimular los sentidos, la excitación, la adrenalina. Se confunde eso con el sentir".
En cambio, si uno se siente bien consigo mismo y logra desconectar la "radio interna" que a lo largo de todo el día repite diálogos mentales y desdibuja la percepción del instante presente, puede disfrutar de las pequeñas grandes cosas. "Ver un amanecer, una puesta de sol, cantar en la ducha, caminar descalza, subir a la montaña, andar en bicicleta, tomar mate a la orilla de un río, escuchar el canto de los pájaros, dormir en una carpa o al aire libre, comer en el piso, disfrutar del frío, de la lluvia, del calor, escuchar música mientras trabajo, leer un libro", enumeró Neri Prioti, otra integrante de la escuela que conduce Angel Singh.
En opinión de Amalia Hoffmann (43), una cantante que integra el elenco de la zarzuela "La corte del Faraón", la actividad artística resulta gratificante y a la vez significa una posibilidad laboral. "Yo trabajé como docente de chicos especiales, después tuve una guardería infantil y en cierto momento el trabajo me llevó a sentirme saturada", contó. Similar experiencia tuvo Carla Rocha (34), una cajera de banco que después de su jornada laboral suele sentirse tensionada y agotada. Con el yoga consiguió relajarse.
"También disfruto mi tiempo libre de fin de semana haciendo caminatas al cerro con un grupo de amigos", contó Rocha.

Una carga mental
Para Graciela Reynaga (40), una empleada municipal que además es madre y ayuda a su esposo en un comercio, la clave de la calidad de vida está en dejar de atender los múltimples mandatos externos y centrarse en el propio ser. "Yo salía a la mañana y volvía a la noche. No paraba en todo el día. Sigo trabajando, pero ya no con toda la carga mental que significan los mandatos externos", afirmó la mujer.
La abogada Josefina Valle (41) recordó que vivía acelerada en su trabajo y ese ritmo también se extendía a su tiempo libre. "Mal gastado, el tiempo libre es autodestructivo. Excesos de comida, alcohol, ruido que aturde, son cosas que busca la gente para descargarse -explicó-. Pero hay que aprender a tener otra actitud ante la vida y a descargar la adrenalina y la aceleración de manera cotidiana. A percibir lo positivo de la realidad que nos rodea".
Teresa Santillán, que trabaja diez horas diarias en una oficina y luego atiende a su familia, sostiene que se debe poner un límite a las obligaciones y dedicar tiempo a uno mismo. "Si no estamos bien, no vamos a poder disfrutar de nuestra familia plenamente y tampoco cumplir bien con nuestro trabajo", argumentó.
La profesora de italiano Sandra Portas considera que el tiempo gratificante no debería ser un "recorte" en la rutina, sino tratar de que el tiempo de las obligaciones también sea placentero. "A veces tenemos tantas necesidades que nos ocupamos de atender cosas que nos hacen sentir mal. Tenemos que tener la actitud curiosa y perceptiva de los niños. Ellos aprenden de los errores y no se sienten frustrados por eso -propuso Portas-. Nuestro profesor de yoga nos dice que hay que hacer de la vida algo bonito, que tenga que ver con uno. Que me haga feliz y pleno, y que lo pueda volcar en la vida con otros".