El trabajo que enferma

El trabajo que enferma

Los apremios económicos y el afán por alcanzar un determinado nivel de vida se anteponen a las necesidades espirituales. La gente pasa todo el día trabajando y no tiene tiempo para sí misma.

EN ACCION. “El trabajo debería ocupar el 60 % del tiempo”, dice Battich. LA GACETA / INES QUINTEROS ORIO EN ACCION. “El trabajo debería ocupar el 60 % del tiempo”, dice Battich. LA GACETA / INES QUINTEROS ORIO
14 Octubre 2007
El olor dulzón del sahumerio satura el aire. El maestro se ha arrellanado con las piernas cruzadas. Su espalda erecta y los ojos cerrados le acercan una impresión imperturbable. La voz masculina y remolona adormece a los discípulos. Es jueves por la tarde, el ocaso ya pintó el cielo de naranja y en un cuarto de la ciudad una decena de seres procura salvaguardar su calidad de vida.
Primero aquietan el cuerpo. Luego se concentran en la respiración. Y más tarde calman la mente. “Si viene un pensamiento, trato de dejarlo”, insta el mentor. Guillermo Battich -instructor de Tai-Chi y otras disciplinas orientales- recibe cada atardecer a quienes intentan ganar tiempo para sí mismos.
“Hemos fundado nuestra vida en la búsqueda del dinero, y por ello nos convertimos en siervos de la riqueza. Si encontramos primero nuestra libertad, les aseguro que la plata vendrá por añadidura”, dice convencido de que vivimos para trabajar, en vez de trabajar para vivir.
Mire a su alrededor. Tal vez encuentre frentes engurruñadas, miradas abúlicas y cejas apretadas. Pocas veces la alegría reverbera en la oficina; más bien, las expresiones son adustas y crispadas. Es que, contra lo que dice la sabiduría popular, el trabajo no siempre es salud.

Presión excesiva
“En los últimos tiempos aumentaron las depresiones. El sistema laboral exige más competencia y efectividad, y eso genera demasiada tensión. El empleado está sufriendo una presión excesiva”, revela el psiquiatra Carlos Corrado, especialista en medicina del estrés.
Aunque reconoce que las ocupaciones nos sirven para sentirnos útiles y nos otorgan bienestar, aclara que, cuando uno se concentra sólo en esas actividades, deja de lado los aspectos esenciales. “La gente pasa casi todo el día en sus labores y luego no le queda tiempo para dedicarse a la familia o las amistades. Lo importante es no perder la perspectiva, porque la oficina no tiene que cubrir otra necesidad. Es imprescindible contar con proyectos en planos apartes”, asevera.
Para ello, el terapeuta elabora dos propuestas. Por un lado, dosificar las horas en el escritorio, procurando desarrollar aspectos de la vida que promuevan la felicidad. En segundo lugar -explica- resulta fundamental promover un clima laboral agradable. “Las buenas relaciones en el trabajo hacen que las horas sean más cortas”, reflexiona.

- ¿Vale la pena hacerse mala sangre por todo? ¿Cuáles son los límites y las salidas para obtener una buena calidad de vida?
- La realidad es que no podemos andar por el mundo como un avestruz, porque no se deben obviar las dificultades. La clave radica en cómo encaramos esos problemas. Siempre hay que pensar que se cuenta con alternativas para solucionarlos.

El agobio
Aunque desde otra perspectiva, Miguel Angel Daud, master universitario en terapias alternativas, tiene una opinión similar a la del profesional del diván. El fisioterapeuta es vehemente: “las largas jornadas laborales en ambientes cargados de energías adversas nos agobian”.
El también maestro de reiki indica que el estrés se manifiesta, al comienzo, como una simple molestia muscular, y luego termina en dolencias o en estados de pánico. De hecho, la ecuación es simple. El estilo de vida actual genera desequilibrios emocionales y estos, a su vez, contracturas, por ejemplo.
“El trabajo no debería ocupar más del 60 % de nuestro tiempo. El resto debemos dedicarlo a los parientes y a las distracciones. Intentemos liberarnos de las presiones, renovar las energías y recuperar la salud y la paz interior”, concluye. Es que, como escribió Miguel Hernández en “Nanas de la cebolla”, las risas nos hacen libres y nos ponen alas.