“Asumo que la dramaturgia me permitió un lugar en el quehacer teatral con mayor celeridad que la dirección o que la actuación, aunque no me quejo de la suerte corrida en ninguno de los roles. No podría decir, hoy por hoy, si existe mayor comodidad en alguno de ellos y he tratado de separarlos lo mejor posible”, sostiene Guillermo Montilla Santillán, que reúne en su trabajo, precisamente, los roles mencionados.
Cuando se le pregunta sobre la escritura, responde: “esa pulsión estuvo siempre presente en mi vida, pero es cierto que la escritura teatral surgió a consecuencia de mi formación como actor, principalmente fomentada por la fiebre creativa”. “Se inició con el camino que de algún modo se hace presente en la historia: primero con la creación grupal, y luego, la escritura en solitario, que comienza a manifestarse como el modelo vigente. Pero también podría decir, sin faltar a la verdad, que escribí y todavía lo hago, porque quería actuar”, confiesa.
En cuanto a la dirección, indica que llegó a ella por el deseo de investigar otros campos dentro del teatro, por la inquietud del hacer. “Pero el deseo de actuar siempre ha sido superior a los otros”, dice.
Pablo Gigena escribió “Pasión y furia de un Cristo tucumano”, “Papel papel”, “Detrás del vidrio”, “De carne y trapo”, “Cañas de azero” y “Sodiac & Selegna”, entre otras obras. “Desde niño siempre fui un adicto a la palabra escrita. Con Noé Andrade nos autodirigimos desde que formamos el grupo La Vorágine. Así que la actuación siempre estuvo implícitamente ligada en nosotros a la creación y a la dirección; desde hace por lo menos 15 años”, relata.
Luego comenta que ha recibido premios como dramaturgo, como director como actor; también en coreografía, y como bailarín. “En cuanto a roles, te diría que los tres me apasionan (dramaturgo, director, actor) y en los tres me ha ido bien. Lo gracioso es que ni en esos reconocimientos el límite es distinguible, porque la puesta transforma los textos y los textos condicionan las puestas, y creo que los jurados no saben, ni yo tampoco, hasta qué punto premiaron mis textos o nuestras puestas. Es decir, no podría ser dramaturgo sin ser director, y viceversa; y no podría tener ciertos conocimientos sobre el tema si no entendiera profundamente los mecanismos de la actuación: son inseparables; si no fuera por este trípode creativo, creo que un director, por lo menos yo, caminaría rengo”, reflexiona.
Gigena comenta que un tiempo decidió no actuar más: “no me llamaba tanto, además, quería hacerme cargo como director, de la totalidad de las puestas (sonido, luces, dispositivos, proyecciones)- pero últimamente he vuelto a encontrarle el gusto”, afirmó.