El proceso de crisis y de placer se invierte cuando se pasa a la dirección

El actor, bailarín y director Marcos Acevedo habló sobre los sentimientos encontrados que tiene al momento de crear y de interpretar una pieza.

19 Agosto 2007
Marcos Acevedo comenzó su carrera en el teatro y en la danza como intérprete, pero en estos momentos dirige "Tiempo suspendido". Opina que no pasó de un lado al otro del mostrador: "creo más estar sentado en el mostrador mismo, disfrutando de las ventajas de ambos roles; me siento muy cómodo ahí", le confiesa a LA GACETA en una entrevista.
Recuerda que trabajó con directores muy atentos a la propuesta escénica de sus intérpretes. "Eso que en la actualidad coincidimos en llamar "dramaturgia de actor". Me parece que eso generó en mí un interés cada vez mayor por todos los elementos que intervienen en el espectáculo y creo que eso terminó despertando la curiosidad por ser el puntapié inicial de un proyecto espectacular". Cuando se le pregunta sobre las ventajas y desventajas en una y otra función, resume lúcidamente: "el proceso de crisis y de placer se invierte cuando uno es director. La etapa de creación es intensamente ardua para un director: llena de escollos, de puntos críticos que requieren de soluciones creativas, donde lo sensible juega un papel fundamental. Para los intérpretes este proceso me parece que es más tranquilo. Una vez estrenada la obra, como director puedo disfrutar más plenamente del trabajo; y en cambio, como intérprete, comienza el largo proceso de mantener viva mi presencia en el escenario; es también un momento de placer, pero de una gran responsabilidad", describe.
"También en cuanto al reconocimiento, es diferente lo que uno recibe en cada rol. Como intérprete, la satisfacción suele ser más personal; si la actuación gustó o no, por ejemplo. En el rol de la dirección se reconoce más la materialidad escénica en su totalidad, situación con la que me siento más cómodo y que define más claramente al teatro como actividad esencialmente grupal", agrega.