31 Mayo 2007
¡Adiós al modelo de magistrado impuesto por el dedo del político amigo!
Análisis. Por Federico Abel - Redacción LA GACETA.

Eran tiempos de cacicazgos. En aquel año, en la Justicia Federal de Tucumán había que cubrir cinco cargos: los dos juzgados y tres vocalías de la Cámara. Los radicales (con Raúl Alfonsín) gobernaban en la Nación y los peronistas (con Fernando Riera), en la provincia. Sin mecanismos de selección, que aseguraran transparencia e igualdad de oportunidades para el acceso a la judicatura, la repartija debía responder a ese equilibrio político. Los cargos, por ende, tenían que terminar en seguras manos afines.
Finalmente, de las conversaciones participaron Félix Justiniano Mothe (presidía la UCR), y Riera, junto a la entonces influyente senadora nacional Olijela Rivas (PJ), entre otros. Fue así como el juzgado Nº 1 fue para un radical -porque tenía competencia electoral y era más importante-, Jorge Parache, y el Nº 2 para quien había sido secretario de Gobierno de Riera y miembro del Tribunal de Etica y Disciplina del Consejo Nacional Justicialista, Ricardo Sanjuán.
Luego, en la segunda instancia fue igual: desde la UCR pujaron por Hugo César Gordillo y desde el PJ por Raúl David Mender, mientras que Don Vicente habría reservado la tercera vocalía para un coterráneo: Víctor de la Vega Madueño.
Hábiles muñecas
Sucedió lo mismo en 1993, cuando empezaron a diseñar el Tribunal Oral en lo Criminal. Como los radicales ya no tenían tanto peso, la división fue trazada en función de la interna peronista: la muñeca de Rivas apostó por Oscar Emilio Sarrulle y por Gabriel Casas, mientras que el entonces senador Julio Miranda promovió a Carlos Jiménez Montilla y a Ciro Lo Pinto (defensor). Los radicales debieron contentarse con un lugar para un ex diputado provincial, Alfredo Terraf (fiscal ante ese Tribunal).
En octubre fue destituido del juzgado Nº 2 Felipe Terán, que en Catamarca había sido elegido según idéntico esquema. Ahora, apurado y temeroso de un final similar, se va Parache del despacho Nº 1. Con ellos -al menos en Tucumán- se acaba el modelo del omnímodo juez federal de provincia que asentaba su poder -y vaya cómo- en el único mérito de la afinidad política.
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