León Gieco va rumbo a San Bernardo para actuar cuando suena el teléfono de su manager, y empieza la entrevista pautada con 4 AM. No hay lineamientos prefijados ni temas puntuales, excepto el del lugar donde actuará el sábado, Amaicha del Valle. Y por ahí empieza la charla que de a poco se convierte en un diálogo fluido y cercano.
- Ya conocés Amaicha, hay gente que te recuerda paseando por la plaza.- Sí, estuve algunas veces. La conocí cuando pasamos haciendo ‘De Ushuaia a la Quiaca’, y después volví como turista, en esas giras que hago en el auto con mi familia.
- ¿Creés que vas a sorprenderte por algo?- No sé. Vamos a llegar un día antes para conocer y para ver a alguna gente, como a las copleras. Queremos instruirnos, nada más, porque es poco tiempo para armar algo con gente de ahí para tocar... Vamos a ver qué sale, porque conozco a gente que no vive tan lejos, como Tomás Vázquez o Mariana Castillo y tal vez...
- ¿Por qué tanto interés en las copleras?- Tienen una sabiduría ancestral, y uno no tiene la sabiduría necesaria para meterse en ese tipo de pensamiento, en su música. Porque uno puede quedar como un torpe tratando de imitarlas, y hay que tener cuidado. Nos pasó eso cuando hicimos ‘De Ushuaia...’ con Gerónima Sequeira; no pudimos compartir con ella, fue difícil, y la invitamos para que cante coplas sola para no entorpecer con nuestra ignorancia.
- ¿Qué aspecto de su sabiduría te atrapa?- Tiene esa rebeldía ancestral, indígena, que es tremendamente delirante y planetaria, tan grande que uno no alcanza a verla. Por eso la respeto demasiado y no me sale hacer su música. Sí puedo compartir con otros sabios, como Sisto Palavecino, que hace chacarera y es popular, o como Chico Choco (misionero, autor de ‘La Calandria’), pero no pude con el Cuchi Leguizamón. Cuando íbamos a hacer ‘Maturana’, él me dice que no llevaba bien el ritmo de la zamba, que es el del revoleo del pañuelo. Entonces le pedí que me la cante, y la grabamos en una casa, en un clima muy familiar, con el piano (para el disco ‘De Ushuaia ...’), y yo no intervine.
- Hay una relación entre el folclore y el rock que se está haciendo cada día más fuerte y que vos conocés muy bien...- Me encanta que el folclore le dé un toque de originalidad al rock, que es algo que ocurre en varios países. Por ahí, a mí me sale más fluido porque desde chiquito, a los 11 años, tenía un grupo de folclore con formato tipo Los Fronterizos o Los Chalchaleros, y otro de rock, a la vez que era solista y hacía cosas de Cafrune, Atahualpa o Elvis. Lo viví desde chico, y a los 15, cuando con mi grupo hacíamos temas de Manal, Los Gatos y Almendra, me di cuenta de que el rock acá tenía características diferentes a las del nortemericano o el inglés, que existía la posibilidad de hacer algo mucho más personal. Es algo que vengo masticando desde chico, y me emociona tanto escuchar a Atahualpa como a Lennon, no veo ninguna contradicción, porque creo que si se hubieran encontrado hubieran tenido mucho de qué hablar.
- Pero hay gente que no lo ve así, y el año pasado, cuando Divididos tocó en Amaicha, hubo quienes se quejaron.- Lo que Divididos hizo con ‘El arriero’ de Atahualpa, por ejemplo, es un lujo. Hicieron que muchos pibes lo conocieran. Además, algo que nos pasó en el viaje de ‘De Ushuaia...’ fue que con las copleras nunca se planteó esa división, ellas no preguntaron si veníamos del rock o del folclore, iban por la vida y no preguntaron, les copó que hayamos llegado hasta donde estaban para verlas, porque nunca habían salido de su lugar. Así pudimos rescatar su canto, sus paisajes y sus vidas, que son cosas muy importantes... Es gente que tiene un pensamiento más elevado, a la que no le interesa venir a Buenos Aires a ser famosos, es un pensamiento más esencial y menos concreto. Es como el bandoneonista de tango que se va a vivir 25 años a Holanda, y allá adquiere mejores técnicas, suena más sinfónico, pero pierde esa cosa fuerte del sabor que le da el lugar.
- ¿Qué es lo que te moviliza cuando tocás en un lugar como Amaicha?- Demasiadas cosas. Algo que me parece importante es registrar todo eso. Sacamos fotos y filmamos, y después lo ponemos en la página de internet, porque en Buenos Aires hay mucha gente que cree que todo termina en la General Paz. Eso me da bronca, porque yo trabajo todo el año en el interior y sé que hay gente, lugares y festivales maravillosos.
- Hola, hola... ¿me escuchás?La comunicación se cortó cuando el ómnibus avanzó en su camino, y la charla interrumpida se repondrá el sábado, cuando León suba al escenario para cantar. Que es como mejor habla.
Frases no tan sueltas
- “Yo sigo luchando y haciendo un rock revolucionario. Para muchos, el rock dejó de ser revolucionario con los Beatles, pero lo cierto es que, aunque hay muchos músicos que especulan, se mantienen firmes los que abordan temas sociales, los que se involucran directamente con la realidad y pelean desde su lugar en el mundo”.
- “Le canto a Pocho Lepratti (asesinado por la Policía santafesina en 2001), a las Madres de Plaza de Mayo, a Juan Cabandié (hijo de desaparecidos recuperado en 2003), a la memoria... Y sigo pidiendo que los genocidas de la dictadura estén en cárceles comunes”.
- “Sé que no voy a cambiar el mundo con una canción, como se creía en los 70. Pero mientras estoy de paso en este mundo, voy a seguir peleando por la paz, la justicia y la igualdad, porque mis canciones estén pegadas a la vida”.
- “En los 60, cuando todo esto empezó (el rock en el país), la rebeldía pasaba por el pelo largo, y venía un milico como (Juan Carlos) Onganía, y nos metía presos. En los 70 empieza a haber canciones contra la dictadura, y muchos terminamos teniendo que irnos del país... En los 80 el rock se hace light, y en los 90, contestatario contra el gran vendepatria, Carlos Menem, que desarrolló la economía más antipopular de la historia. Y a fines de esa década surge el rock barrial, se acentúa la futbolización del rock, se crean rivalidades por los barrios o los estilos, y los chicos terminan a las trompadas por una bandera”.
- “Tengo espíritu para interpretar temas de otros, porque conté con una excelente maestra. Ella me enseñó a estudiar la canción, a meterme en ella hasta hacer que sea propia. Esa maestra es Mercedes Sosa”.
- “Soy un cantante que compone un tipo de canciones sociales que escarban por debajo de la hipocresía, y los hipócritas se quejan”.
Frases extraidas de entrevistas con LA GACETA de 2005 y 2006.