La suerte está echada

La suerte está echada

Análisis. Por Miguel Velárdez.

27 Octubre 2005
La jugada para trabar la construcción de un megacasino en el Hipódromo, a partir de las firmas de los vecinos, quedó sin banca. Con una astuta estrategia política fue cuestionada la veracidad de las rúbricas, para trasladar la discusión a la Justicia.
Negocios son negocios y esta idea de instalar 1.000 maquinitas tragamonedas escapa a los concejales; aunque no los exime de responsabilidad; ni siquiera a la oposición (póngale la firma). Los oficialistas hicieron su juego sin desobedecer los propósitos de la Casa de Gobierno y de la Casa Rosada. Ninguno de los nueve peronistas se atrevió a hablar contra la timba. Otra vez, en soledad, Eduardo de Zavalía batalló contra las tragamonedas, pero su ímpetu no le alcanzó. Los radicales, los bussistas y el siempre dócil Hugo Danesi advirtieron sobre las consecuencias de la ludopatía, como si estuviesen dando cátedra. Pero a la hora de apostar, fueron tan débiles como un par simple en el póquer y repitieron el mensaje del oficialismo sobre las firmas dudosas. Nadie quiso matar a la gallina de los huevos de oro, porque en el país las tragamonedas son el mejor negocio, por encima de las producciones agrícolas. Es probable que, respecto de algunas firmas, exista alguna sospecha. Sin embargo, no se puede negar que un sector de la sociedad no quiere saber nada con garitos. Ayer se movió el tablero de juego a la órbita judicial... La suerte está echada.

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