ESTÁ PASANDO. La invasión a los espacios aéreos de varios países se ha convertido en una situación frecuente y preocupante en territorio europeo.
Lo que hace apenas una década era un dispositivo recreativo o de vigilancia civil, los drones, se transformó en una herramienta de guerra decisiva. Hoy, pequeños vehículos aéreos no tripulados (UAV) participan activamente en operaciones de inteligencia, ataque, logística, guerra electrónica y sabotaje. Su bajo costo, rapidez de despliegue y versatilidad los han convertido en un factor disruptivo en conflictos modernos. Europa, en particular, experimenta una creciente preocupación ante incursiones no autorizadas que apuntan a infraestructura crítica y aire compartido.
Varios países del continente están en vilo. Rusia ha sido implicada en varias incursiones aéreas con drones que han violado espacios aéreos. Esto genera tensiones diplomáticas y necesidad de reforzar defensas. Si bien Moscú generalmente rechaza la responsabilidad, calificando las acusaciones de “provocaciones” o “especulación absurda”, las organizaciones de seguridad aliadas perciben estos vuelos como parte de una estrategia híbrida para presionar, testar las reacciones de la OTAN y desestabilizar los flancos externos.
Incursiones y seguridad
En los últimos meses, países como Dinamarca, Alemania y Lituania han reportado drones no identificados sobrevolando aeropuertos, bases militares y zonas sensibles de infraestructura. En Dinamarca, se registraron vuelos por encima del aeropuerto de Copenhague y bases como Karup, lo que generó cierres temporales y declaraciones de ataques híbridos.
En Lituania, el parlamento aprobó una ley que autoriza derribar drones que violen su espacio aéreo sin autorización.
Alemania, por su parte, evalúa reformar leyes de seguridad para permitir al ejército intervenir contra drones dentro de su territorio.
Estos episodios no son triviales: generan miedo, exigen respuestas rápidas y exponen puntos débiles en los sistemas de vigilancia, además de elevar los costos operativos de defensa.
Europa como inversor
Alemania lidera el mercado europeo de drones (26,1 % en 2024) gracias a su base industrial robusta y apoyo estatal a la innovación en aeroespacial.
Francia también invierte significativamente: entre 2020 y 2023 canalizó aproximadamente €1.200 millones en desarrollo y adquisición de drones militares y de doble uso.
Reino Unido domina el segmento comercial europeo con más del 26 % de participación en 2024, aprovechando regulaciones favorables y subsidios a la investigación.
A nivel de cooperación, varios países europeos integraron la Drone Coalition para suministrar drones FPV a Ucrania. Países como Letonia, Reino Unido, Suecia y Estonia prometieron fondos conjuntos y aumento de producción.
Por ejemplo, Letonia estimó una inversión inicial de €10 millones en drones para apoyar a Ucrania y se comprometió a fabricar decenas de miles de unidades.
Magnitudes y tendencias
La inversión global en drones militares se sitúa ya en decenas de miles de millones de dólares anuales. Europa, aunque no publica cifras unificadas oficiales, refleja tendencias claras: los Estados destinan montos crecientes en adquisiciones, desarrollo y formación de personal.
Además, dentro del ámbito civil, el ecosistema europeo de drones (inspección, logística, agricultura) se proyecta a crecer fuertemente. Por ejemplo, el mercado de imágenes aéreas en Europa apunta a alcanzar unos US$ 21.000 millones para 2033.
Un caso concreto: la firma alemana Wingcopter recibió una inversión de €40 millones del Banco Europeo de Inversiones (EIB) para escalar su producción de drones eléctricos de reparto. Aunque no es militar, este tipo de inversión demuestra el interés europeo en reforzar capacidades nacionales.
Por otro lado, el proyecto Dassault nEUROn, un drone de combate autónomo europeo, tiene un costo estimado por unidad cercano a €25 millones en etapa experimental.
Dos temas clave
No basta con comprar drones: hay que formar a pilotos, operadores, especialistas en guerra electrónica y defensa contra estas naves.
Algunos países, como Lituania, comienzan a incorporar enseñanza de drones desde niveles educativos básicos. Se anunciaron centros para entrenar construcción y pilotaje de UAVs para miles de personas.
Las fuerzas armadas europeas han creado academias especializadas para UAVs, con cursos de vuelo manual, programación autónoma, contramedidas y síntesis de datos.
La Drone Coalition también prevé capacitación compartida entre estados miembros para operar, mantener y mejorar flotas FPV y sistemas de defensa.
La relación entre inversión en hardware y en capital humano es crucial: un aparato sin operador experto o sin contramedidas adecuadas es fácilmente neutralizable o reutilizable por el adversario.
Desafíos y costos
Aunque prometedoras, estas tecnologías plantean debates y muchas preguntas.
1-Ante decisiones autónomas letales: ¿puede una IA decidir derribar un drone sin intervención humana?
2-Colaterales no previstos: riesgo a aeronaves civiles o personas si el derribo falla.
3-Costos de mantenimiento y actualización: defensa contra drones requiere inversión constante, no sólo compra inicial.
4-Interoperabilidad entre países: drones y anti‑drones de un país pueden no funcionar con los de otro, lo que complica alianzas.
5-La proliferación global obliga a actualizar regulaciones, supervisar tráfico aéreo y definir límites del uso militar.
Perspectivas
Después de las elecciones o eventos importantes, es probable que los países europeos que todavía no han tomado medidas al respecto revisen sus regímenes cambiarios o sus inversiones militares. De igual manera, cruzado con lo económico, la defensa contra drones será prioridad creciente.
Se proyecta que para 2030 la inversión mundial en sistemas anti‑drones (C‑UAS, counter‑UAV) superará los ingresos en drones ofensivos, convirtiéndose en una industria clave.
Con la consolidación de la “época UAV”, la geopolítica debe adaptarse a guerras menos convencionales, en las que atacar desde las sombras o con pequeños drones puede producir daños estratégicos invisibles.
Este panorama muestra cómo los drones pasaron de ser aparatos experimentales a protagonistas bélicos globales. En Europa, los estados no sólo compiten en cantidad e innovación, sino también en construir defensas sofisticadas, formar talento y crear marcos legales que equilibren seguridad, soberanía y responsabilidad.










