Carlos Duguech
Analista internacional
Como facilitando la agenda de la historia se dio -otra vez en septiembre- una invasión militar a la patria de Chopin. La agenda de lo que luego sería la piedra basal de la Segunda Guerra Mundial (IIGM) abrió sus páginas en la número uno. Así fue que el 01/09/1939 cuerpos militares de Alemania (se precisa mejor llamándola en este contexto, “Alemania nazi”) invadieron por tierra y aire el territorio polaco. El objetivo de preferencia era el sector occidental de Polonia. Era evidente –nada podía enmascararlo entonces- que subyacía en el casus belli pretendido- una indisimulada cuota de revancha de una Alemania que se consideró humillada -además de vencida militarmente- en la “Gran Guerra” así denominada por entonces (1914/1918). Hoy, a causa de la IIGM se identifica, consecuentemente, como “IGM”.
Uno de los recursos más modernos del sistema bélico en el mundo es el de los drones, esos pájaros de hélices voladores que pasaron de ser portadores de aparatos de fotografía y filmaciones a un arma letal desde los cielos. Un arma que desde posiciones seguras del atacante es de cero riesgo para ellos. Salvo que, localizado el origen, desde la “pista” de lanzamiento reciban ataques en respuesta.
Pellizco a la OTAN
Putin -más preciso decir que “Rusia”- se desentiende de la realidad que el gobierno polaco manifiesto en su reclamo por el bombardeo “dronero”. Reenvía Putin las quejas a un ministerio. Ni se disculpa, ni concede que esa incursión fuera responsabilidad de “su” Rusia. Y el gobierno polaco se refugia, por ahora, citando el artículo 4 de la carta de la OTAN que habilita a los estados miembros a formular consultas ligadas a la seguridad amenazada al estado por un país extra-OTAN. Claro que de continuar el “drenaje” ruso la seguridad polaca requeriría la aplicación del artículo siguiente, el quinto. Aquí el asunto adquiere ribetes de grave implicancia. El principio de “defensa colectiva” que con claridad expresa que el ataque a un miembro de la OTAN lo es a todo el sistema defensivo. Ergo “Rusia enfrentada militarmente a toda la OTAN”. Ojalá las aguas bajen calmas. Bastante tiene el mundo con Rusia vs. Ucrania e Israel contra Gaza. Demasiada muerte, demasiados escombros, demasiada violencia.
¿Y los ucranianos?
Mal. Demasiado sufrimiento de todo un pueblo bajo un cielo de guerra que se dibuja con violencia desde febrero de 2014 (Anexión de Crimea por parte de la Rusia de Putin) y otra vez febrero, esta vez de 2022, con la invasión “a sangre y fuego” de tropas rusas en territorio vecino (soberano desde 1991 con la independencia de Ucrania. Vale decirlo, “ya no es integrante de la URSS”, la de las quince repúblicas socialistas soviéticas. Aunque para el potente Putin, todavía su Rusia Zarista “hermanada” con el Kremlin de la potente URSS emite efluvios de grandeza material e inmaterial a la vez y le sirven de “tarjeta de presentación “ante el orbe. Esa “grandeza” protagoniza todos los actos, los discursos y los silencios de Putin. Amo de todo, en su acotado “imperio ruso”, auto-extiende su poder más allá de sus merecimientos y legitimidades. La OTAN, éste es el caso que abordamos en esta situación ruso-polaca, deberá ajustar todas las clavijas de su violín para un compás de “Introducción y rondó caprichoso” (Saint Saens) en lugar de “Marcha Fúnebre” (Chopin). A veces, con más frecuencia de la esperada, estos actos de agresión -en principio, de poca envergadura, culminan su misión (secreta e ineludible, a veces) en disparador de guerras abiertas. En eso se transfiguró la invasión de Rusia. Y tres años después, siete millones de ucranianos fuera de su país y casi cuatro millones desplazados dentro de su propio país. Magnitudes que muestran el otro rostro de la guerra: según datos procesados por la ONU (A febrero de 2025): más de 12.600 muertos civiles y 29.000 heridos. Los niños, 2.400.
Y la guerra sigue. Ucrania se desangra, y Rusia en misión de conquista territorial a como sea. Ni importan para Putin sus propias bajas y menos aún las de los ucranianos. Hasta se permitió contratar -para servir militarmente a Rusia- a un grupo mercenario dirigido por Yevgeny Prigozhin, denominado Wagner. Tanta muerte, tanto dolor sembrado a diestra y siniestra por Putin. Vienen a mi memoria esos versos de Alfredo Le Pera que con Gardel compusiera “Sus ojos se cerraron”. Lo que sigue, en la canción, calzan a la medida del drama bélico asaz impactante: “Y el mundo sigue andando”. Agregamos: “Y también, la Octogenaria ONU”.
Trump: idas y vueltas
Ya nos hemos acostumbrado al más previsible de los presidentes imprevisibles de USA. Su gestión en el primer mandato como un experimento de poder, a todo o nada. Desmontó, de la noche a la mañana, el muy elaborado y festejado acuerdo de los euromisiles suscrito por Reagan y Gorbachov en diciembre de 1987. ¡Después de 32 años de vigencia! Decisión del 1 de febrero de 2019. 24 horas después, Putin hizo lo propio. Un acuerdo de 32 años ¡a la basura! Lo mismo hizo con ese increíble logro de la diplomacia creativa. Casi un imposible, realizado: acuerdo (Desde 2015) de los cinco del Consejo de Seguridad (CS, ONU) más Alemania para controlar actividades nucleares en Irán, ¡nada menos! en mayo de 2018 lo rompió en mil pedazos y volvió con los embargos a Irán. Una decisión que mostró traición a los miembros permanentes del CS y a la Alemania de la Merkel. Y una cachetada violenta al régimen iraní. Que se sitió con “manos libres” en lo nuclear, consecuentemente.
Por todo ello, más su burla a las decisiones del Acuerdo de París por el Cambio Climático (2015) y su determinación de borrar a los EE.UU. (también lo hizo el presidente argentino, copiándolo) es poco probable el Comité noruego que otorga el “Nobel de la Paz” lo consagre con ese galardón a Trump, conforme lo propuso nada menos que Netanyahu. ¡Quien a quién!
Prensa mundial
Con los actuales y poderosos medios para conocer la realidad al minuto, casi en tiempo real, la destrucción sistemática y matanza de personas en Gaza por el ejército israelí, no hacen falta más precisiones ni datos. Se puede naturalmente generar un prima facie tan espontáneo como si se estuviera en la zona y concluir que el plan de Netanyahu es diabólico. No toma en cuenta a la población civil y las decenas de miles de niños muertos que engrosan una cifra macabra. Ni el accionar destruyendo viviendas, ejecutando ese plan siniestro de borrar del mapa a los gazatíes, todos los habitantes, sean mujeres, hombres no combatientes, niños de toda infancia que nada tienen que ver con el “7 de octubre” de los activistas de Hamás.
Los rehenes “podrían salvarse” si se suspendiera el accionar de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) lo expresaron los propios activistas que piden alto el fuego. Corren la suerte, lo dicen sus secuestradores, de que la metralla israelí acabe con la vida de los rehenes. El mundo entero, menos Israel y los EE.UU., abogan por el cese del accionar criminal de Israel, más parecido a genocidio que a respuesta militar a un enemigo.







