Carlos Duguech
Analista internacional
Como si fuese una obra de teatro con un libreto ajustado en tiempo y lugar y, para más, con parlamentos y procederes de los actores precisos, sin un punto ni coma cuestionables. Escribir la historia, de eso se trata, requiere de cercanías y profusión de documentos respecto de los hechos que la configuran. Claro, es comprensible que se exija para el caso esas cercanías al hecho bajo análisis. Cercanía presencial, la de los reporteros de guerra, por ejemplo. Muchos de ellos han consolidado una especialidad profesional que los convierte en referentes necesarios a la hora de procurar entender con toda la claridad posible, el transcurrir de una guerra.
El invasor ruso
Cuando el 24 de febrero de 2023 el territorio soberano de Ucrania fue hollado por las botas de los soldados de la Rusia de Putin -deliberado esto de la Rusia con “dueño”, en tanto así se muestra al mundo- comenzaba una de las guerras menos imaginada entre ex países miembros de esa coalición que se conformó en diciembre de 1922 bajo la denominación de URSS. Ucrania se independiza de su integración soviética el 29/08/91, esa URSS que dos meses antes (26/12/91) se había disuelto oficialmente. Las dos razones de la invasión militar rusa -en palabras de Putin- las justificaba en tanto negaba el derecho de Ucrania a su independencia y calificaba al régimen de Zelenski como de tinte nazi.
A la primera de las aseveraciones sólo cabe tener en cuenta que “convivieron en la vecindad, frontera de por medio” -y por 31 años, nada menos- Rusia y Ucrania. Dos naciones linderas, independientes las dos. En cuanto al calificativo de “desnazificar” por medio del embate bélico y usurpador del 24 de febrero de 2022 se desprende un muy débil y antojadizo modo de descalificación: “porque sí”. Y, vale decirlo, nada menos que proviniendo de un régimen duro y abarcador de todos los resortes de un estado federado donde sólo prevalece el “putinesco” discurso y nada más. Sino, que le pregunten al periodista Dmitri Murátov, Nobel de la paz 2021, del diario “Novaya Gazeta” de Moscú, censurado por utilizar el sustantivo “guerra” para mencionar la invasión militar de Rusia a Ucrania. Sólo con ello bastará para descalificar a Putin en su pretendida descalificación del gobierno de Ucrania. Una convivencia en vecindad cercanísima por 31 años derrumba, sin metrallas, un discurso violento, de falsa estructura aunque de clara identificación -sin tapujos- de un sistema autocrático. Peligroso y dañino para la paz mundial, en tanto Putin “dueño de todo”, se muestra con reminiscencias de la ex URSS en su cúspide del poder. Y también, de la gran Rusia Zarista. En un mismo paquete, envuelto en papel de diarios por el propio Putin. De esos diarios con crónicas y noticias del tiempo que reivindica para empoderarse. Tanto que llegó a ufanarse de la calidad y modernidad de sus arsenales nucleares. Basta con ello para descalificar cualquier discurso del hombre fuerte de Rusia.
¡Y la “Guerra civil” de Siria! 13 años, “torneo” más internacional que el fútbol jugado en Siria, el “estadio”. Información de prensa confusa.
Las otras guerras
Las diseñadas y puesta en sangre y escombros por ese trío de hombres con poder que desde las Islas nor-atlánticas de las Azores enviaron en marzo de 2003 a Saddam Husein, a la sazón cabeza del régimen iraquí, un ultimátum. por las armas de destrucción masiva que, supuestamente, poseía. Viene a la memoria el ultimátum del presidente de EEUU Truman al gobierno al Imperio japonés en la Declaración de Potsdam (26 de julio de 1945). En ambos modos de formular el ultimátum se percibe- ni hace falta ser experto- la expectativa por el “no” que tanto lo necesitaba para atacar militarmente el trío de las Azores (Bush, Blair, Aznar) como para probar dos bombas atómicas en Japón, Truman. Claro, si Hussein aceptaba -e Hirohito también- cada ultimátum no se hubiera producido la injusta guerra contra Irak ni lo de Hiroshima y Nagasaki en Japón.
Se supo que lo de Irak fue una mentira diseñada y puesta en función por tres “criminales de guerra”. Involucrados dos países miembros permanentes del Consejo de Seguridad de ONU (EEUU y el Reino Unido) y en el caso de Japón, los EEUU.
Ya casi destruido en la cola de la Segunda Guerra Mundial, y rendida Alemania en mayo de ese año (1945) . Claro que siendo EEUU miembro permanente con el privilegio del veto, al igual que el Reino Unido y Francia, China y la URSS en el Consejo de Seguridad de ONU (CS) nada, nada, podía hacer Naciones Unidas. Nada, atada de voz y de acción en tanto se trate de asuntos que lleven adelante (ataques bélicos y de toda especie) los cinco privilegiados del CS.
Las consecuencias del accionar bélico de EEUU, Reino Unido y España en Irak fueron desastrosas. Más de 100.000 víctimas entre la población. Destrucción de infraestructuras de las ciudades principales.
La ejecución de Saddam , luego de tres años marcó, para Irak, desprendidos de un tirano, una especie de anarquía que favoreció el crecimiento y consolidación de grupos extremistas identificados como yihadistas. En ese tiempo de anarquía por falta de planificación de posguerra de los invasores emerge ISIS, autodenominado “Estado Islámico de Irak”. Ya con la denominación de “Estado” estaban sentando las bases estratégicas de su accionar sangriento dónde quiera actuasen. Ya lo señalamos en análisis de ese tiempo. El haber incluido la palabra “Estado” en la denominación era una estrategia publicitaria.. Tarde, muy tarde, los tres reconocieron las falsedades de la “justificación” de la guerra contra Irak. Tarde, muy tarde, para sus muertos, sus heridos, sus hogares desbarrancados, sus infraestructuras hecha escombros, el clima de más violencia en toda la zona del MO. Ningún tribunal juzgó a ninguno de los tres actores. Libres de culpa y cargo pese a que claramente son criminales de guerra.
¿Cuánto aprendimos?
El impresionante panorama de los medios de información que ponderan como esencia del periodismo moderno el “ya mismo”, ruido de metrallas y bombardeos. El reverberar de los ayes de dolor y angustia; las imágenes de poblaciones enteras en Gaza llevadas de aquí para allá, deambulando entre escombros, metrallas multidireccionales, bombardeos en tiendas de refugiados y en hospitales. La vastedad de ciudades y pueblos bombardeados en Gaza en esta “guerra” asimétrica de un estado contra un grupo terrorista. Lleva 23 meses con más de 60.000 muertes.
En tanto cientos de periodistas de todo el mundo en el ojo de la tormenta gazatí. Muchos de ellos fueron blanco de ataques de militares israelíes. Ello no impide que el mundo tome nota de cómo se cumple en Gaza el plan de exterminio de Netanyahu lanzado el 7 de octubre de 2023 el mismo día fatídico del sangriento accionar de Hamas.
“Lo que le preocupa a Netanyahu son sus propios intereses”. Afirmación asaz concreta de reservistas de Israel que gestionaron muchas veces ante el primer ministro para acaba con la guerra y posibilitar la liberación de los rehenes, en riesgo por los ataques.
Sí, escribir la historia en tiempos de guerra cuando citamos por ejemplo a Israel es de riesgo. Se dispara un arma sin pólvora pero harto descalificante: “Antisemita”, aunque absolutamente errada. Ese es el desafío.








