GANADORES EN CORRIENTES. Gustavo y Juan Pablo Valdés.
Los resultados de las elecciones en Corrientes habilitan comparaciones odiosas, pero necesarias, respecto de lo que ocurrió hace dos años en la Argentina. Odiosas porque los escenarios no son los mismos (Javier Milei era un “loco” y despeinado economista que despotricaba contra la “casta” política, de la que aseguraba “no ser parte” y aún no había sido salpicado por denuncias de corrupción) y necesarias porque el comportamiento de los votantes suele ser reiterativo, al menos en un grado importante, si se analizan los datos de las últimas dos décadas.
A casi dos años del terremoto electoral de 2023, una pregunta sigue flotando en el aire de la política argentina: ¿el fenómeno Milei es una adhesión a un proyecto federal o el club de fans de una sola persona? La respuesta, tozuda, no solo se inclina por lo segundo, sino que además está generando un efecto impensado: la consolidación de un poder alternativo en las provincias.
Un racconto de aquellos años felices del “leonismo” ayuda a entender el presente. Mientras los candidatos de La Libertad Avanza en las provincias coleccionaban resultados paupérrimos en 2023, la figura de Milei en la boleta nacional era un tsunami imparable. Fue el año del voto de dos caras: en la misma provincia donde un candidato libertario local apenas arañaba un 8 % de los votos, Milei se alzaba con más del 60 % en el balotaje. Sucedió, por ejemplo, en Neuquén, donde el candidato apoyado por Milei, Carlos Eguía, obtuvo el 8,3 % de los votos en la elección a gobernador de abril, mientras que el economista ganó en esa misma provincia, siete meses después, con el 60,4 %. Era un cheque en blanco para el Presidente, no para su franquicia.
Y entonces llegó el 2025, con Corrientes como el primer laboratorio electoral de características similares. El resultado fue doble: no solo confirmó la debilidad del oficialismo nacional, sino que expuso la fortaleza de sus adversarios. El candidato libertario, Lisandro Almirón, repitió su performance anterior quedando en un lejano cuarto puesto. Un cachetazo para la Casa Rosada, que apostó por un candidato puro bendecido desde Buenos Aires. También fue una derrota para el tándem Karina Milei-“Lule” Menem, que apostó a los violetas puros y terminaron colorados de la vergüenza. Habían tenido la chance de aliarse con el oficialismo provincial, pero la soberbia les nubló la estrategia. Gol de Santiago Caputo.
Pero la noticia más relevante no fue quién perdió, sino la foto de quién ganó.
Respaldos
La victoria del gobernador radical Gustavo Valdés (en la foto con su hermano Juan Pablo, su sucesor) activó un desfile de respaldos que trasciende cualquier formalidad. La imagen del festejo fue más elocuente que el propio resultado. El gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, no se conformó con saludarlo por las redes: se tomó un vuelo para estar en Corrientes y abrazar a su correligionario. Lo mismo hicieron Maximiliano Pullaro de Santa Fe, Ignacio Torres de Chubut, Carlos Sadir de Jujuy y Leandro Zdero de Chaco. Desde el cordobesismo de Juan Schiaretti y Martín Llaryora, pasando por el “amarillo” Rogelio Frigerio (Entre Ríos) hasta Claudio Vidal (Santa Cruz), todos sumaron sus felicitaciones. El PRO en pleno, con Jorge Macri, Ritondo y Vidal, y la UCR orgánica, con Martín Lousteau y Rodrigo de Loredo, completaron una postal de poder real, territorial.
El propio Valdés le puso palabras a esa imagen: “nuestro norte debe ser la construcción de un espacio que proporcione alternativas, mirando el desarrollo de las provincias, porque nosotros, los gobernadores, no somos los responsables de la debacle nacional que por ahí se nos quiere atribuir”. Un mensaje teledirigido a la Casa Rosada.
La conclusión es clara. Lo que pasó en 2023 y lo que sucedió ahora en Corrientes muestran dos caras de la misma moneda. La Libertad Avanza sigue siendo un gigante con cabeza de león y cuerpo de bonsái. Por el otro, mientras el oficialismo lucha por echar raíces, el resto de la política no kirchnerista se articula, se junta y exhibe una capilaridad que el Gobierno nacional no tiene.
Las elecciones legislativas de octubre serán el próximo capítulo. La pregunta del millón ya no es solo si el apellido en la boleta será lo único que importe para el oficialismo. Ahora, la pregunta es si le alcanzará para enfrentar a este bloque de gobernadores que, en silencio y con gestos contundentes, empieza a construir su propio relato.
Entonces, ¿cómo impacta este análisis en Tucumán, con un Osvaldo Jaldo jugándose el todo por el todo en una elección que oscila entre la figura de Milei y las contradictorias decisiones de los electores, que parecen priorizar el sello sobre las estructuras en las elecciones nacionales y lo contrario en las provinciales? ¿Logrará Jaldo provincializar los comicios o Milei impondrá el violeta el 26 de octubre?
La mala performance de la economía y las denuncias de corrupción ponen en peligro los planes libertarios en Tucumán de jugarse un pleno a que ser los hombres y mujeres del Presidente sea suficiente para ganar una -en algún momento se soñó con dos- bancas. En la foto, al menos hoy, los “leoncitos” salen borrosos. Roberto Sánchez escala posiciones. Hace cuatro años, con otro contexto, obtuvo su poltrona y otra más para su espacio político con una potencia a lo Colapinto: perdió contra el oficialismo por menos de dos puntos y se alzó con casi 380.000 sufragios. Mucha agua pasó bajo su auto durante su carrera, pero todo indica que logrará arrastrar una cantidad de votos suficiente para retener su escaño. Pese a la debilidad de su escudería... Además, se subió al ring para intercambiar golpes con Jaldo, quien feliz se colocó los guantes. De algún modo, él lo eligió de contrincante para bajarles el mentón a los libertarios.
De ese balance en las fuerzas opositoras dependerá lo que suceda con Jaldo. Puede contarle hasta “tres” a la oposición y dejar a propios y extraños en la lona o, por el contrario, recibir “un” golpe que lo deje fuera de la pelea por el campeonato que se definirá dentro de dos años.









