Basura en el parque 9 de Julio: “Si no hay educación, manda la sanción”
No se trata sólo de basura. Lo que queda en el parque después de un festejo es un espejo de la sociedad. “No podemos escindirnos de la realidad; lo que pasa ahí es parte de lo que somos”, advirtió Pablo Paolasso, geógrafo y docente universitario, al analizar la diferencia entre dos celebraciones recientes que dejaron imágenes opuestas en el parque 9 de Julio.
“Yo soy parte de la sociedad, igual que vos. Entonces, a la vez que analizo un fenómeno, soy parte de ese fenómeno. No podemos escindirnos de esa realidad”, señaló Paolasso al comienzo de su entrevista en Panorama Tucumano, programa de LA GACETA Play conducido por Federico van Mameren, al intentar dejar en claro que el problema de la basura no puede mirarse desde afuera, sino que involucra a todos.
Dos realidades
El 21 de julio, tras los festejos por el Día del Amigo, el parque amaneció cubierto de botellas, restos de comida y bolsas de plástico. Se recolectaron toneladas de residuos, el doble de lo habitual en jornadas concurridas. El episodio más grave fue la aparición de una mancha de aceite en el lago San Miguel, proveniente de frituras que dañó el ecosistema y obligó a un operativo de limpieza que demandará semanas.
Menos de un mes después, la postal fue muy diferente. En el Día del Niño, que se festejó el pasado domingo, el mismo parque lució ordenado y sin montañas de desperdicios. ¿Cómo es posible que en tres semanas el comportamiento haya sido tan diferente?
“La explicación está en la acción del Estado. Hubo más contenedores, más gente indicando dónde tirar los residuos y un control que funcionó como corrección ante la falta de educación”, explicó Paolasso.
Para el geógrafo, lo ocurrido no se reduce a un hecho aislado, sino a un patrón de nuestra cultura. “Tenemos una especie de gen cultural que nos hace actuar de determinada manera. Lo vemos en cosas simples como alguien que tira papeles por la ventanilla del auto, o que barre la vereda y acumula la basura al costado del cordón, como si eso ya no fuera sucio. Es un hábito instalado que requiere un proceso de aprendizaje distinto”, ejemplificó.
El problema, advirtió, es que los tucumanos solemos sentir que los espacios públicos “no nos pertenecen”.
“Acá no respetamos semáforos en moto o dañamos refugios de colectivos porque no los sentimos como propios. Con la basura ocurre lo mismo, lo que no percibimos como ‘nuestro’, no lo cuidamos”, indicó.
El rol del Estado
La clave, según Paolasso, está en comprender que la educación es la base de todo cambio. “El problema empieza en la socialización primaria, cuando la madre o el padre que enseñan qué hacer con la basura cuando se camina, el docente que lo refuerza. Pero hay un hiato entre lo que enseña la escuela y lo que ejecutan las políticas públicas. Muchas veces generamos conocimiento en la universidad que no llega a quienes tienen que aplicar las soluciones”, afirmó.
Y si esa formación falla, el Estado se convierte en corrector. “En ausencia de educación, la autoridad es la que ordena. Si alguien no te dice que no tires basura, no lo pensás. Por eso, lo que vimos en el Día del Niño no fue un cambio cultural; fue el resultado de un operativo. Si ese operativo no se repite, volveremos a lo mismo”, consideró.
Impactos ambientales
El caso del aceite arrojado en el lago San Miguel es, para el especialista, un ejemplo del daño silencioso que generan estas conductas. “El aceite destruye un ecosistema. Aunque sea pequeño, es un ecosistema y, si se rompe la cadena, tiende a desaparecer”, comentó.
Paolasso también señaló sobre otro aspecto no menos importante, como es la pérdida de valor patrimonial. “El parque 9 de Julio fue diseñado por Carlos Thays uno de los urbanistas más importantes del mundo, contratado en una época de esplendor de Tucumán. Y, sin embargo, no lo cuidamos. Estamos destruyendo no sólo un espacio verde, sino también nuestra historia”, comentó.
Multa o castigo
La alternativa ante este panorama, pensó, es clara: educación o sanción. “Si no hay un proceso educativo fuerte, queda la salida punitiva. La multa o el castigo. Eso corrige porque duele en el bolsillo, pero debería haber algo previo”, aseveró. Los jóvenes, destacó por otro lado, muestran señales alentadoras. “Hoy están más concientizados que generaciones anteriores. Pero falta conectar esa educación con la gestión de políticas públicas. Si no, seguimos cambiando planes sin saber para qué”, reflexionó.
“Dar el primer paso”
Finalmente, Paolasso recordó que este problema se inscribe en una crisis más amplia: la presión que el crecimiento poblacional ejerce sobre el planeta. “Hoy somos 8.000 millones de personas. En ciudades como Tucumán, la superficie urbana se duplicó en 25 años y la población creció un 50%, pero el parque sigue siendo el mismo. Esa presión exige que cambiemos hábitos de manera urgente”.
Y cerró con una reflexión que invita a la acción: “La educación es un trabajo de largo plazo. Tenemos que empezar con pasos pequeños. Como dice el proverbio: para recorrer mil kilómetros, hay que dar el primer paso”.








