PREOCUPACIÓN. La apertura de mercado pone en riesgo la industria argentina ante la escasa recuperación del consumo. FOTO TOMADA DE ADRIANMERCADO.COM
El telón de fondo económico vuelve a moverse y deja ver, con nitidez, una tendencia preocupante: en los últimos siete meses, el costo de la producción industrial en la Argentina se disparó un 25 % en dólares. El dato, certificado por el Índice del Costo Argentino de la Producción que elabora la UADE, prende luces de alerta en las plantas fabriles, justo cuando el Gobierno busca dar señales de apertura comercial y de desregulación para reactivar la actividad.
El informe, redactado por el economista y ex asesor presidencial Fausto Spotorno, compara el salto de precios locales con la dinámica internacional y concluye que “el costo de producción en Argentina se incrementó un 25% en dólares desde diciembre del 2023, mientras que el IPP estadounidense mostró una variación cercana al 4%”. Con esa sentencia como punto de partida, la investigación publicada por Ámbito.com pone el foco en los elementos internos que provocan la divergencia.
A diferencia de otros ciclos, dicen los especialistas, esta escalada no se explica por shocks externos ni por devaluaciones abruptas. Para Spotorno, “esta divergencia revela que el encarecimiento de los costos locales se explica principalmente por factores domésticos como la apreciación real del tipo de cambio”. La apreciación, empujada por la estabilidad nominal del peso y por la caída de la brecha cambiaria, encareció la mano de obra y los insumos medidos en moneda dura.
Al mismo tiempo, la producción convive con subas relevantes en tarifas y salarios, en un contexto de inflación mensual todavía de dos dígitos. El estudio subraya que “la mejora en las condiciones financieras todavía no logra compensar el impacto de la inflación, la recomposición salarial y el encarecimiento de insumos clave”. Y agrega que “estos incrementos afectan negativamente la rentabilidad, dificultan la planificación a largo plazo y limitan la capacidad de inversión y expansión de las empresas”.
Suben los precios del gas y la electricidad
El impacto de la energía se siente en las Pymes. Daniel Rosato, al frente de Industriales Pymes Argentinos (IPA), reveló al diario económico porteño que algunos establecimientos recibieron en junio boletas eléctricas hasta tres veces superiores a las de mayo. Esta presión, advierte, llega “en el peor momento”: la demanda interna cayó y la oferta de bienes importados, más baratos por la apreciación, avanza sobre el mercado.
La foto es similar en la metalurgia. “El juego de los precios se está jugando en otro lado. No se está pudiendo convalidar valores por el achicamiento del mercado y porque hay mucho producto importado, en el sector metalúrgico crecen 5% mensual las importaciones”, explica Elio Del Re, presidente de ADIMRA. En el textil, el panorama tampoco afloja: “Viene todo muy complicado, lo que vemos es que no hay demanda, la situación se tensa cada vez más y el empleo se va a resentir”, coincide Mauro González, referente de la Confederación Pyme.
Con todo ese contexto, la suba del dólar financiero, que volvió a mostrar volatilidad a comienzos de julio, encendió alarmas entre los industriales. En la sede de la Unión Industrial Argentina, la sensación generalizada es que “La cosa así no va”. Con o sin acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, repiten, será necesario retocar la política cambiaria o profundizar el ajuste fiscal para evitar un quiebre de expectativas que agrave la situación.
El relevamiento de la UADE va un paso más allá y compara el nivel de actividad actual con el de abril de 2017, último ciclo de relativa tranquilidad macroeconómica. Allí detecta que “se observa un deterioro más pronunciado”, dado que 14 de 16 ramas industriales producen hoy menos que hace ocho años.
De este diagnóstico se desprende una conclusión de fondo. El consultor sentencia: “Es imprescindible avanzar hacia una competitividad estructural que no dependa de ajustes cambiarios, esto implica políticas como la reducción de los costos operativos, la mejora de la productividad y eficiencia en todos los niveles”. Y refuerza: “resulta clave impulsar una agenda de reformas como la impositiva, además de impulsar inversiones estratégicas en infraestructura logística y energía e incentivos a la innovación”.










