
La historia de cada pontificado comienza con un gesto, una palabra, una elección que anticipa el rumbo. En el caso del recientemente elegido papa León XIV, ese comienzo resonó con fuerza cuando, al asomarse al balcón central de la Basílica de San Pedro, pronunció con calma y decisión: “La paz esté con ustedes”. No fue una frase de compromiso. Fue una declaración de intenciones. O al menos así lo interpretó Rodolfo Apud, sacerdote tucumano.
En tiempos atravesados por guerras, migraciones forzadas, desconfianzas globales y crisis morales, León XIV se presentó como un pastor dispuesto a construir lo humano desde lo divino, como dijo San Agustín, de quien se considera hijo espiritual.
Ese vínculo con el santo no es menor. El nuevo pontífice es el primer Papa agustino en la historia de la Iglesia. Y con ello, llega al trono de Pedro una espiritualidad enraizada en la búsqueda interior. “Señor, que te conozca; Señor, que me conozca”, escribió Agustín. ¿Será este el eje de los desafíos que le esperan al pontífice? Apud y el padre Luis Zazano, conocido por su labor pastoral y su presencia en redes sociales, los analizaron.
Puntos importantes
Para empezar, Zazano enumeró los que, a su criterio, serán los cinco grandes retos del pontificado de León XIV. El primero y más urgente: la situación global de guerra, especialmente el conflicto entre Ucrania y Rusia. “León XIV no es ajeno a estos escenarios: se formó en cultura estadounidense, estudió derecho canónico —lo que lo acerca al perfil de un “abogado de la Iglesia”— y tuvo un rol central en el Dicasterio para los Obispos, lo que le permitió un profundo conocimiento del cuerpo episcopal, incluyendo los obispos ucranianos nombrados por Francisco”, detalló.
El sacerdote destaca que esta combinación lo posiciona como una figura con potencial para intervenir en este conflicto, que según advertencias del Papa argentino, podría escalar hacia una Tercera Guerra Mundial si se ve involucrado un país limítrofe como Polonia.
El segundo desafío que mencionó Zazano es el diálogo con los tres grandes poderes mundiales actuales: Estados Unidos, Rusia y China. Estas naciones concentran poder en tres dimensiones críticas: la política, la economía y la tecnología, por lo que la Santa Sede tiene la posibilidad de posicionarse como un actor espiritual capaz de mediar y proponer principios éticos en estas relaciones.
El tercer punto es la crisis migratoria global. Millones de personas se ven obligadas a abandonar sus tierras por guerras, persecuciones o pobreza extrema. El sacerdote advirtió que esta problemática será central también en el vínculo con Estados Unidos, especialmente si Donald Trump (quien ha impulsado políticas de expulsión de migrantes) vuelve a tener influencia directa. “La Iglesia podría desempeñar un rol clave no solo desde la caridad, sino también en la defensa pública de la dignidad humana”, enfatizó.
En cuarto lugar, el sacerdote nombró un tema ineludible: la inteligencia artificial y los dilemas ético-morales que conlleva. Zazano recuerda que el papa Francisco ya planteó el tema en encuentros del G20, alertando sobre el poder creciente de estas tecnologías. El riesgo de que la IA suplante oficios humanos o incluso use datos personales sin consentimiento plantea dilemas inéditos. “Aquí, la Iglesia podría intervenir desde la ética, proponiendo un marco espiritual frente al pragmatismo de los algoritmos”, aseveró. ¿Habrá lugar para la compasión, la libertad y el alma en un mundo de algoritmos?
Finalmente, Zazano indicó que el Papa deberá afrontar una crisis económica global que impacta especialmente en los más vulnerables. En ese sentido advirtió sobre el deterioro del sistema económico mundial, con episodios como el reciente apagón en España, que dejó inoperativo el sistema bancario digital y generó caos por la falta de billetes físicos, muestran la fragilidad del orden actual.
Por eso, el sacerdote interpreta esta elección como un guiño a la justicia social, y un llamado a construir un modelo económico que tome elementos del capitalismo y del socialismo sin caer en los extremos. “Todo extremo es malo”, subrayó.
Una elección cargada de signos
Apud volvió a tomar la palabra para comentar que hubo tres elementos que le resultaron especialmente significativos en la elección del nuevo pontífice: su saludo inicial centrado en la paz, su identidad como agustino, y el nombre elegido: León XIV.
“Eso no es casual”- afirmó- “León XIII fue el Papa de la Rerum Novarum, la gran encíclica sobre la cuestión social. Con ese nombre, ya nos está diciendo hacia dónde quiere ir”. En otras palabras, un Papa comprometido con las grandes cuestiones de la humanidad, especialmente aquellas que tocan la justicia, la dignidad del trabajo y el papel de la Iglesia en los conflictos sociales.
León XIV trae consigo una trayectoria marcada por la lucha social. “Me dio la impresión de que es un Papa sencillo, mariano, profundamente pastoral”, reflexionó Apud.
El sacerdote también destacó el momento en que pidió a todos rezar el Ave María. “Fue la frutilla del postre”, dijo. “Su espiritualidad es clara, no ambigua. Es un Papa que comunica con profundidad, sin rebusques”, sentenció.
Un pastor para la ciudad de Dios
“Creo que el mundo debe reconocer que este no es solo un pastor para la ciudad de Dios, sino también para la ciudad terrena”, sostuvo el padre Apud. Y agregó: “Ha llamado a construir una paz desarmada, con diálogo, reconociéndonos todos como seres humanos, necesitados, frágiles”. Esta visión recupera la idea agustiniana de que no se puede construir lo terreno sin mirar lo eterno.
León XIV parece haber comprendido que su rol es también el de un mediador en una era de polarizaciones. Y que su palabra, en medio del ruido, puede ser luz. No como poder terrenal, sino como autoridad espiritual. No como juez, sino como testigo del amor.
Su pontificado recién comienza. Pero sus primeros gestos, sus palabras, y su herencia espiritual permiten imaginar un liderazgo enfocado en la justicia, la dignidad y, sobre todo, la paz. Como dijo Apud, el mundo entero miró esa chimenea blanca no por curiosidad, sino porque todavía cree (o quiere creer) que la Iglesia tiene algo distinto que decir. León XIV parece dispuesto a no defraudar esa esperanza.