Doce años separan dos momentos clave en la historia reciente de la Iglesia Católica, y ambos comparten un enigma: la presencia fugaz de un monje franciscano. La primera vez, en 2013, entre la multitud que colmaba la Plaza San Pedro durante el cónclave que elegiría a Jorge Bergoglio como papa Francisco. La segunda, hace apenas unos días, en el mismo escenario, durante la asunción de Robert Francis Prevost Martínez como León XIV.
El reciente cónclave, más allá de la elección del nuevo Sumo Pontífice, desenterró historias que parecían olvidadas. Entre ellas, la reaparición de este silencioso peregrino, vestido con el hábito austero de los franciscanos, que despertó la curiosidad y las preguntas de quienes lo reconocieron.
Se trata, según trascendió, de Massimo Coppo, un italiano de unos 64 años originario de Asís, la cuna de San Francisco. Testigos afirman que recorrió a pie el camino desde su ciudad natal hasta el Vaticano, impulsado por la fe y el deseo de rezar por el nuevo líder de la Iglesia. Su presencia, inadvertida para muchos en el torbellino de la ceremonia, no pasó desapercibida para aquellos que recordaban su anterior aparición.
Se mezcló entre la multitud
Ataviado con su característico hábito, un bastón de caminante, alpargatas desgastadas y un bolso de lona al hombro, Coppo se mezcló entre la multitud. Su semblante, sereno y concentrado, contrastaba con la euforia generalizada. Doce años atrás, en la asunción de Francisco, había expresado su anhelo de un "pontífice para los pobres, que hable de la eternidad, del infierno y del retorno de Cristo".
Esta vez, sin embargo, el monje permaneció en silencio. No buscó la atención de la prensa, ni pronunció palabra alguna. Simplemente, presenció la ceremonia, absorto en sus oraciones, antes de desaparecer discretamente entre la multitud. Su imagen, capturada por algunos presentes, no tardó en viralizarse en redes sociales, alimentando las preguntas sobre su identidad y sus motivos.
Mientras más de 40.000 fieles aclamaban a León XIV, proclamado tras la fumata blanca que anunciaba el fin del cónclave y el inicio de un nuevo capítulo para la Iglesia, la enigmática figura de Massimo Coppo recordaba la persistencia de la fe, el poder del silencio y el misterio que, a veces, se esconde entre la multitud.
La historia de este monje errante se suma a las incontables narrativas que conforman el mosaico humano que rodea la elección de un Papa, un recordatorio de que, incluso en los eventos más grandiosos, la devoción personal puede ser el elemento más sorprendente.