En un clima de recogimiento y sencillez, fiel a los deseos expresados en su testamento espiritual, el funeral del papa Francisco cuenta con la participación del organista principal del Vaticano, Josep Solé Coll, y del histórico coro de la Capilla Sixtina.
“No vamos a hacer nada suntuoso porque así lo ha dejado en su testamento”, aseguró Solé Coll, quien acompaña la ceremonia con el imponente sonido del órgano de la Basílica de San Pedro. El instrumento resonará durante momentos clave: la entrada y salida del féretro, reforzando el clima solemne que marcará el último adiós al primer Papa latinoamericano.
Durante la misa de difuntos, la música estará centrada en el canto gregoriano y en la polifonía sacra, con obras de grandes maestros como Giovanni Pierluigi da Palestrina, Domenico Bartolucci y Mons. Giuseppe Liberto. Aunque aún no se confirmó, existe la posibilidad de que Solé pueda interpretar una pieza en solitario, como sucedió en el funeral de Benedicto XVI. De ser autorizado, adaptaría una sonata de Beethoven, compositor por el que el Papa Francisco sentía especial admiración.
El legado de la Capilla Sixtina en cada nota
El Coro de la Capilla Sixtina, que acompañará los momentos más emotivos de la ceremonia, es el coro más antiguo en actividad continua del mundo, con más de 1500 años de historia. Formado por 20 cantantes adultos y alrededor de 35 niños —los célebres Pueri Cantores—, esta agrupación no solo participa en las celebraciones papales, sino que también realiza conciertos en diversas partes del mundo, llevando el patrimonio musical de la Iglesia más allá de los muros del Vaticano.
Los niños que integran el coro son formados en la Schola Puerorum, una escuela gratuita que combina la educación académica y la excelencia musical. Ingresan en tercer grado y concluyen su formación en octavo, manteniendo viva una tradición que se remonta a los primeros siglos del cristianismo.
Aunque históricamente el coro cantó bajo los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, en los últimos años la mayoría de sus actuaciones litúrgicas se trasladaron a la imponente Basílica de San Pedro.