Del no comer carne al no usar redes: cómo se reinventan las prácticas de Semana Santa

Del no comer carne al no usar redes: cómo se reinventan las prácticas de Semana Santa

La viglia, tan tradicional en esta época, no es la misma de siempre. Las ofrendas de cada persona pueden ser distintas.

NUEVAS FORMAS. Más allá del alimento, la gente puede elegir hoy cómo llevar adelante este sacrificio.

“Cuando era más chica pasé muchos años en Infancia Misionera, y recuerdo que la Semana Santa era una época que despertaba muchas emociones en nuestro grupo. Allí nos inculcaron y nos enseñaron la diferencia entre el ayuno y la abstinencia de carne. Hace cinco años me convertí en vegetariana así que tuve que resignificar el segundo”, cuenta Sol Villagrán.

La estudiante universitaria entendió siempre la abstinencia como un sacrificio, y el que ella practica ahora es el de dejar el azúcar. “Como es algo que realmente me cuesta, cada viernes de cuaresma no como nada dulce. Ni siquiera agrego edulcorantes al café. Pero además, dedico una hora de ese día a rezar el rosario”, afirma.

Para Villagrán en tiempos donde lo inmediato y lo material parecen imponerse, mantener ciertas prácticas espirituales la ayudan a abrir un paréntesis en la rutina y recordar lo esencial que es su fe.

¿Qué significan realmente estas tradiciones católicas? ¿Cómo se viven en la actualidad? Dos voces con profundidad teológica y pastoral -Ruth Ramasco doctora en Filosofía y ex profesora de Filosofía Medieval en la Facultad de Filosofía y Letras (UNT), y el sacerdote Rodolfo Apud- ayudan a comprender estas prácticas más allá del mandato religioso.

Aligerar la vida

“La diferencia entre el ayuno y la abstinencia es importante. No obstante, ambos son signos que nos ayudan a aligerar la vida, a concentrarla en la espera del Señor”, explica Ramasco. Según la filósofa, el ayuno practicado principalmente el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, consiste en hacer una sola comida principal al día y otras dos muy livianas.

ORACIÓN. Rezar y encomendarse a Dios es otra clave de estas fechas.

Pero el gesto va más allá de lo alimentario: “Así como cuando esperamos algo importante dejamos de hacer otras cosas, el ayuno es una señal de que esperamos. No importa tanto lo que nos damos, sino lo que viene: el Señor de la vida”, reflexiona.

Ramasco subraya que estas prácticas tienen un fuerte valor simbólico. “Es como cuando esperamos que vuelva alguien que amamos y marcamos los días en el calendario. La abstinencia de carne los viernes de Cuaresma también es eso: una señal de espera y de memoria”, señala.

Sentido espiritual

Apud, por su parte, define al ayuno como una práctica ancestral y lo relaciona directamente con el crecimiento espiritual: “Es una expresión de renuncia que nos ayuda a refrenar las pasiones y elevar el espíritu. El ayuno corporal nos permite darle al cuerpo lo que necesita, no lo que pide sin razón”.

En opinión del sacerdote, el ayuno tiene un valor formativo: “Se puede practicar cada vez que uno se siente perturbado por los pensamientos que te alejan de Dios. Nos ayuda a no ser esclavos de nuestros apetitos de la carne, que no son solo sexuales, sino también del exceso de comida, de consumo, de estímulos”, agrega

Mientras que sobre las diferencias entre ambas prácticas añade: “El ayuno forma espiritualmente, en tanto que la abstinencia está mandada como señal externa. A partir de los 14 años, se pide no comer carne los viernes en honor a la Pasión de Jesús, que sufrió ese día”, observa.

Con el paso del tiempo, las formas de vivir estas prácticas han ido transformándose. “Muchas veces la abstinencia se desvirtuó -advierte Ramasco- y en vez de carne se hacía una gran comida de pescado o de humitas. Por eso el papa Francisco y otros antecesores, por ejemplo, propusieron que podía sustituirse por un acto de caridad. Porque lo que importa no es tanto la comida, sino que el amor sea lo que trascienda en estos días”.

Así, vivir la abstinencia como una ofrenda o como un acto solidario hacia el prójimo también es válido. “El ayuno puede ser una puerta de entrada a una vida más conectada con lo esencial, sobre todo en un mundo tan materialista e inmediato como el nuestro”, detalla.

Enseñar signos de amor

Tanto el sacerdote como la filósofa, coinciden en que lo más profundo del ayuno no es la privación en sí, sino lo que despierta. “El sufrimiento tiene otro sentido para Cristo: es expresión de su amor. Él sufre porque ama. Y el amor verdadero, cuando ve rechazo, se enciende más”, medita Apud. “Desde lo más profundo de su dolor en la cruz, Jesús dice cuánto nos ama. No hay mayor amor que dar la vida por lo que uno ama”.

Ramasco, invita a no vivir estas prácticas como imposiciones. “No hay que presentarlas a los hijos como una restricción. Hay que explicar el sentido. Cuando amamos, hacemos signos: me quedo esperando en la puerta si mi hijo no llega. El ayuno es lo mismo, un signo de que espero, de que amo”, considera.

Por eso, en tiempos donde la Semana Santa suele quedar reducida a un descanso largo o una oportunidad turística, estas prácticas invitan a recuperar su sentido más hondo. No se trata de comer menos, sino de amar más y elevar nuestro espíritu.

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