En la última década América Latina logró avances significativos en el acceso a la educación secundaria, no obstante, Argentina se destacó por un fenómeno inverso al del resto de la región: fue el único país donde aumentó la segregación socioeconómica entre los estudiantes de escuelas estatales y privadas.
Así lo revela el informe “Matrícula y segregación escolar en América Latina: una mirada a la última década”, elaborado por el Observatorio de Argentinos por la Educación junto a los investigadores Emmanuel Vazquez (CEDLAS), María Sol Alzú y Leyre Sáenz Guillén. El trabajo se basa en los resultados de las pruebas PISA de 2012 y 2022, y analiza el perfil socioeconómico del alumnado en siete países: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay.
Los datos muestran que mientras todos los países analizados redujeron o mantuvieron estables las diferencias entre estudiantes según su nivel socioeconómico, pero Argentina fue la excepción.
La distancia entre los sectores educativo público y privado se amplió un 26% en la última década, reflejando una creciente fragmentación social dentro del sistema.
En contraste, países como México y Chile lograron avances notables en la integración socioeconómica entre ambos sectores, con caídas del 51% y 44% respectivamente. Brasil (-20%), Uruguay (-17%), Perú (-16%) y Colombia (-4%) también mostraron mejoras en ese sentido.
Argentina, sin embargo, no sólo fue el único país que no logró cerrar esa brecha, sino que la profundizó, por lo que aunque más niños y adolescentes tienen acceso a la educación secundaria, la segregación escolar por nivel socioeconómico (NSE) se mantiene como una característica estructural.
Una inquietud
La tendencia preocupa porque la segregación escolar por nivel socioeconómico es una característica estructural de la región, y se asocia no solo con desigualdades de origen, sino también con impactos en la calidad educativa y la cohesión social.
En América Latina, el promedio de segregación entre los sectores estatal y privado fue del 23% en 2022, muy por encima del 5% registrado en los países de la OCDE.
Sandra Ziegler, investigadora de Flacso, señala que en Argentina, como en América Latina, el incremento en la inclusión educativa no ha venido acompañado por una mayor integración social dentro de las aulas. “Por el contrario, se observa una creciente distancia socioeconómica entre las escuelas públicas y privadas. Esto limita las oportunidades de interacción entre estudiantes de distintos contextos, interacciones que son clave para enriquecer los aprendizajes y promover una convivencia democrática”, expresa.
A pesar del problema estructural, Argentina presenta una de las tasas de matrícula neta en secundaria más altas de la región: el 94% de los adolescentes asisten a la escuela, según datos de 2022. Le siguen Perú (93%) y Chile (91%).
De todos formas, el aumento del acceso no implicó una mejora en la integración social, lo que genera una paradoja preocupante: más jóvenes en las aulas, pero en burbujas cada vez más cerradas desde lo económico.
Una explicación
Cecilia Adrogué, investigadora del Conicet y profesora en la Universidad Austral, describe que el informe muestra que en la región se dio un fuerte aumento de la matriculación en la escuela secundaria, lo cual representa una muy buena noticia.
“También intenta arrojar luz sobre una de las posibles causas de la segregación, que es aquella que se da por la opción por parte de los alumnos con más oportunidades económicas de migrar a las escuelas de gestión privada”, explica.
Y considera: “La tasa de natalidad ha descendido y las escuelas tendrán menos niños que atender. Esto puede representar una gran oportunidad de mejorar la escuela pública y detener la migración hacia las escuelas de gestión privada”
Natalia Krüger, de la Universidad Nacional del Sur y el Conicet, concluye que sin una mayor integración social en la escuela, no será posible alcanzar una inclusión educativa plena.
“Las brechas crecientes entre los sectores público y privado y la tendencia a socializarse en burbujas socioeconómicas no solo amenazan la cohesión social futura, sino que también alimentan la desigualdad en el rendimiento académico. Este desafío debe ocupar un lugar central en las políticas educativas”, sostiene.