Despacio Escuela

14 Jul 2015
1

Señales...

Un alumno golpea a otro. Un docente dice: "Me faltaron el respeto". Una directora saca a una joven de la fila. Un grupo de alumnos hace bromas pesadas a una compañera. Estas situaciones ocurren todos los días en todas las escuelas y colegios del mundo. ¿Qué hacer? Cientos de estrategias pedagógicas pueden responder a esta pregunta y, aunque siempre depende de las particularidades del caso, una de ellas es sancionar al culpable.

La sanción nació mucho antes que todos los sistemas educativos y está prevista prácticamente en todas las organizaciones humanas . Estamos milenariamente acostumbrados a ella y milenariamente se ha discutido sobre su efectividad. Algunos dicen que "hay que sancionar", otros dicen que "no" y otros no dicen nada. Por mi parte creo que la sanción en la escuela es una herramienta pedagógica útil, siempre y cuando sea utilizada en beneficio del sancionado. Es decir, si realmente provoca una tranformación positiva. Y eso se produce sólo si es empleada con Amor. Una sanción real busca poner límites y los límites tienen que ver con la existencia de las personas. Poner límite con amor es reconocer la existencia del otro. Por el contrario, no ponerlos provoca primero incertidumbre, luego temor y al final violencia. Un amigo psiquiatra me dijo una vez que la neurosis deriva del exceso de reglas y la violencia de su inexistencia.   

También creo que a veces la sanción es inútil. Me refiero a los casos en que es utilizada para ejemplificar o sea cuando se la impone para que no lo hagan los demás; o como venganza ("éste va a ver con quién se metió"); o como castigo ("ahora que sufra las consecuencias"); o para protección ("a mí me van a respetar"); o para proteger a la institución ("no podemos permitir que esto ocurra aquí"). Al final todo depende del caso, del contexto, de los implicados y de la íntima intención del sancionador. 

¿Y qué otra cosa podemos hacer? Me gustaría en este blog darles a conocer a algunos y recordarles a otros la llamada: Pedagogía Restaurativa.

Los programas de justicia restaurativa promueven un cambio en la cultura sancionadora impulsando la reparación y la asunción de responsabilidad, no sólo en relación a los hechos sino con respecto a la búsqueda de soluciones. En este camino la mediación escolar aparece como una nueva cultura que implica la responsabilización de los afectados en el conflicto y la convivencia colaborativa. Son varios los países del mundo que han venido implementando programas de justicia restaurativa en el ámbito escolar.

¿Qué es lo esencial de este paradigma?

El cambio de enfoque. Quien comete una falta no sólo viola reglas sino que también viola y daña relaciones. El énfasis se pone en este último aspecto en lugar de centrarse en la culpa y el castigo.

Para graficar la idea les presento las diferentes preguntas que se hacen desde los diferentes paradigmas:

Sancionador:

¿Qué norma se ha infringido?, ¿quién debe ser culpado? y ¿de qué manera debemos castigar al infractor?

Restaurativo:

¿Qué pasó?, ¿qué pensaste en ese momento?, ¿qué sentiste? y ahora, ¿cómo te sientes, qué piensas?, ¿quién ha sido perjudicado?, ¿quién es el responsable de arreglar la situación y reparar? y ¿de qué manera se puede satisfacer la reparación? ¿qué necesitan las personas afectadas?,¿qué se puede hacer para que la situación no se repita en un futuro?

No cabe duda de que para pasar de un sistema basado en la culpa a uno basado en el valor de la relación tenemos primero que cambiar nuestras cabezas. Y para que ese cambio de paradigama sea seriamente implementado y no sea otra víctima de las ideologías (los a favor y los en contra) tenemos, además, que cambiar nuestros corazones. 

Para implementar esta idea es prioritario desarrollar una transformación en los actores de las comunidades educativas. Incluso en los padres, para que todos hablemos el mismo idioma. Este cambio de modelo requiere del aprendizaje de competencias restaurativas que permitan gestionar los conflictos de una manera más efectiva.

En este paradigma todo vale. Quiero decir que todo tiene valor (pensamientos, emociones, acciones, las necesidades de cada uno, la responsabilidad y la reparación). Es por ello que la pedagogía restaurativa necesita de la ecuanimidad de los alumnos, de los padres, de los docentes y de los directivos. Y son, entre otros, los programas de mediación escolar los que facilitan el desarrollo de esa ecuanimidad. Si bien todos, en alguna medida, somos ecuánimes, también es cierto que para serlo más tenemos que entrenar.

Creo que la cuestión no pasa por cambiar leyes ni estructuras organizacionales, sino por iniciar con los actores institucionales un proceso de conocimiento y entrenamiento en estas habilidades. Luego, como todo cambio, se irá dando de a poco y sin apuro. Recordando que el tiempo se venga de todo aquello que hacemos sin su colaboración.

La idea es sumar lo restaurativo con una "y" en vez de elegir uno u otro modelo con una "o". Y después, como siempre, ir viendo las señales que van apareciendo en el camino... especialmente la que dice: "Despacio escuela".

¡Hasta la próxima! 

Comentarios