"Cayó de repente; fue tremendo ver cómo el árbol aplastaba el transporte"

"Cayó de repente; fue tremendo ver cómo el árbol aplastaba el transporte"

El padre del niño que falleció no tenía consuelo. Todo era tristeza en la zona donde ocurrió el terrible accidente, y la gente se consolaba entre sí Los pobladores de la zona donde ocurrió la tragedia no podían creer lo que había pasado. Preguntas sin respuesta.

EL PEOR ESCENARIO. Dos mujeres lloran y observan el lugar de la tragedia; intentan cubrirse de la lluvia con un pequeño paraguas. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.- EL PEOR ESCENARIO. Dos mujeres lloran y observan el lugar de la tragedia; intentan cubrirse de la lluvia con un pequeño paraguas. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.-
12 Noviembre 2016

Lo llevaban de un lado al otro, abrazado, sostenido. Y él, simplemente, se dejaba conducir. Con los ojos hinchados y rojos. Con la mirada de esas que miran sin mirar. Y en un momento, en medio del llanto de todos los demás, él, que no había dicho nada, murmuró: “¿cómo hago yo para seguir ahora?”. Gustavo Guerrero se quedó ayer, antes de las 8.30 de la mañana, sin su hijo, Gustavo, de cinco años, cuando el transporte escolar en la que iba a la escuela fue aplastado por un eucalipto, que cayó de repente.

Un rato antes, al niño le habían puesto el delantal del jardín de infantes y le habían colgado la mochila. La furgoneta quedó convertida en chatarra. Por partes, los hierros y chapas no alcanzaban el metro de altura. Nadie hubiese supuesto -sin saberlo de antemano- que eso había sido un furgón. El árbol se desplomó en momentos en que el vehículo pasaba por la avenida Solano Vera al 1.000, en Yerba Buena. Estaba dentro de una vivienda situada del lado oeste de esa calle, y debe haber medido unos 50 metros de altura.

A juzgar por la forma en que quedó el vehículo (una trafic Renault blanca), el tronco impactó de punta a punta. No hizo distinciones. Gustavo era el único niño a bordo. El conductor, Domingo Martín Cancino, de 53 años, fue trasladado al hospital Padilla, con traumatismos. También un motociclista, Jorge Guerrero, de 32 años, fue golpeado por las ramas, y debió ser hospitalizado. “Yo venía justo detrás de ellos. Cayó de repente. Fue tremendo ver cómo el árbol aplastaba el transporte”, cuenta un hombre con los ojos llenos de lágrimas. Y no llega a decir más nada, ni su nombre, porque el llanto le ahoga las palabras.

Es que en la zona del accidente las escenas eran tristísimas. Empapados todos -porque la lluvia no daba tregua- los familiares del pequeño, los vecinos y un grupo de transportistas se consolaban entre sí. Del otro lado de la cinta de seguridad, la Policía, los funcionarios de la Municipalidad y los bomberos voluntarios de Yerba Buena iban de un lado a otro. “Lo primero que vi fue al chiquito en el pavimento. Alguien lo había sacado. Su mochila había quedado dentro”, cuenta Pedro Hernán Rodríguez Zalazar, jefe de ese destacamento de bomberos.

Luego, los hombres a su cargo y los vecinos levantaron, entre varios, las ramas que aprisionaban al motociclista. “En esos momentos, todavía no sabíamos si había más niños en el transporte. El escenario era muy complicado. Revisamos el lugar, con temor de hallar otro nene”, relata. Cuando tuvieron la certeza de que no había más pasajeros, descubrieron que la camioneta estaba perdiendo combustible y que, de un momento a otro, podía explotar. Le quitaran la batería.

El niño iba a salita de cinco años de la escuela Reconquista, contaron sus tías. Vivía en la zona de La Rinconada, al 3.500 de Solano Vera. Al momento de la caída del árbol, la velocidad del viento era de 15 kilómetros por hora. Algunos de los habitantes de esa cuadra dijeron que en varias ocasiones habían pedido a éste y a los gobiernos anteriores que se hicieran cargo de ese eucalipto. Campero asegura que ellos no habían recibido ningún reclamo, y que los gobernantes pasados no les dejaron registros.

El de ayer -no obstante- no fue el primer episodio en el que un árbol acaba encima de un vehículo, en esa ciudad. En noviembre de 2013, por ejemplo, Ricardo Cil iba con su hijo de 10 meses, en auto, por la calle Güemes. Llovía y soplaba viento. Se les cayó un pino encima. También la parte trasera de la camioneta de Mariela Molineri, con ella adentro, fue aplastada por el mismo ejemplar, en aquella ocasión.Al año siguiente, en marzo de 2014, una rama destrozó un Chevrolet Celta que circulaba por Bartolomé Hernández y Salas y Valdez. Su conductor, el arquitecto Rolando Piñero, tuvo que ser internado. En febrero de este año, un vendaval derribó 45 árboles en la zona norte de la ciudad, en menos de una hora. Y hace un mes, el 9 de octubre, un árbol que se encontraba en Cariola y Camino del Perú se desplomó sobre un auto en el que iban dos personas; sólo hubo daños materiales. Al cierre de esta nota, los dos sobrevivientes continúaban internados, y su estado era reservado.

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