La creación de la Academia Nacional del Folklore

La creación de la Academia Nacional del Folklore

30 Mayo 2014
Está íntimamente ligado con la identidad porque nace de las entrañas del mismo pueblo. “La sabiduría folklórica no puede aprenderse sino tradicionalmente: de viva voz, ‘por boca’, por explicación oral, por imitación. El folklore es el arte del pueblo. El Folklore, así con mayúscula, es la ciencia que estudia ese arte popular”, afirmaba el escritor y antropólogo peruano José María Arguedas.

Ayer se recordó el Día del Folclorista. La fecha fue instituida en 2011 por la Ley Nº 26.665, en memoria del nacimiento de don Andrés Chazarreta (1876-1960), patriarca del Folclore. En coincidencia con la celebración, el Senado de la Nación sancionó por unanimidad la creación de la Academia Nacional del Folklore, cuya iniciativa había sido propuesta por la extinta diputada sanjuanina Margarita Ferrá de Bartol (FpV). De esta manera, la Academia de Folklore de la República Argentina (AFRA) se eleva a la jerarquía de nacional, como la del Tango, presidida por Horacio Ferrer, que fue creada en 1990, por Decreto 1.235 del Poder Ejecutivo Nacional, con el objetivo de que “dicho patrimonio artístico nacional debe ser recopilado, ordenado, estudiado y salvado definitivamente de toda posibilidad de pérdida o destrucción”.

Aunque la iniciativa debe ser aún promulgada por el Poder Ejecutivo Nacional, se trata, por cierto, de un gran acierto, en primer lugar porque nace de una ley y no de un decreto, y en segundo lugar, porque le permitirá a la Academia proyectar con mayor autoridad sus innumerables proyectos para divulgar nuestro quehacer nativo en todos los ámbitos. “Es fundamental reconstruir el árbol genealógico, que nos posibilite reafirmar y revalorizar nuestras raíces nacionales y latinoamericanas, y despertar sentido de pertenencia y amor hacia nuestra identidad”, dijo recientemente el compositor e intérprete Antonio Rodríguez Villar, presidente de la AFRA, y autor de la “Antología de la canción criolla”.

Una de las propuestas de la Academia que tal vez ahora, con su nuevo estatus, tenga mayores posibilidades de cristalizar, es la enseñanza del folclore en las escuelas, como un modo de afianzar la identidad y de fortalecer la cultura, de manera que las futuras generaciones tengan donde abrevar y aprendan a querer lo que nos constituye como pueblo. Sería importante que ello sucediera en Tucumán, donde no se enseña su historia, su cultura, en forma sistemática. Ello se refleja en el desconocimiento, en general, que tienen nuestros comprovincianos acerca de nuestro pasado. La enseñanza de aspectos del folclore, especialmente el baile, se mantiene en muchas escuelas rurales. Sería interesante que cada establecimiento tuviera, por ejemplo, conjuntos de danzas y musicales o que se enseñara a cocinar comidas criollas. Podrían organizarse luego certámenes interescolares y luego interprovinciales. No sólo se estimularía el aprendizaje de este saber folclórico, sino también se enseñaría a querer lo nuestro.

El hecho de contar con una Academia Nacional de Folklore no implica que todo el saber nativo deba guardarse en una bóveda para evitar su contaminación, sino que habría desparramarlo como semillas al viento para que prenda con fuerza en cada corazón argentino y crezca como algo vivo, en permanente movimiento. “Así es nuestro folclore, cuando le crece el silencio, la boca del pueblo lo sale a cantar”, solía decir la consagrada Mercedes Sosa.

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