Un enamorado del género humano

Un enamorado del género humano

Su vida desafía la memoria y la capacidad de síntesis. El estudioso de la historia, el abogado, el profesor, el escritor, el político, el magistrado, el amigo y el esposo... todo lo hizo con valor y entusiasmo

26 Junio 2007
Arturo Domingo Ponsati fue un individuo que se destacó. La afirmación se compadece con los muchos méritos que acumuló en el trance de la vida pero también con la circunstancia de su muerte. Ponsati se apagó a los 60, cuando todavía su energía y su don de hacer no habían encontrado en él el tope de la realización. O tal vez Ponsati fue siempre un insatisfecho, en el pensamiento y en la acción. A la tristeza de su partida hay que añadir, entonces, el dolor por la estadística incumplida. ¡Ay si a Ponsati le hubiesen dado, al menos, los 75 años del promedio!
El Suplemento Tribunales número 65 lo recuerda en las semanas previas al 70 aniversario de su nacimiento, ocurrido el 4 de agosto de 1937, en San Miguel de Tucumán. Fue el único hijo de la pareja formada por  Angélica Ortiz Zavalía y Arturo Ponsati Córdoba, periodista sobresaliente que llegó a conducir la redacción de LA GACETA.
El joven Ponsati estudió en el Colegio Sagrado Corazón, donde compartió recreos, horas de estudio e incipientes discusiones con jóvenes que, como él, luego ocuparían posiciones públicas relevantes en la comunidad, como el periodista y escritor Julio Ardiles Gray. Los que lo conocieron en esa etapa recuerdan que siempre fue conversador, curioso y vehemente. Tenía condiciones naturales para el liderazgo y no las desaprovechó. Ponsati militaba con fervor en la Acción Católica y, de ese modo, ponía las bases espirituales de lo que en el futuro lo convertiría en una expresión auténtica de su generación. Con los más altos honores concluyó el bachillerato en 1954.
El que sobresale abre huellas en todo tiempo y lugar. Es lo que dejó Ponsati, tras su paso por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Con ideales muy próximos a los que luego formularía con tesón en la Democracia Cristiana (DC), Ponsati participó de la política universitaria por medio de la Liga Humanista, que fundó y condujo. Además de estudiar con seriedad y de aportar sus ideas a la vida institucional de la Casa de Juan B. Terán, Ponsati se desempeñaba como empleado de la Justicia Federal. El deceso temprano de su padre no le había dejado otra alternativa.

Los años de oro
En 1960, alcanzado ya el título de abogado, comienza la militancia intensiva del Ponsati interesado por las cuestiones públicas, del Ponsati intelectual, del Ponsati litigante, del animador cultural también. Es la década de la fundación de la Democracia Cristiana, partido político al que entregó la vida y la obra; del breve paso por la Justicia como prosecretario de la Cámara Federal de Apelaciones y de la abogacía incansable. Una gira de tres meses por Europa, en 1962, influyó decisivamente sobre su carácter ávido de absorber el mundo.
Pero al mismo tiempo que progresaba en la consideración y el respeto de sus contemporáneos, Ponsati se esforzaba por fortalecer su espíritu y su intimidad. Junto a María Angélica Robledo, apasionada actriz y también letrada, fundó un hogar propio, en cuyos límites nació Arturo Ponsati (h), que fue hijo único al igual que su padre.
A diferencia de lo que sucedió con otros profesionales, la última interrupción del orden democrático no encontró ninguna complicidad en Ponsati. Sus conocimientos jurídicos, como pedía el Quijote, sólo fueron conmovidos por la misericordia y el amor por el prójimo. En el Estudio “Román & Ponsati” atendió las consultas de los colegios de Bioquímicos, Psicólogos y Farmacéuticos; de la Agrupación Gremial de Educadores de Tucumán (AGET) y de la Federación de Empleados de la Industria Azucarera (FEIA). El oficio de litigar no lo privaba, sin embargo, de asumir enormes compromisos académicos. Prueba de ello es la tesis “El ideal histórico concreto de la nueva cristiandad en el pensamiento político de Jacques Maritain”, con la que Ponsati obtuvo el título de doctor, en 1980.
Ponsati era un docente nato, dotado de la humildad necesaria para hacer algo sencillo de lo complejo sin menoscabar la belleza de la propuesta intelectual. Así lo recuerdan sus ex alumnos y colegas de las cátedras de Historia de las Instituciones y de Derecho Político de la Facultad de Derecho de la UNT, de Derecho Político en la Unsta, y de Ciencia Política en la Universidad Católica de Santiago del Estero. Infatigable, promovió el cuarto programa de posgrado de la UNT, el Magister en Ciencias Políticas con orientación a la Historia del Pensamiento Político, que el Consejo Superior aprobó luego de una discusión en la que, por sobre las dudas, finalmente prevaleció la confianza en la seriedad de Ponsati.

Justa despedida
Diputado provincial por la DC, secretario de Educación durante la intervención de Julio César Aráoz, candidato a vicepresidente de la Nación y a gobernador, vocal de la Corte Suprema... Ponsati lo hizo todo con el mismo entusiasmo que prodigó a sus ensayos publicados en LA GACETA Literaria, que a menudo desataban intensas polémicas con lectores. Era un creyente del género humano y un cristiano enamorado de la divinidad que alcanzaba a divisar en los individuos. Convencido de su hora histórica, no desperdició ninguna oportunidad para difundir su pensamiento, muchas veces pulido al calor de las inolvidables charlas con amigos en las noches extendidas de “La Cosechera”. “Soy un vicioso de la tertulia”, admitía.
El Viernes Santo del 9 de abril de 1998, en el adiós a sus restos, alguien gritó: “¡viva Arturo!”. Para un fuera de serie no cabía otra despedida.