Un país inviable
Un país inviable

“El mago hizo un gesto y desapareció el hambre, hizo otro gesto y desapareció la injusticia, hizo otro gesto y se acabó la guerra. El político hizo un gesto y desapareció el mago.” Woody Allen

Pobres, famélicos y analfabetos. El futuro de los jóvenes de nuestro país será dramático. Los últimos informes de la realidad socioeconómica de nuestro país nos muestran una realidad que no hace más que profundizar la desesperanza en la que nos encontramos. Mientras tanto, desde hace meses vemos afiches y campañas publicitarias en todo el país de gente que, mientras sonríe, asegura que puede sacarnos de este infierno en el que vivimos.

“Las deudas sociales con la infancia se retrotraen a los niveles pre pandemia, marcando lo estructural de las carencias y desigualdades sociales que condicionan su desarrollo. En Argentina, seis de cada 10 niños, niñas y adolescentes (NNyA) de hasta 17 años son pobres (8,2 millones) y más de 4,2 millones tienen problemas de alimentación”.

El dato da vergüenza. En medio de un año electoral, los argentinos estamos siendo testigos de una cruenta pelea entre miembros de partidos políticos que buscan de manera desesperada hacerse con el poder desde diciembre. En el medio, “pasan cosas…”. El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (ODSA UCA) brindó su informe esta semana y aseguró que los niveles de pobreza son alarmantes y mostró un considerable aumento en el número de hogares con chicos de clase media que recibieron ayuda alimentaria directa o con programas de transferencia de ingresos en 2022 en relación a 2019. El informe incluye detalles dolorosos: “La inseguridad alimentaria severa -que afecta especialmente a los Niños, niñas y adolescentes (NNyA)- es cuando los progenitores reconocen que sus hijos/as han pasado hambre por no tener que comer. Esto ha seguido una tendencia más estable e incluso se ha ubicado por debajo de los dos dígitos entre 2014 y 2017, pero en los últimos cincos años se incrementó de modo significativo y alcanzó el 15% en 2020, llegando al 12,4% en 2022”. Se remarca la idea de que los padres, al contestar preguntas, advierten que sí, que sobre todo en el último lustro, sus hijos pasaron hambre. “No tienen para comer”. Según afirmaron “entre 2010 y 2022, la situación de inseguridad alimentaria se incrementó un 44%; sin embargo, el mayor deterioro se registra en los últimos cinco años. Se registra el peor momento de la serie en plena pandemia de 2020, llegando al 37,2%. Y, si bien en los últimos dos años post pandemia hay una mejora, los niveles de privación alimentaria afectan a un tercio de la población de NNyA en el segundo semestre del 2022”. El dato no es menor. Habla la UCA de los últimos cinco años, es decir desde 2017. Con este análisis, la debacle que estamos viviendo los argentinos no tiene color partidario. Durante los dos últimos años de gestión de Mauricio Macri y ya con Alberto Fernández al frente del Gobierno la situación ya era dramática, y hoy, casi insalvable.

Semejante deterioro de la situación del segmento de las infancias se produjo “a pesar del sensible incremento de la asistencia social que, en 2022, entre la Asignación Universal por Hijo (AUH) y otras transferencias alcanzaba al 49,8% de los niños cuando, en 2011 sólo llegaba al 38,5%. De allí se deduce que, por un lado, de no haber mediado un incremento de la asistencia estatal la situación resultaría aún más dramática y que, por el otro, la raíces de semejante deterioro deben explorarse en el mercado de trabajo y la profunda merma de los ingresos de las familias trabajadoras”. El Estado ayuda, pero ni así alcanza.

En medio de esta situación, las palabras deberían sobrar y los hechos imponerse. Pero lejos estamos de eso. Hace pocos días la ministra de Trabajo, Kelly Olmos, quien en diciembre había dicho que era más importante que Argentina saliera campeón que derrotar a la inflación, aseguró: “La inflación la podrá bajar el próximo gobierno, si somos nosotros”. Y agregó: “ Me gustaría, como a todos los peronistas, que pudiéramos restituirle al pueblo argentino en el menor tiempo posible lo que el macrismo les destruyó de capacidad adquisitiva, eso es lo que no hemos podido hacer”. Habla como si de los últimos 40 años de democracia, el peronismo no hubiera sido gobierno durante 28. Cuando en enero el Papa Francisco afirmó que el alto nivel de pobreza y la “inflación impresionante” son producto de la “mala administración” y de “malas políticas”, la portavoz del presidente, Gabriela Cerruti aseguró que eso “era producto de los cuatro años de macrismo”. Siempre, la culpa la tiene el otro. O el que ya pasó. Patricia Bullrich, precandidata a presidente, fue irónica: “La inflación “psicológica” de abril fue de 8,4 %. Psicológicamente creés que comprás menos productos, ¡pero no! El presidente te lo explica: no es tu bolsillo, es tu inconsciente que te hace creer que estás comprando menos”. Como si no hubiese sido parte del gobierno entre 2015 y 2019. Nadie se hace cargo, pero todos quieren seguir estando.

Pero la pobreza, además, conlleva otros flagelos. El sistema educativo exhibe un fuerte déficit que se agrava en la medida en que el 92,5% de los niños y niñas no accede a jornada extendida, el 65,3% no cuenta con computación en su currícula, el 46,8% no recibe educación en lenguas extranjeras y el 24,3% carece de educación física, plástica o música, según los últimos informes. Esta semana se reafirmó que en tercer grado, cuando ya se asume que todos los chicos deberían saber leer con fluidez, el 46% de los alumnos argentinos no maneja las nociones elementales de lectura. Entre los estudiantes más pobres, la situación es aún más alarmante: 6 de cada 10 se ubica en el nivel más bajo de acuerdo a la prueba regional ERCE, con un informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Guillermina Tiramonti (FLACSO), Eugenia Orlicki y Martín Nistal (Observatorio). De allí se desprende que en Argentina, sólo 1 de cada 10 alumnos (14%) se ubica en el nivel de desempeño más alto (nivel IV) en lectura. Para la región, el promedio es 2 de cada 10 alumnos (21%) en ese nivel. En Brasil (30%) y Perú (30,8%), por ejemplo, 3 de cada 10 alumnos alcanzan el nivel más alto.

Según Ianina Tuñón, una de las analistas del informe de la UCA, se necesitaría de buenos gobiernos durante los próximos 25 años para salir de esta situación. Mientras en Argentina los que toman decisiones están más interesados en pelear que en resolver lo que pasa, ¿qué expectativas favorables tenemos de que esto vaya a ser realmente así? Mientras tanto, en Tucumán vemos el lamentable espectáculo de filas de médicos cortando el tránsito para pedir por un sueldo digno rodeados de carteles con rostros amigables que sostienen que ellos son o serán la verdadera solución. Siempre y cuando los voten, claro.

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