Velas a la Corte

En estas tierras tucumanas, cuando faltan 15 días para sufragar asoma la idea de que los discursos más extremos son los que caen bien. Sin embargo, a la hora de definir las votaciones es la moderación lo que termina ganando.

A esta hora ya están votando los ciudadanos. La elección se anticipa reñida. Así lo vienen anunciando las encuestadoras que auguran un empate técnico entre los principales postulantes. No obstante, hay tal apatía de los electores que no descartan que pudiera haber alguna sorpresa. En todo el proceso de la campaña electoral los votantes han manifestado su enojo y malestar con la dirigencia política. El hartazgo es tanto o mayor que la desesperanza en estos comicios.

El párrafo anterior no es un recuerdo del futuro. Tampoco es el anticipo de una crónica que se publicará el 14 de mayo o en el día de votación de las PASO. No alcanza para ser el resultado de un ejercicio de futurología. En realidad es una sencillísima síntesis de lo que dicen las principales noticias de las elecciones de Paraguay, donde hoy están en condiciones de votar 4,8 millones de personas. Según los sondeos, el opositor Efraín Alegre llega con un punto por encima del oficialista Santiago Peña.

En estas tierras tucumanas, cuando faltan 15 días para sufragar asoma la idea de que los discursos más extremos son los que caen bien. Sin embargo, a la hora de definir las votaciones es la moderación lo que termina ganando. Eso dice la experiencia de los argentinos. Por eso en Tucumán, los candidatos con más dinero para las campañas y con mejor posicionamiento en las encuestas no se animan a expresar discursos duros u extremos. Sienten que con los dos elementos anteriores y la prudencia llevan las de ganar.

Esa es la explicación de por qué un candidato tan raro e impredecible como Javier Milei crece en el país y, lo que es más sorprendente, cautiva a jóvenes. Su discurso suena como más jugado aún cuando no se sepa si podrá concretarlo. Al fin y al cabo es quien más dice cosas. Los demás se cuidan y miden demasiado todo. En Tucumán Milei debería ser Ricardo Bussi, pero el bussismo no es la Libertad Avanza. Hay más posibilidades de que Bussi le aporte más votos a Milei que al revés. Fuerza Republicana exagera discursos pero ha sido bastante conciliador en sus procederes democráticos. Los postulantes de izquierda también son los que más impactan con sus discursos, aunque vienen repitiéndose en los últimos comicios y deberían renovar sus propuestas, así como han empezado a renovar sus candidatos.

Un pacto raro y tácito

Es curioso cómo en la campaña se está desarrollando un pacto tácito entre el elector y el votante. Yo te digo algo a cambio de que protestes y después me votes aunque aún cuando parezca una contradicción. En el camino, veremos cómo puedo recompensarte. Entonces, ante realidades como estas pierden sentido los discursos y las propuestas. Electores y candidatos se pierden en sus propios laberintos, en sus propias contradicciones.

A unos no les creen las propuestas ni las ideas que se escuchan en los actos o en otras exposiciones públicas. Otros, los ciudadanos comunes, se quejan en cuanta conversación intervienen. Es difícil encontrar una mesa de café o hacer un viaje en taxi sin que se despotrique contra los políticos pero es también parte del juego porque no habrá ni un voto castigo ni una masiva reacción en el cuarto oscuro, como sugiere José Saramago en su novela “Ensayo sobre la lucidez”. En esa gran obra literaria, el creador luso basa su relato en un pueblo cuyos habitantes el día de la votación deciden sufragar en blanco, todos en una suerte de intuición colectiva. La hipocresía no es propiedad exclusiva de la clase dirigente tucumana.

Las caras que no miran

Los seres humanos tienen la rara habilidad de poder reconocer los rostros y los sentimientos en base a los gestos que les devuelven las caras. Sin embargo, hasta en eso hay un juego entre los que van a votar y los que quieren ese sufragio. El elector sabe fehacientemente que el que lo mira desde los afiches no es el mismo de la realidad. El rostro es diferente. El ciudadano de a pie es capaz de reconocer una sonrisa que no es la verdadera. No hay sentimientos de ese postulante. Si vos creés que el rostro que te mira desde lo alto te está sonriendo porque está feliz o alegre lo más seguro es que estés equivocado. Es más posible que te esté mintiendo que diciéndote la verdad de sus sentimientos. Las caras que nos miran suelen estar retocadas y hasta la sonrisa, recreada. El candidato no es auténtico. Ese trabajo de simulación hacia el cual el elector es permeable ha logrado horadar la palabra. Sin embargo, a sabiendas de todo eso, el elector no se inmuta y juega a esa juego que lo engaña como el espejo.

Hay eslóganes que el votante sabe que no son verdad, pero aún seguro de que no cree acepta el juego. “Mentime que me gusta”, solían decir en el barrio cuando contaban chistes. Cambio, mejor, transformación, son las palabras que más abundan en boca de los postulantes, sin distinción de espacios políticos. Puede ser oficialista u opositor y terminan diciendo lo mismo.

Todo por el poder

La mayoría de los procesos de los que son espectadores tienen una intencionalidad referida al candidato y no a la sociedad. Más aún cuando ningún candidato ha sido elegido por una votación interna.

Los tucumanos van a votar dentro de dos semanas por una necesidad de Juan Manzur en primer término y del peronismo, en general, en segundo término. El gobernador de la provincia no quería acercarse a los comicios nacionales para no correr ningún tipo de riesgo. Y, también para poder jugar la última ficha para integrar una fórmula nacional. Si consigue un triunfo holgado en Tucumán, puede exigir un espacio o mostrarse en las ligas nacionales.

Manzur ha dilapidado todo el capital con el que llegó a la Jefatura de Gabinete. Prueba de ello es que el desembarco de figuras nacionales en la campaña y la visita de ministros trayendo cosas a la provincia cual Reyes Magos parece parte de un cuento de hadas que ya nadie cree.

El adelanto de las elecciones también tenía como fin aprovechar el desorden de los opositores de Juntos por el Cambio que llegan a las apuradas con candidaturas y con su organización de campaña.

Para hacer todo eso el peronismo ha forzado la letra de la Constitución. Por eso la oposición le prende velas todos los días a la Santa Corte para que haga el milagro y decida que el llamado a los comicios es incorrecto y por lo tanto, se posterguen los comicios.

Este jueves todos le rezaban a la tetraconducción de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Los principales referentes del alfarismo seguían con atención el día de acuerdo del Máximo Tribunal. Fue en vano. Se habló de Tucumán sólo porque al día siguiente jugaba River en esta provincia.

En los despachos de los ministros de Corte está el dictamen de la Procuración. Está el planteo sobre la imposibilidad de que Manzur sea candidato a vice que tiene por lógica el hecho de que el actual gobernador no puede volver a ser gobernador hasta dentro de cuatro años; sin embargo, si fuere electo en cada momento en el que Osvaldo Jaldo salga de los límites geográficos de Tucumán, Manzur se convertirá en gobernador. También está el juicio abierto por el adelantamiento de las elecciones que se hace fuera de los mandatos constitucionales. La procuración en los expedientes sobre Tucumán (del Partido de la Justicia Social y de Creo) señala que no habría una competencia originaria para que intervenga la Corte; sin embargo, deja abierto a criterio de sus miembros a tomar alguna decisión. El jueves pasado no pasó nada, quedan dos jueves antes de la votación, pero cuando más avanza el reloj, menos posibilidades aparecen.

El hartazgo cansa

Los principales dirigentes de Juntos por el Cambio consideran que si la Corte resuelve que Manzur no puede ser candidato a vicegobernador o si decide que los comicios deben postergarse se les abre un abanico de posibilidades. Eso les permitiría organizar lo que hasta ahora no han podido hacer cómodamente. No obstante, Roberto Sánchez y Germán Alfaro caminan juntos como dos hermanos siameses que piensan distinto.

Más allá de estas elucubraciones, la mayoría de los dirigentes están agotados. No quieren más días de campaña. La hostilidad que encuentran, el campo de batalla, los cansan más de la cuenta. Y, ya que hablamos de cuentas, les sale todo más caro de lo previsto.

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