Mario Romero: “Escribo como quiero, o mejor dicho, como puedo”

Mario Romero: “Escribo como quiero, o mejor dicho, como puedo”

El poeta que desarrolló una intensa actividad literaria en Suecia y es uno de los referentes de la generación del 70, nació en Las Cejas hace ocho décadas

DEFINICIONES. “Creo, como los surrealistas, que el arte debe ser hecho por todos”, afirmaba Mario Romero. DEFINICIONES. “Creo, como los surrealistas, que el arte debe ser hecho por todos”, afirmaba Mario Romero. ARCHIVO

Un traqueteo de insomnio danza en los durmientes. En ese rumor ferroviario albean quizás poemas. La canícula abrasa el lunes 15 de febrero. La máquina a vapor chifla la única alegría del día y asusta los nubarrones en Las Cejas. Bajo el sol polvoriento de 1943, está mirando la luz un changuito. “¡Y si después de tanta historia, sucumbimos, no ya de eternidad, sino de esas cosas sencillas, como estar en la casa o ponerse a cavilar!”: “Los poemas humanos”, de César Vallejo, le despiertan la sensibilidad y la curiosidad por un mundo que nunca abandonará.

“Muchachitas de mi pueblo –pone en su última carta-/ yo soy aquella que vivía en el cuarto pintado por el loco./ No tengan miedo porque ya no tengan miedo./ A partir de ahora nos miraremos todo el día en el espejo,/ pero para ello inventen consignas/ cuya única condición sea/ que no puedan registrarse jamás/ en las computadoras./ Maestro, maestro/ han disparado contra el espejo, grita/ el vendedor de diarios con una oreja en la mano”, escribe.

Las insomnes tertulias del “El Buen Gusto” y “El Germania” se trepan al vagón de la poesía. La amistad es un abrazo sediento. Los años 70 no llegan con las manos vacías. Funda la revista “Tahona”. Sus tres números alumbran textos de Rodolfo Cervino, Adolfo Barrientos, José Carlos Coronel, Rubén Elsinger, Marisa Villagra, Jorge de Lassaletta, e ilustraciones de Sebastián López y Gerardo Rodríguez. Los versos del entrerriano Juan L. Ortiz conquistan su alma. “Yo creo que la escritura es una rebelión. Decirles ‘no’ a lo establecido. Es decir: ‘Miren, tengo algo para decir: enorme, pequeño, insignificante, molesto; no sé. Tengo algo para decir, algo que nadie puede decir por mí’, reflexiona.

La noche negra

“Las señales” es el primer libro en ver la calle. Asesor de las comunidades indígenas, candidato a concejal por el partido que lidera Julio César Rodríguez Anido, parte en el 76 a Bolivia al iniciarse la noche negra de la dictadura. Se inaugura como periodista en el diario “El Mundo”. Nace “Pintura ciega”.

1980. La brújula mira hacia Suecia. La poesía procrea en la nieve, el frío, la oscuridad: “La otra lanza”, “Última mejilla”, “Nueva poesía sueca” y “Vieja pared”. “Desgraciadamente, he trabajado en forma individual. Y digo desgraciadamente porque creo, como los surrealistas, que el arte debe ser hecho por todos. Un hombre solo escribiendo es una fatalidad, nunca un deseo. Respecto de la escritura, a mí me gustaría pertenecer a una escuela, pero creo que es imposible. Escribo como quiero, o mejor dicho, como puedo. Aspiro a ser un contemporáneo, a vivir este tiempo lo más plenamente posible. Se hace difícil porque día a día el mundo se torna cada vez más insoportable”, afirma.

Su fervor funda en Estocolmo dos editoriales: “Siesta” y “Salto mortal”. La primera se ocupa de publicar a poetas latinoamericanos. El periodismo lo conduce al diario Svenskaa Dagbladet, de la capital escandinava. Preside el grupo teatral Alias Theater. Su imagen de “mono gramático” queda detenida en una escena de la película argentina “Sentimientos. Mirta de Liniers a Estambul”, donde asoma la incipiente belleza de Emilia Mazer.

Como una uva

La traducción se convierte en un oficio. “Soy como una uva que se desprende del racimo, porque ese lugar no es ocupado, queda el hueco. Ahora la uva ha vuelto y el racimo quiere saber qué fue de ella. Cuando me fui de Tucumán, pasé un largo tiempo flotando en el vacío, sin saber qué hacer. Fue algo totalmente fortuito que un grano, una semilla, hayan podido llegar tan lejos hasta aquel otro norte, sin sol y sin azúcar, que es Suecia, Me fui porque no soportaba el clima de terror en que vivíamos. En el año 76, muchos de mis amigos (Julio Campopiano, Eduardo Ramos, Luis Carrizo, Hugo Duca, José Coronel) habían desaparecido. Ellos no han podido volver al racimo”, cuenta al regresar a Tucumán en el 86.

En noviembre del 97 edita su antología “Tinta roja sobre tinta negra”, que cosecha elogios en los círculos literarios suecos. En abril siguiente, concluye la novela “Alias Minotauro”. Atropellado por el cáncer, Decide venir desde Suecia para encontrar las últimas señales de su Tucumán natal. 1998. Un viernes de otoño despide sus 55 años. Desde aquel 26 de junio, sus poemas quizá lo siguen rondando al “Negro” Mario Romero en el laberinto del universo.

Testimonio: Una deuda pendiente con su obra

“Era y es uno de los grandes poetas que ha dado este país. Y un hermano mío a lo largo de años, en Argentina y en el exilio: él en Suecia y yo en España, donde esa hermandad y camaradería poética se prolongó por años. Hasta que volvió a Tucumán vencido por un cáncer, donde lo fui a ver ya internado en el Hospital Ferroviario. Allí nos despedimos. La potencia creativa de Mario va a ser recuperada ahora con la edición de su poesía completa que generosamente publicará la Editorial Nudista que dirige el poeta Martín Maigua y que se presentará en Tucumán y Buenos Aires este año. Mario Romero es, sin dudas, una de las voces más altas de la poesía en lengua castellana de mi generación. Tucumán -y la Argentina- le deben el reconocimiento que la jerarquía de su obra se merece. Una manera de pagar esa deuda sería publicar su novela y obras de teatro que todavía permanecen inéditas”, sostiene Leopoldo “Teuco” Castilla, poeta salteño.

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