Talapazo, el pueblo tucumano que recuperó los rastros de su pasado

Talapazo, el pueblo tucumano que recuperó los rastros de su pasado

Por primera vez en Tucumán, le fue restituido a una comunidad originaria patrimonio de sus ancestros. Fue el logro de un trabajo conjunto de científicos, instituciones y pobladores. Hacia una arqueología participativa.

GRACIAS, PACHAMAMA. Ante la apacheta, la comunidad celebra la vuelta a casa de su patrimonio ancestral. GRACIAS, PACHAMAMA. Ante la apacheta, la comunidad celebra la vuelta a casa de su patrimonio ancestral. Fotos de medios.unt.edu.ar

“Era julio de 2017; estaba de vacaciones. Había acompañado a un amigo biólogo a Talapazo, donde estudiaba aves. Nos hospedamos en casa de Sandro Llampa, que era guía de viajeros y los recibía en su casa (en el pueblo se lleva a cabo una experiencia de turismo comunitario). Cuando le conté que estudiaba Arqueología empezó esta historia”, cuenta a LA GACETA Pablo Flores, a unas semanas de defender su tesis de licenciatura.

“Esta historia” es la del primer trámite de restitución de patrimonio arqueológico a una comunidad originaria que se haya iniciado en Tucumán. “Y, después de un largo camino, la comunidad recuperó lo suyo”, agrega Flores.

Ocurrió el 26 de agosto. A la comunidad se le restituyó material arqueológico que se había extraído en la década de 1990: un montón (119 lotes, concretamente) de trozos de cerámica, restos óseos de animales, puntas de flecha, entre otras.

“Efectivamente, fue el primer caso que atendimos, pero fue el segundo ‘final feliz’. Antes -más rápido, porque era más sencillo (ver acá)- se concretó otra experiencia en la comunidad de Indio Colalao, cerca de San Pedro”, explica el arqueólogo Osvaldo Díaz, de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Provincia.

Arranca el camino a casa

“Todo empezó cuando Sandro me preguntó si tenía información sobre el sitio arqueológico que hay cerca del pueblo. Yo ni siquiera sabía que existía, pero le prometí que iba a averiguar. Fue un largo camino -sigue su relato Flores-; pero me emociona de sólo pensarlo”.

Que se haya logrado esta restitución -explica- sienta las bases para el cumplimiento pleno del derecho a la identidad de la comunidad, algo que -resalta por su parte Díaz- está asegurado por ley: “tanto la nacional 25.743, de 2003, como la provincial 7.500 establecen que lo obtenido de excavaciones debe volver, después de haber sido estudiado, a los lugares donde fueron hallados”, informa el funcionario.

 TROZOS DE CERÁMICA. Antes de restituirlo a la comunidad, se puso a punto todo el material. Fotos de medios.unt.edu.ar TROZOS DE CERÁMICA. Antes de restituirlo a la comunidad, se puso a punto todo el material. Fotos de medios.unt.edu.ar

“Y que el Estado y las instituciones le hayan dado curso a la norma es un hito histórico”, agrega Flores, orgulloso. Pero no es la única razón por la que la restitución le parece importante: que se avance en este camino va a permitir que las comunidades dejen de ‘sospechar’ de los arqueólogos y de otros científicos que investigan el pasado en el territorio, asegura.

“Se sienten robados. Tienen la experiencia de lo que pasó en Quilmes durante la reconstrucción. Muchos de los padres y los abuelos de los pobladores de Talapazo fueron ‘mano de obra’, y saben del material que se llevaron para estudiar, y nunca volvió”, resalta.

Nuevo modelo

Lo llama arqueología comunitaria participativa, en oposición a una arqueología meramente “extractiva”, que -describe- “durante mucho tiempo se pensó a sí misma sólo como ciencia que produce, por producir, conocimiento, sin transferencia ni vinculación con la comunidad”.

“Y que las cosas estén empezando a cambiar es algo de lo mucho que nos emociona, como comunidad”, destaca Llampa, por teléfono, desde su pueblo. “Nosotros ni sabíamos que el material existía. Nos enteramos por Pablo”, cuenta. “Él buscó y lo encontró, y cuando en la asamblea preguntamos si era posible recuperarlo, nos dijo ‘voy a intentar’”, añade y admite: “al principio no creímos que fuera posible”.

Flores no sólo intentó; mientras armaba la tesis que debe defender, averiguó, buscó, avanzó y los halló en el Instituto Interdisciplinario de Estudios Andinos (INTERDEA), del la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT; estaban allí desde 1996. Norma Nassif, directora del instituto, fue un verdadero puntal para el éxito de la misión, asegura Flores. “Es la primera vez que una comunidad solicite la restitución de sus bienes ancestrales, y pensamos que debe seguir ocurriendo. Y para ello interactúan la parte científica, la legal y la de guarda legal, y la población” destaca Nassif.

Cumpliendo los requisitos

Como manda la ley, el material estaba catalogado. “Es una herramienta para proteger el patrimonio (y que no se venda, por ejemplo); entonces hacía falta que la Dirección autorizara la restitución”, explica Díaz.

“Rápidamente, nos dieron el primer visto bueno; pero para formalizarlo hacían falta unas fichas y proteger lo hallado”, recuerda Flores. “Necesitábamos materiales -agrega-, y Turismo nos ayudó a conseguirlos. Entonces llegó la pandemia...”.

Pero se logró: “estamos muy contentos de que las instituciones siempre hayan estado predispuestas; nunca dijeron ‘no’. Y ante cada obstáculo, buscaron una salida -cuenta Llampa-. En la comunidad (casi 50 personas, cuenta) hemos quedado convencidos de que esas piezas querían venir, volver al pago”. Y se entusiasma: “son piezas pequeñas, pero nos son muy valiosas. Las vamos a sumar a otras que hemos ido encontrando mientras aramos, o cuidamos los animales; yo tengo puntas de flechas o hachitas; en el pueblo hay piezas de cerámica...”, va haciendo “inventario”.

Y ya tienen proyecto. “Turismo nos ha cedidos vitrinas, y el sueño es armar un sitio de memoria en el salón comunitario. En cada resto, por pequeño que sea, hay historia; nos dice quiénes somos, de dónde venimos”. Habla, claro, de su pueblo pequeñito; de la lengua cacán que se perdió; de los ancianos y la tradición oral: “cada abuelo que se moría era como un libro que se quemaba...”, reflexiona.

Pero no olvida la memoria ni la identidad extendidas, nuestras como argentinos, como sudamericanos, como humanos. Las que, según el nuevo modelo de estudiar el pasado, ente todos debemos ayudar a visibilizar, resguardar y defender.

La Bienvenida

La comunidad y representantes institucionales honraron a la pachamama

Ofrendas junto a la apacheta, música de sikus, alegría, emoción... El 26 de agosto el pueblo de Talapazo y su gente recibieron de manos Mercedes Aguirre, en representación de la Provincia, y Norma Nassif, directora del INTERDEA, de la UNT, lo que por ley les pertenecía.

“¡Cómo no íbamos a agradecerle a la Pacha!”, se emociona Sandro Llampa, el líder de la comunidad de Talapazo. “Teníamos la esperanza de que se pudiera  lograr la ceremonia el 1, para agradecérselo en su día; pero agosto, en realidad, es todo suyo, así que estuvo bien. Nos sentimos muy felices; cada una de esas piezas es una parte de nuestra identidad”, agrega, y sueña (como lo hacen también los funcionarios) con “más arqueología basada en el trabajo coparticipativo con la comunidad”.

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