Algo huele mal en el sistema político argentino

Algo huele mal en el sistema político argentino

Por Bautista Gutiérrez Guerra.

CASA ROSADA / IMAGEN ILUSTRATIVA DE WWW.ARGENTINA.GOB.AR CASA ROSADA / IMAGEN ILUSTRATIVA DE WWW.ARGENTINA.GOB.AR
04 Abril 2022

En los últimos años nuestro sistema político ha experimentado un proceso de reordenamiento hacia un diseño bicoalicionista con alternancia en el poder, aumentando los niveles de previsibilidad y estabilidad democrática. La coexistencia de dos grandes coaliciones que concentran alrededor del 85% del electorado nacional pareciera ser lo suficientemente robusta como para evitar la introducción de una tercera fuerza, o incluso un outsider. Sin embargo, algo no está funcionando. Las tensiones al interior del Frente de Todos y Juntos por el Cambio, cada día más evidentes, obturan la toma de decisiones, dificultan la definición de programas y plantean un interrogante. ¿En qué medida podrá sostenerse este diseño a futuro?

Algo de contexto. La sociedad viene arrastrando cuatro años de pesimismo en el marco de una crisis económica iniciada a comienzos de 2018, y de la cual aún no se ha podido salir. Independientemente de la asignación de responsabilidades que los sectores más radicalizados del electorado puedan realizar, el ciudadano medio pasó de desilusionarse con el gobierno de Cambiemos, a frustrarse nuevamente con la fórmula Fernández-Fernández, cuya gestión no está cumpliendo con el mandato por el cual fue electo. De crisis en crisis, de desilusión en desilusión, la incapacidad de nuestra clase dirigente para dar respuestas concretas a las demandas de la gente está agudizando un proceso de deterioro en el vínculo políticasociedad.

En pocas palabras, no resulta lo mismo perder poder adquisitivo un año, que cinco años seguidos, o pasar de tener un empleo estable en el sector privado a uno precario e improductivo como autónomo. No es igual caer en la pobreza un año, que vivir cuatro años consecutivos en esa condición. Las carencias se superponen, se suman, se agregan.

El resultado es una sociedad pauperizada que junta bronca y pierde capacidad de proyección a mediano y largo plazo. En nuestra última encuesta nacional, cuatro de cada diez argentinos opinaron que dentro de tres años la situación económica del país será aun peor que la actual, siendo el valor más alto en catorce años. La gente no solo cree, mayoritariamente, que este gobierno será incapaz de solucionar sus problemas, tampoco cree que el próximo pueda generar alguna mejora. Tras la bronca, la desesperanza.

No debería sorprender en este contexto la profundización del desencanto con los principales líderes del país. De los 65 políticos que evaluamos en los últimos meses, solo cinco superan los 30 puntos de imagen positiva y apenas cuatro presentan un diferencial positivo, esto es, mayores calificaciones positivas que negativas. Tampoco se salvan las instituciones: el 68% de los argentinos desconfían del gobierno nacional, el Congreso y la Justicia en forma simultánea (hace poco más de un año ese porcentaje era del 58%).

En este escenario, Javier Milei se afianza mes a mes en nuestros sondeos de opinión. No es casualidad. El diputado libertario es el dirigente político que probablemente mejor está capitalizando el clima social. Su propuesta no es programática ni ideológica, es fundamentalmente moral: la supresión de los privilegios estatales ("la casta") y la revolución liberal en el plano económico son, desde su punto de vista, obligaciones morales que marcan el contenido de su discurso. Pero es la estridencia de su estilo, propio de un liderazgo carismático y populista, lo que cautiva. Posiblemente pocos de los porteños que votaron por él en 2021 hayan elegido su boleta por ser fervientes seguidores de la escuela austríaca de economía; por el contrario, es la agresividad con la que formula su discurso antisistema lo que interpela a su electorado.

En tiempos de rechazo a la política, las caras nuevas cotizan alto: Milei y Manes están incluidos, según nuestro último relevamiento, en el muy exclusivo grupo de dirigentes con un saldo de imagen positivo. El diputado libertario es, además, el segundo político favorito de los argentinos, mencionado de forma espontánea por encima de figuras nacionales como Macri, Rodríguez Larreta, y el propio Alberto Fernández.

Por otra parte, la falta de experiencia política se vuelve una virtud. Muchos representantes de "la casta" deben envidiar la soltura con la que Javier Milei expresa sus propuestas de reformas, que incluyen la dolarización de la economía o la conformación de un "movimiento antipiquetes". Son medidas extravagantes, de dudosa aplicabilidad, que van en línea con su espíritu incendiario y operan sobre el desasosiego de la población. Pero, a los ojos de los desencantados, parecen ser las únicas que proponen una salida a los problemas del país y que venden una visión de futuro.

Todo esto lleva a replantear la pregunta enunciada al comienzo de este artículo. El crecimiento de las terceras opciones debiera comenzar a preocupar a las coaliciones dominantes. El año pasado ambas sufrieron fugas de votos: Juntos por el Cambio con la irrupción de Milei en CABA y de Espert en la Provincia de Buenos Aires, y el Frente de Todos a través de la izquierda, que sumó 1.300.000 votos en todo el país. Pero la popularidad momentánea de estos espacios o de un outsider como Milei no debería interpretarse como un mérito propio, sino como un fracaso del sistema.

Sin dirimir los liderazgos y definir propuestas claras a futuro, la estabilidad del bicoalicionismo será cada vez más endeble. Todavía queda poco más de un año. Estamos a tiempo, las terapias de grupo siempre vienen bien.

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*Bautista Gutiérrez Guerra es Licenciado en Ciencias Políticas (UCA) y se desmpeña como Analista Senior en Poliarquía Consultores.

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