Cristina debilita al Presidente y desafía a Manzur, entre otros, a pensar en un albertismo sin Alberto

Cristina debilita al Presidente y desafía a Manzur, entre otros, a pensar en un albertismo sin Alberto

EN TUCUMÁN. El jefe de Gabinete, Juan Manzur, junto al presidente Alberto Fernández, en el acto de entrega de 100 camionetas a la Policía de la Provincia. Foto: Twitter @JuanManzurOK EN TUCUMÁN. El jefe de Gabinete, Juan Manzur, junto al presidente Alberto Fernández, en el acto de entrega de 100 camionetas a la Policía de la Provincia. Foto: Twitter @JuanManzurOK

Aunque quisiera, Cristina no puede hacer más para desacreditar, debilitar y desautorizar a Alberto Fernández. Es impiadosa. Ni la oposición lo daña tanto al Presidente. En el caso de Juntos por el Cambio se entiende la crítica al adversario político; pero que la ex jefa de Estado, su mentora, no le tenga miramientos, asombra. ¿Asustará a Alberto tanto como para hacerlo abandonar el barco? 

Hace unos cuantos días él dijo que no iba a dar ese salto. Los chirlos de Cristina no son gratis, cada palabra y gesto en contra del Presidente reciben los aplausos de los opositores por lo bajo; les está dando una mano de cara a la elección que viene. O por lo menos saca de la cancha a Alberto junto con su sueño de reelección. 

Como burla, ella le regaló un libro sobre la gestión económica de Raúl Alfonsín, quien tuvo que anticipar su alejamiento del Gobierno. El mismo día, exalta a Sergio Massa -quien, por cierto, hace equilibrio entre los extremos de la coalición-, como para enrostrarle al Presidente que se está quedando sin socios. 

El peligro de tanta tensión interna es que el tigrense se canse, o que se cotice más. Además, con su postura, la ex presidenta no sólo afecta al ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, sino que cerca a los albertistas y sepulta al albertismo no nato, o le aleja mucho el horizonte para que intente asomar. Y entrampa a unos cuantos, entre ellos a Juan Manzur, porque la titular del Senado al apuntar sus dardos al Presidente obstaculiza la pretensión de que el albertismo surja como una opción de poder interno. 

Al “albertista” Manzur lo desacomoda y, por añadidura, lo presiona a definirse al respecto. El tucumano puede morir con las botas puestas por la lealtad a su amigo Alberto, o puede amagar con encauzar, integrar o liderar un “albertismo sin Alberto”, un espacio político que no quede huérfano de representación y que siga siendo parte vital del FdT. 

Hay que ver si se anima y cual será el andarivel por el que manejará, porque remontar la gestión y las chances electorales del Gobierno para el 23 será una verdadera mochila.

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