Las Ruinas de Babel

Las Ruinas de Babel

Por Santiago Garmendia - doctor en Filosofía / docente de la UNT.

24 Octubre 2021

Ruinas 4G

Este mes se cayeron las redes sociales. Fue un interesante caos. Cuando volvieron a enchufarnos, comprendimos a los astronautas cuando regresan a la Tierra y sienten cómo la gravedad del planeta los arrastra al centro. ¿Que es un cuerpo humano para la masa terrestre? La levedad que nos parecía insoportable se terminó con el sonido de los badajos de lata de los celulares. En los grupos de WhatsApp se leían los últimos “che, qué pasa con la red” anteriores al apagón, colgando sin vida hace horas. Inmediatamente llegan los mensajes fundamentales: “Claro, si son de buenitos ustedes, ¿donde está el PBI que se choriaron?” “¿Querés que te lo diga? Están en...”

Gritones y callados

Dejando de lado la orden de los primates, una primera cuestión es que no me parece tan riesgoso -a pesar de lo molesto- el disenso bullicioso de los pocos, sino la discrepancia silenciosa de la mayoría.

En nombre de la tolerancia, como dice el filósofo Federico Penelas, se sacan de la mesa los temas importantes; o peor, se dejan sobre ella los que no lo son. Y se condena a la pequeña comunidad a repetir guiones. Podríamos considerar ambas patologías, los bullicios guionados y los discensos sin palabras, como síntoma de algo más grave: nuestro lenguaje está en ruinas. Es que por una parte hay obvias discrepancias con respecto a la verdad de lo que circula, pero lo mas importante es que surgen de esas casillas atiborradas de apodos -o gravitan ya que estamos-, cuestiones en lo referente al discurso mismo, a la forma en que organizamos el mundo y las palabras en las que generalizamos eventos y cosas.

¿Qué tan distintos somos, por caso, los compañeros de la Escuela de Agricultura promoción 1995 entre nosotros? ¿Qué tan iguales somos a quienes defendemos? Las categorías que usamos para identificarnos políticamente -que es la misma operación de estigmatizar al otro- están en ruinas. Pero hay ruinas y ruinas. Las nuestras son especiales.

Castigos y apuestas

“Piedra sobre piedra / ¿Y donde está el hombre...?”, pregunta el poeta Pablo Neruda frente a las ruinas de Machu Pichu. Dice Carlos Fuentes que los templos de México son ruinas del origen porque no tienen descendencia. Son proyectos vitales abandonados, destruidos por otros tantos proyectos frustrados, postergados por otros que se importaron. Los restos de la Antigüedad Clásica, en cambio, son vestigios de promesas fecundas, fósiles de propuestas culturales exitosas. Pero hay algo vivo en los primeros que tiene que ver con ese deseo postergado.

La fuerza de nuestras ruinas, de las expresiones que entonamos y de las banderas que levantamos, radica en que son ruinas del deseo. De un futuro que no fue, para colmo soñado desde un pasado que no existió nunca. Tenemos utopías en las dos puntas del tiempo. No es fácil tener presente así.

Todos conocemos el mito de la torre de Babel, la construcción soberbia que por el tamaño de su esperanza -expresión del genio de Borges- fue castigada con la diversidad de lenguas para que no puedan continuar los hombres con el proyecto. Me parece que se puede asimilar entonces nuestro discurso a las ruinas de esa Babel, de promesas postergadas por la incomprensión. Nuestras pasiones políticas tienen mucho de ese deseo trunco, y demasiado de la confusión del edificio bíblico donde nacieron los lenguajes y comenzó la confusión. Pero también nació la traducción, el esfuerzo hermenéutico de interpretar al otro, que no es univoco, sino un enigma que necesito para saber quien soy. No es sólo un castigo divino, sino la chance de que no ganen quienes apuestan en contra de que construyamos nuestra torre, con el artilugio de prometernos una mas grande.

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