Historias que entrelazan esperanzas y dolores

Historias que entrelazan esperanzas y dolores

Ir y venir por el mundo es una experiencia a dos puntas: abre horizontes, pero desgaja afectos. Dos testimonios.

PADRE E HIJA. Fall Madior Dieng comparte con Mina la música y la cultura. PADRE E HIJA. Fall Madior Dieng comparte con Mina la música y la cultura.

Silvana Demirkol fue migrante; y ahora, desde hace unos años de regreso en su Tucumán natal, tiene marido y dos hijos migrantes, así que es experta en las dos caras de este fenómeno. Hace 12 años se fue de vacaciones a Estambul, donde tenía una amiga. Le encantó, por lo que esas no fueron las únicas vacaciones turcas. En uno de esos viajes conoció un amigo del hermano de su amiga. Se enamoraron; siguieron en contacto por redes sociales, se profundizó la relación... “Viajé a Turquía a casarme; nadie de aquí pudo ir. Mi familia turca es musulmana practicante, así que fue una boda muy diferente del que había imaginado”, cuenta Silvana, pero -asegura- no se asustó.

Hace nueve años se casaron (y vivieron) en Adana, cerca del límite con Siria. Su esposo se dedica a la gastronomía y -asegura Silvana- cocina exquisito. Tienen dos hijos: Mohamed, de 7 años, y Esma, de 4.

“Hubo mucho que aprender, para los dos. Yo aprendí a hablar y escribir turco. Soy católica, y él lo respeta. Nuestros hijos hablan las dos lenguas y se crían en los dos credos. La idea es que cada uno asuma el que elija”, añade.

Al principio venía a Tucumán cada tanto. “Extrañaba mucho, y entonces iba y volvía; a mi esposo no le gustaba mucho, pero lo aceptaba”, cuenta. Pero llegó un momento en que no pudo más. “Hace unos tres años tomé los dos niños (Esma era bebé) y me volví. Él, a pesar de todo, se vino también. Pero le cuesta mucho. ‘No encajo aquí’, me dice”, prosigue el relato.

Habían encontrado un principio de solución: “iniciamos un negocio con un pariente turco, que además es imán (sacerdote). Con su colega mi esposo se siente contenido, le hace mucho bien”, añade.

Esta nueva aventura tiene la forma de un local de comidas, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. “Estábamos arrancando cuando comenzó la pandemia... Tuvimos que cerrar y volver”, lamenta. Cuenta que él pudo trabajar muy bien aquí; en las ferias gourmet había hecho muchos clientes, pero el ‘no encajo’ sigue vigente.

“Ahora se volvió a Bolivia, con su colega -cuenta- ... Ojalá todo salga bien”.

Desde Senegal

Fall Madior Dieng es músico y entró a la Argentina por Ezeiza en 2007. Venía en representación de una organización, así que pudo hacerlo legalmente. No todos sus compatriotas pueden. “Ha sido un problema durante mucho tiempo: no había embajada de Senegal en Argentina”, cuenta Fall.

Tucumán resonaba en sus oídos, porque había conocido en su país a quien considera su hermano. Se llama Eduardo y es tucumano, pero Fall (y mucha otra gente) lo llama es Bamba, el nombre que Eduardo tomó en Senegal. Ambos son músicos, y eso los unió.

Gracias a la música Fall ha viajado desde sus 15 años. “De hecho, no tenía documentos a esa edad; y me hicieron un salvoconducto para poder volar en el avión”, recuerda en voz alta y agrega que estuvo en muchos lugares. Pero aquí se enamoró de una salteña, y tienen una hija de 7 años. “Su nombre es Mati; como se llamaba mi abuela”, cuenta y se le cuela el orgullo en la voz.

“No es fácil migrar; allá en mi país dejé parte de mí. Pero mi vocación es dar a conocer ‘lo afro’; la riquísima cultura de mi tierra”, dice convencido, pero también muy triste.

Cuestión de color de piel

Lo ha logrado -cuenta- en muchos, muchos lugares de la Argentina; de alguna manera, también aquí: tiene un montó de alumnos que no sólo aprenden percusión; se empapan pero tiene la sensación de que -a excepción de sus colegas-, a los tucumanos (como población y como Estado) sólo les interesa contactarlo cuando buscan “el pintoresquismo del negro”, dice.

“Entonces me encuentro enfrentando un dilema: Tucumán es mi casa, porque era la de mi hermano Bamba, que ahora vive en Inglaterra, y porque tengo mi familia y muchos amigos queridos. Pero, confirmo lo que dice el refrán: ‘nadie es Mahoma en su tierra’. Y sí, esta es mi tierra por elección... Pero no sabría decirte si lo será siempre. Espero que las cosas cambien”.

Tamaño texto
Comentarios
NOTICIAS RELACIONADAS
Comentarios