Día 2: bienvenidos a la realidad, argentinos

Día 2: bienvenidos a la realidad, argentinos

En el caso del deporte nacional, la fenomenal Pareto ya es historia grande.

Día 2: bienvenidos a la realidad, argentinos

Vamos a extrañar horrores a Paula Pareto. Los fenómenos son así: maravillosos, pero a la vez esporádicos. Y en el caso de Pareto, ejemplares. Si Paula Pareto llora, el corazón del deporte nacional se estruja un poquito y la acompaña en la emoción del retiro. Las lágrimas de Pareto, tan íntimas por más públicas que se expongan, también se ajustan a la sensación de lo que viene. Vamos a extrañarla horrores porque casi no nos quedan representantes de semejante nivel y detrás no se adivina, ni por asomo, alguien capaz de reemplazarla. Paula Pareto, mujer de oro, se va de Tokio por una puerta inmensa, portando ese diploma olímpico que la despide del yudo afirmada entre las ocho mejores del mundo. Hasta en eso “La Peque” es única.

En el caso del deporte nacional, la fenomenal Pareto ya es historia grande. Y vamos a extrañarla porque el molde que ella rompió está reparado y Argentina se topó, en el primer día de competencias, con su realidad. Nada que sorprenda. Culminar la jornada con dos diplomas está en el orden de lo esperable. Fue excelente lo de Lucas Guzmán, digno heredero de la huella inaugurada en el taekwon-do por Sebastián Crismanich. Se quedó en la puerta del bronce, pero lo trascendente para él es la consolidación en la elite. Resultó la gran noticia de un día ajustado a la lógica de los resultados.

Porque los Juegos Olímpicos son eso: lógica estricta. Los preceden rankings, campeonatos mundiales, copas internacionales, circuitos y un sinfín de instancias que, por un lado, sirven de filtro clasificatorio, y por el otro ordenan tiempos y marcas. Todos se conocen, los candidatos están muy claros. El margen para las sorpresas cada vez es más chico, da la sensación de que pronto será casi imposible un batacazo. Por suerte subyace en el espíritu olímpico un espacio para la resistencia y a eso se puede apelar, más desde la emocionalidad que de la técnica. Pero nada de lo sucedido con la delegación argentina en este inicio de los Juegos se despega de la lógica. Veamos.

Fue lógico que las duplas de beach voley perdieran, en varones y mujeres, con sus pares de Brasil, potencia mundial en la disciplina. Fue lógica la caída de Los Gladiadores a manos de la gigantesca Francia, más allá del enorme partido que jugaron, casi de igual a igual. Tan lógico como lo lejos que quedaron de los primeros puestos Fernanda Russo (puesto 40 en carabina de 10 metros), la dupla Kraljev-Silvestro (sextas en su serie del scull doble ligero), el boxeador Brian Arregui (en un fallo cuestionable), Virginia Bardach (en las eliminatorias de los 400 metros medley) y el tenimesista Gastón Alto. Fueron lógicas las eliminaciones de las duplas Schwartzman-Bagnis y Zeballos-Molteni, teniendo en cuenta que no compiten en el circuito ATP y apenas sumaban algunos entrenamientos. Y no escapa de la lógica la derrota del seleccionado de voley a manos de Rusia, aunque en este debut sí había un margen para esperar un poco más.

Del mismo modo, siguió la lógica el empate de Los Leones con España, en un partido muy parejo que los pone en carrera para la extremadamente difícil defensa del título olímpico. Y fueron lógicas las victorias del boxeador Mirco Cuello y del tenimesista Horacio Cifuentes, a quienes el sorteo les puso al frente rivales accesibles y ambos cumplieron con la tarea. Porque eso también forma parte de los Juegos: la posibilidad de trepar por un cuadro favorable, haciéndose fuertes a partir de las victorias.

Sudamérica celebró de la mano del magnífico Richard Carapaz, quien de paso le dio a Ecuador su segunda medalla de oro de la historia. Las apuestas favorecían al descomunal esloveno Tadej Pogacar, flamante ganador del Tour de Francia, pero Carapaz atacó desde un sprint que paralizó la respiración de Tokio. Es lo que esperamos de los Juegos: batallas, épica, belleza. Y Carapaz no deja de ser un campeón olímpico lógico; por algo ganó el Giro de Italia y es una estrella internacional del ciclismo de ruta.

Vamos a extrañar a Paula Pareto porque no es lógico que el yudo argentino se codee con los mejores, del mismo modo que no es lógico que el deporte nacional se codee con los mejores. Es un símbolo poderoso Pareto, una atleta excepcional, y a la vez valiosa. Ojalá que la medicina le permita mantenerse ligada al deporte desde lugares preponderantes. Porta valores y saberes que, sabiamente transmitidos, pueden ayudarnos a romper lógicas y cambiar realidades.

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