El PJ, el próximo campo de batalla de Manzur

El PJ, el próximo campo de batalla de Manzur

Las derrotas no se explican; si perdiste, algo debes haber hecho mal. La frase tiene rigor de sentencia inapelable en el peronismo, sea la elección que sea, una interna partidaria, comicios provinciales o votaciones generales; no expliques, actúa. Es el libreto al que se ajustó Manzur después del traspié político que sufrió en la Legislatura cuando los ahora desleales -observación por oposición a los del nuevo bloque Lealtad Peronista- eligieron al ombudsman que él no quería. Traidores, según la Casa de Gobierno. Para sorpresa de su propia tropa reaccionó rompiendo el molde gélido y tranquilo y lo hizo con virulencia. O se calentó, como describieron manzuristas. Algunos llegaron a temer que no asimilara el cimbronazo y que se “desinflara”, que desanimara por la rebelión legislativa.

Contraatacó. Exigió renuncias, reunió a gremialistas y a referentes territoriales, llamó personalmente a concejales del interior para que constituyesen bloques propios en municipios jaldistas, obtuvo la solidaridad y el aval del Gobierno nacional, hasta terminar el jueves con un furibundo discurso donde, entre otras cosas, dijo: si es necesario que vayamos a las urnas, iremos a las urnas. Llamativa frase que revela la necesidad de una revancha, y ya, para recuperarse. Es que una votación perdida se olvida con otra votación ganada; nada mejor que hacerlo en los comicios intermedios o en una interna en el PJ, la única forma de legitimar una conducción y el liderazgo político en el peronismo; no se conoce otra. Eligió a Jaldo como “el” adversario.

Es que dolió la bofetada que el jaldismo le propinó con el Defensor del Pueblo, porque detrás se debatía la jefatura política. Así se entiende que en la reunión con diputados nacionales, legisladores, concejales, funcionarios, miembros de juntas departamentales y congresales del PJ, referentes territoriales y hasta cabezas de acople que no llegaron a ganar una banca -todos de la Capital-, el mandatario haya asegurado que no hay doble comando en el peronismo. Él manda, solo. O por lo menos intenta que eso quede claro. Una razón que lo conmina a actuar así: mañana a las 19 asumen las nuevas autoridades del PJ nacional y no puede acudir, mostrar un perfil de fragilidad y asumir la cuarta vicepresidencia del partido cargando sobre sus espaldas una crisis partidaria, una fractura política e institucional en el Gobierno. Mayor síntoma de debilidad, imposible.

No puede ir y decir, como se deslizó entre los suyos: me mintieron, justamente por eso de que las derrotas no se explican. Se vio obligado a contragolpear, a reaccionar, a mostrar voluntad de ser jefe, que no se iba a quedar de brazos cruzados en la lucha por el liderazgo del PJ, así que pidió renuncias de funcionarios que se desempeñaban en el plano nacional -como para que en ese nivel se enterasen que no lo habían dormido-, o bien generando bloques de ediles leales en el interior para desacomodar a los jaldistas. O sumando legisladores a su bloque. Y lanzó una frase como para que sus ecos resonaran en Buenos Aires, pese a que se pidió que se apagaran los celulares: acá gobierna el presidente del PJ, el vicepresidente del PJ nacional, acá se termina la joda, van a tener que respetar, a muchos de los que se equivocaron les abro los brazos, pero a los que actuaron de mala fe les va a tronar el escarmiento. Confrontativo, trepado a una silla saludando a más de 200 dirigentes y cantando la marcha peronista, envalentonado por lo que hizo para mostrarse líder provincial, como corresponde que se presente cualquier referente del interior que se precie de tal, a asumir el cargo de autoridad partidaria a nivel nacional: sin rasgos de debilidad. Sin embargo, Manzur, pese a sus esfuerzos, aún debe convencer que es él quien conduce el peronismo en Tucumán, de que lo que ocurrió en la Legislatura sólo fue un mojón para el olvido; y tiene una ocasión para demostrarlo: la votación que se viene. Pero, si antes en Buenos Aires no había preocupación por el distrito local ya que funcionaba el doble comando y todo iba viento en popa, hoy hay cierta incomodidad por la división provocada ya que pone en riesgo la votación de medio término para el oficialismo.

Sobre el gobernador recae exclusivamente la responsabilidad del papel electoral que vaya a cumplir el Gobierno en las PASO -si es que hay- o en las generales, de sus aciertos y de sus errores; lo sabe y por eso se entiende que hablara de ir a debatir en las urnas. Va a tener que competir, ya sea en una interna en el PJ o en la elección general, para imponer los candidatos a diputados y a senadores y para tratar de vencer en los comicios. Por más que haya afirmado que Jaldo jamás será el candidato a gobernador del PJ en el 23 a partir de la elección de Cobos como Defensor del Pueblo, su próximo desafío es el de agosto y de octubre; y a los jaldistas, a los compañeros, a los que tildó de traidores, o a los peronistas descontentos con la gestión los tendrá que acercar, persuadir, convencer o presionar para que se junten a trabajar por el PJ.

Porque si bien generó bloques de leales, también se ganó adversarios al ahondar la fractura en el justicialismo y deslizar la idea de expulsiones y hablar de derecho de admisión en el justicialismo. Eso no cae bien entre los compañeros. Máxime cuando “los muchachos” o la sociedad suelen usar las elecciones de medio término para enviar mensajes o advertir a los que gobiernan sobre sus descontentos. Todo un reto para el gobernador, más allá del inventario de la tropa que hizo al poner en el tablero la discusión respecto de que hay leales y desleales en el propio peronismo. La pregunta que surge es si pretende aislar a los jaldistas, reducir la influencia territorial del Jaldo, o si aspira a arrodillarlo por osar desafiar su liderazgo y descolocarlo frente al peronismo nacional. Lo quiere ver solo, embarrado y esposado; deslizó un peronista entrado en años.

La oposición debe sentarse a aplaudir y animar lo que está sucediendo en el oficialismo, juegan para ellos; tiene, como nunca antes, las mejores chances para disputar con fortuna en la elección de medio término; claro, si se juntan.

Algo que también dependerá de lo que pueda hacer Jaldo, de las cartas que decida jugar cuando se reponga y retome sus actividades. Así como había una expectativa por ver cómo iba a reaccionar Manzur, hasta entre los propios manzuristas hay expectativas sobre lo qué hará el tranqueño, a quien colaboradores del mandatario le reconocen habilidad política, experiencia y recursos para jugar según sus intereses. ¿Saldrá a pegar o se llamará a silencio? El viernes, Regino Amado, en la asunción de los defensores adjuntos, deslizó una frase sugestiva: para que haya pelea debe haber dos; ahora solo hay uno.

¿Qué hará Jaldo? Se inquietan los manzuristas. Según sus voceros, los jaldistas esperan que el vicegobernador se reúna con el gobernador y que este diga todo olvidado. Suponen que eso no va a ocurrir por ahora. Cuando ocurra, saltarán el cerco muchos de los que ya balconean, confían en el oficialismo manzurista. ¿Qué hará Jaldo? Seguro, ratificará su identificación con el Gobierno nacional, algo que ya sugirió Amado. No romperá con el justicialismo a nivel nacional, por más que lo empujen. Un mensaje de que no está en contra de los intereses del peronismo para que la atención vuelva sobre la reacción de Manzur apurando la división del PJ tucumano.

Sin embargo, los jaldistas atizan las desavenencias y arrojan munición gruesa al otro campamento, asegurando que entre sus huestes hay gente vinculada a las drogas, sin dar nombres. Las acciones de ambos lados no alientan la calma, por el contrario, asoman vientos de guerra. Allí jugarán un rol clave el uno y el dos, porque de ellos dependerá el recrudecimiento o no de las conductas de sus adláteres, porque nunca faltan los extremistas. Si sigue así la cosa, aquí va a haber muertos; dijo un dirigente que observa con preocupación la profundización de la crisis en el oficialismo. Suena exagerado, pero trasunta temor e incertidumbre, aunque la frase parezca destinada a alertar a los compañeros para evitar que la sangre llegue al río.

Tampoco le conviene a Manzur el desmadre, porque si proyectó un futuro político nacional después del 23, todo puede desvanecerse no solo por los efectos de la crisis interna sino también por una mala performance electoral del oficialismo este año. Son muchos los flancos, es un hombre de 52 años, y no se puede jubilar como político a esa edad, que es lo que quisieron hacer los jaldistas, según interpretan los manzuristas. Y a dos años largos de que finalice su mandato. En ese marco puede entenderse la reacción política “natural” del mandatario en contra de sus nuevos adversarios: no podían minarlo con tanto tiempo de anticipación y mandarlo a la banquina, menos cuando tiene otras aspiraciones, no ya la reelección porque la chance reformista fue eliminada con los 27 votos para Cobos.

Eso fue asimilado por el manzurismo, el jueves, vaya por caso, hubo discursos que reconocieron que no hay reelección para nadie. Sacaron de la cancha a Manzur y abrieron la puerta para que bendiga a un sucesor del espacio. Su entorno desea que sea el conductor político del peronismo tucumano más allá del 23, con o sin reelección. ¿Cómo? Alperovich no pudo serlo ni aun siendo senador. ¿Acaso siendo candidato a vicegobernador y eligiendo al candidato a gobernador, al mejor estilo Cristina? Pero no lo ven, por personalidad, siendo el número dos; eso dependerá de lo que pretenda para el postalbertismo. Si quiere llegar fortalecido deberá superar con éxito la prueba de la votación de medio término. Como se dice en el peronismo, las derrotas no se explican, si se pierde algo se debe haber hecho mal. El jueves, Manzur hizo consultas sobre lo que sucedió, y un veterano dirigente le confió; te mandaron un mensaje, que no les prestas atención. El mandatario habría ensayado un estoy abierto. Entonces, decíselos, le replicó su interlocutor. ¿Hablará?

El Partido Justicialista provincial también quedó en medio de la disputa por la conducción, porque si no hay doble comando en la provincia, menos debería haberlo en el PJ, que es encabezado por la dupla Manzur-Jaldo. El tema es que los mandatos partidarios vencen en 2023, por lo que no hay votación posible para dirimir los cargos de la conducción; si el gobernador pretende también quedarse con el PJ a partir de aislar al jaldismo, deberá reunir al consejo provincial, proponer una nueva mesa de conducción y someterla a votación en el congreso provincial de la organización. Fractura total, y sin vuelta atrás. Intervenirlo es una posibilidad que depende de las nuevas autoridades del PJ nacional. ¿Lo pedirá Manzur? ¿Se la darán? Debe activar al partido si lo quiere conducir, mostrar que tiene la llave del PJ y que lidera a un peronismo unido -justo todo lo contrario de lo que se provocó-, por lo que no sería extraño que aparezca por el edificio partidario -se está hablando de un gran acto-, como que también haga retoques en el gabinete. Esto también le pidieron algunos de los leales que estuvieron con él el jueves, como para activar la gestión, porque los comicios no sólo se ganan juntando a los propios sino gestionando, y bien. Y porque las derrotas después no se explican.

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