“Akelarre” relata una caza de brujas donde no había brujas

Hace exactamente una semana, se otorgaron los premios Goya a lo mejor del cine español, con el toque distintivo de que la película que más estatuillas obtuvo fue filmada por un argentino. “Akelarre”, la producción de Pablo Agüero, ganó en cinco rubros técnicos: diseño de vestuario, maquillaje y peluquería, efectos especiales, música y dirección artística.

El filme se podrá ver hoy a las 22 en la pantalla de Cine.ar TV (con estrenos dedicados esta semana a realizaciones vinculadas con España -ver “Ángela Molina...”-) y en la plataforma Cine.ar Play gratis por una semana. También está disponible en Netflix, lo que habla de por sí del peso de su lanzamiento; y en Buenos Aires se la proyecta en el reabierto cine Gaumont.

La historia que eligió contar Agüero excede los límites territoriales y avanza como un relato de la tensión entre la libertad y la prohibición, con la excusa de la caza de brujas en la Inquisición católica en el actual País Vasco.

“Fuimos educados por la inquisición y sus herederos. Y seguimos reproduciendo el discurso que nos enseñaron. Incluso las novelas o películas que se plantean ser más humanistas se basan en una interpretación literal de los escritos de inquisidores, que son puras fantasías sobre brujas cuyo objetivo es diabolizar a las minorías, a quienes piensan diferente y particularmente a las mujeres”, le dijo el director a la agencia Télam.

En “Akelarre”, que cuenta con la actuación de Daniel Fanego, tres enviados de la Santa Inquisición llegan en el siglo XV a un poblado del norte de España aprovechando el momento en que los hombres de los pueblos están en alta mar y deciden enjuiciar a seis jóvenes que participaban de una fiesta en el bosque, sospechadas de llamar al demonio. Para evitar el proceso y su casi segura muerte, ellas comienzan a relatar historias a los puristas juzgadores y así ganan tiempo a la espera del regreso de los pescadores a tierra firme.

Agüero, nacido en Mendoza y radicado en Francia, se centra en Ana y en un juez, encomendado por el Rey en 1609 para purificar la región, conocida por sus rebeldía y desafíos al poder centralizado.

El rodaje, calificado por el realizador como “extremadamente complejo”, comenzó con la búsqueda de las protagonistas de un casting que casi 1.000 candidatas bilingües (el filme se habla en español y euskera) y sin experiencia actoral.

“Las seleccionadas fueron entrenadas en danza y canto durante meses. Se rodó todo el tiempo con dos cámaras, acumulando más de 100 horas de material. Ese método buscaba ante todo lograr una frescura que estuviese en las antípodas de los clichés del cine ‘de época’”, señaló Agüero.

Su impulso de filmar este argumento surgió “por un sentimiento de injusticia”. “Me pareció vital hacer la primera película sobre la caza de brujas donde no haya brujas. Me basé en los diarios de un inquisidor real, pero no para validar los delirios paranoicos que usa para justificar la represión, sino teniendo una mirada crítica sobre lo que leo y deduciendo la realidad que su narración tendenciosa esconde en un tiempo en el que se intentó borrar todas las diferencias culturales. En las Américas, y también en Europa, hicieron desaparecer civilizaciones, idiomas, tradiciones... El euskera es un símbolo de resistencia, prohibido incluso en pleno siglo XX y que sobrevivió contra viento y marea por la voluntad férrea de su pueblo”, describe.

En su aspecto más íntimo, “Akelarre” le permite hablar de la represión en sentido amplio. “Los regímenes autoritarios durante siglos denunciaron y arrestaron a quienes pensaban diferente, hicieron desaparecer sus cuerpos e intentaron borrar el recuerdo mismo de su existencia. De esa manera consiguieron inculcarnos un sistema de valores conservador, misógino, omnipresente, como si no existiese ninguna otra opción. Para liberarnos de ese yugo del pensamiento necesitamos comprender de dónde viene, como se construye”, asevera.

Y agrega: “Los represores están fascinados por aquello que reprimen; si el enemigo no existe, lo fabrican”.