Menos balas y más libros

No hay mejor plan de seguridad que educar. Los índices delictivos se disparan desde hace años de la mano de un sistema político que hace agua en materia social. Que expulsa en vez de acompañar. Que fomenta planes sociales sin contraprestación. Y que sin embargo no termina de pulir un plan educativo que contenga, que genere igualdad y que a su vez prepare para sumar a la cultura del trabajo. Siempre se dijo que las estrategias de seguridad deben ir mutando, justamente porque el delito siempre está un paso adelantado y adopta nuevas formas para burlar la ley. En ese sentido, y luego de un año donde todos los índices educativos cayeron culpa de una pandemia a la que nadie sabía cómo enfrentar, los índices delictivos no tienen techo. Y la sociedad ya no sabe cómo pedir más seguridad. Y desde el Gobierno dicen los planes están, pero vista la ola de atracos cada vez mas violentos, no dan resultado. Y mientras tanto, cada vez hay más marginados.

No hay mejor plan de prevención que centrarse en la presencia en la calle. Está demostrado que los ciudadanos se sienten mucho más seguros cuando ven a los policías circulando. Por eso siempre fue tan importante un plan de acercamiento. Que en cada barrio los vecinos conozcan a los policías que cuidan la zona. Que interactúen con ellos. El Ministerio de Seguridad desempolvó a fines del año pasado el plan de “cuadrillas”. Una estrategia a la que aparentemente se recurre cada vez que deben “mostrar” un plan de seguridad. Policías que recorren zonas asignadas mediante lo que ellos consideran un mapa del delito. En este caso, para variar, el mismo iría de la mano de la compra de motos y de camionetas para los policías. Basta recorrer las páginas de policiales de LA GACETA de los últimos 30 años para advertir que el plan es siempre el mismo, con algunos agregados que van de la mano de la tecnología, como por ejemplo ahora la compra de más cámaras de seguridad. Pero la situación no cambia. O sí, solo que lo que aumentan son los delitos y no la seguridad. Entonces hay algo estructural que está fallando. “Hay una generación de chicos sobre la que hay que trabajar muy fuerte, ya que está casi perdida. Hoy por hoy, debemos poner especial atención en los menores de entre 10 y 12 años, ya que por ellos podemos hacer mucho”. La frase la dijo en 2004 el hoy ya fallecido juez de Menores Raúl Oscar Ruiz. En ese momento ya (y varias años antes) la delincuencia juvenil era el principal problema de la Justicia para el cual, como siempre, lo único que se hace es pedir que se baje la edad de imputabilidad. Igual que ahora. Pero desde la frase del juez pasaron 17 años, y esos que estaban haciendo sus primeras armas (pocas veces más certera la frase) ahora son delincuentes con historia. ¿Qué se hizo por esos chicos? ¿Qué se hace por los de ahora, cuando la desigualdad social es cada vez mayor y su futuro asemeja a una tormenta? Evidentemente poco. La pandemia, además, nos dejó altos índices de deserción escolar justamente entre los que menos oportunidades tienen. Los sectores más vulnerables, aquellos que no cuentan ni con cloacas, pavimento y a veces luz, son los que más sufrieron. Y por supuesto son los que menos conectividad tienen. Pedir que tengan un celular por cada alumno para las clases por Zoom era irrisorio.

Bastante antes de ser ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, doctora en Antropología Social, también hablaba de esa realidad que se antepone al delito en sí. En diciembre de 2018, en una entrevista con LA GACETA, analizó la situación: “la inseguridad está ligada a la desigualdad. Generaciones sin oportunidades de trabajo ni de educación entran al mundo delictivo, para no caer o para moverse en la escala social, acceder a bienes que están a la vista y a los que, sin trabajo o con trabajo precario, no pueden acceder. La inseguridad es un fenómeno muy complejo: cualquier experto podría decir también hay inseguridad en épocas en las que no hay crisis. En la Argentina tuvimos un período extenso de crecimiento y aun así el aumento del delito no disminuyó. Eso pasa en otros países de América latina. Lo que cuenta ahí es que ese crecimiento no está asociado a la disminución de la brecha de desigualdad”. Sin embargo, en un escenario tan complejo, con pandemia incluida, poco se ve que se hace para que esa brecha se achique. Y el escenario no cambió ni en el gobierno de los Kirchner, ni en el de Macri, ni mucho antes. Ni ahora tampoco. Mientras esa brecha continúe agigantándose, mientras la desigualdad sea moneda corriente, la inseguridad seguirá en aumento. Entonces, es lógico pedir mayor presencia policial. Que los tribunales no sean una puerta giratoria, como dijo el legislador Gerónimo Vargas Aignasse, que la Policía haga planes y se cumplan. Que todos contribuyan a bajar los índices delictivos. Pero la única manera de tener un futuro mejor es con mayor educación e inclusión social. Y aunque el peronismo se vanagloria de tener esos conceptos incorporados dentro del libro de las 20 verdades, la única verdad es que el abismo entre quienes están dentro del sistema y de quienes no lo están es cada vez más profundo. Y son muy pocos los que pueden salir de él.

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