Bebiendo agua con arsénico

Si uno bebe agua con arsénico no lo nota en el momento. El daño del mineral puede aparecer mucho tiempo después, años después, y acaso no pase nada. Pero también puede ser que haya daños tremendos en el organismo, como se consignó en los padeceres del vecino del paraje Las Ánimas, Cenobio González, en dos notas de LA GACETA de 2013 y 2016. Aparentemente, tenía Hacre, la enfermedad del hidroarsenicismo crónico regional endémico, que se caracteriza por presentar lesiones en la piel que evolucionan hasta afectar el funcionamiento hepático renal y respiratorio. O quizás cáncer. Acaso Cenobio era un caso singular, pero una parte importante de los aproximadamente 120.000 habitantes del este tucumano corre riesgo de consumo constante de agua con altos niveles de arsénico. Un 31% de esa población, según se dijo en la última nota sobre Las Ánimas. Entre ellos está doña María Arias, de Villa Chicligasta, relativamente cerca de Las Ánimas, entrevistada por LA GACETA hace cuatro días. “La gente se enferma del estómago, de la piel o se les dañan las dentaduras. Es tremendo lo que hace ese contaminante”, dice.

En el este tucumano, sobre todo en la zona sureste, cercana al embalse Frontal -el sector más bajo de la provincia, a donde van los ríos y las correntadas que bajan de los cerros- se padece la falta de agua y el líquido para beber tiene varias complicaciones provocadas por el exceso de minerales. Por un lado es atractiva por ser zona de aguas termales que, de todos modos, no se aprovechan turísticamente como en Río Hondo. Por otro lado, tiene las complicaciones del arsenicismo y, según dicen, también del flúor, que en altas cantidades les ennegrece los dientes a los niños y les deja la boca oscura para siempre. A menos que se los proteja dándoles a beber agua comprada en bidones, lo cual hacen algunos pobladores de Chicligasta, según cuenta doña María.

Sin registros oficiales

Chicligasta es un enigma sobre el arsénico. Según los testimonios de los vecinos y del delegado comunal, Mario Castro, el drama del agua contaminada es de siempre. “Es algo que aún no se logró superar pese a que tenemos un pozo de más de 280 metros de profundidad”, explica Castro. Problema, porque según dice el ex legislador José Alberto Cúneo Vergés, que estudió el asunto, la presencia del arsénico se da hasta los 70 metros de profundidad; más abajo el agua debería ser más pura. Excepto en Chicligasta, de acuerdo al comisionado Castro. Otro problema es que los que se ocupan del sistema de agua del interior no reconocen lo que se denuncia en esa villa. “De acuerdo a registros anteriores el agua de Villa Chicligasta no tendría arsénico. Pero vamos a efectuar nuevos estudios a fin de certificar el actual estado. Nuestra entidad, en principio, no tiene en el sudeste tucumano ningún pozo con agua contaminada”, explica un vocero de Adrián Oscar Ruiz, del Servicio Provincial de Agua Potable y Saneamiento (SePAPyS). Eso sí que es complicado: para los vecinos hay un problema que es inexistente para los funcionarios. No para los científicos, ya que hay investigadores del Conicet que hicieron un estudio sobre 47 pozos de agua y sobre 11 cursos superficiales de la zona sureste y hallaron arsénico en elevadas cantidades.

Pozos. Los superficiales, de casas de familia, probablemente están llenos de arsénico, porque son excavaciones de menos de 70 metros. Cuenta la investigadora del Proimi Marcela Ferrero, que estudió el arsénico en el agua en Los Pereyra, que en 2009 relevaron pozos familiares y que tres años después la comuna había pedido que cierren los pozos y los había reemplazado por una red de cañerías de agua dependiente de una cisterna en la comuna. No sabemos si el agua de la red tenía arsénico como la de los pozos, ni de qué tipo de excavación provenía el líquido de la cañería.

Los 84 pozos y conflictos de propiedad

Lo que se sabe es que hace 11 años se anunció un enorme programa para resolver el problema del agua con arsénico en el este tucumano. Un proyecto para construir 84 pozos, con la Corporación Andina de Fomento, entidad de Colombia, que iba a aportar 20 millones de dólares para esa tarea, según cuenta Cúneo Vergés. El programa incluyó un estudio de la zona, a cargo de la Universidad Nacional de Tucumán, y la entidad que se ocupó del asunto fue la Unidad Ejecutora Provincial. De acuerdo a Cúneo Vergés, el dinero ingresaba de la Nación a medida que iban haciéndose las obras. “Se hicieron trabajos por unos 14 millones de dólares”, explicó.

No se completó todo el paquete. Cúneo Vergés estuvo hasta 2011 vinculado al proyecto y hasta entonces se habían hecho unos 20 pozos. Luego, estima, se hicieron en total unos 64, de acuerdo a un informe del coordinador de la UEP, Claudio Cattáneo. Dice que un gran problema para concretar el programa fueron los problemas de propiedad de muchos de los sitios donde se iban a excavar los pozos, porque pertenecían a sucesiones cuya titularidad era difusa. Lo mismo dijo el ex titular de la UEP, Sisto Terán, que aclaró que ese organismo sólo recibió dinero de la fundación para la consultoría que estuvo a cargo de la UNT.

No sólo se hicieron pozos con este programa, del cual faltarían unos 16, sino también en el marco del plan “Más Cerca” de tiempos de la presidencia de Cristina Fernández, programa que, en algunos casos, fue denunciado por presuntas irregularidades, por la senadora Silvia Elías de Pérez.

Como sea, hubo muchos más pozos en la zona este. Cuenta el ex delegado comunal de La Madrid, Dardo Herrera, que se hicieron excavaciones en Las Ánimas (está a 6 km al sur de La Madrid), Barrancas, la Esperanza y Árboles Grandes, con diferentes planes. Había otro en Los Cercos con el programa de la Corporación Andina, que no se llegó a construir. “En Las Ánimas se hizo con el plan Más Cerca. Pusimos una planta de tratamiento de arsénico. Hoy hay un pozo, una planta, 6.500 m de red de agua. Cuando nos fuimos de la comuna robaron una bomba de la planta. Costaba entonces 40.000 pesos. La gente ahora sigue consumiendo agua del viejo pozo”, cuenta. Herrera se fue hace un año de la comuna. El comisionado actual, Héctor Soria, le dijo hace cuatro días a LA GACETA que la bomba fue robada (otra vez) “hace unas semanas”. Los vecinos de Cenobio González siguen consumiendo agua con arsénico en Las Ánimas.

Además del plan de los 84 pozos hubo todo tipo de anuncios en los últimos 11 años sobre el drama del arsénico en la zona este. El gobernador Juan Manzur dijo en 2016 que se invertiría 620.000 pesos para investigar el tema. También se dijo que entre el Ministerio de Salud y la Universidad Tecnológica Nacional se encararía un programa al respecto. “Se implementarán dispensers domiciliarios que poseen una batidora que aglutina y sedimenta el arsénico del agua”, dijo entonces Mario Madariaga, secretario de Vinculación Institucional de la UTN. A doña Rosa Arias ni a ninguno de los vecinos de Chicligasta les llegaron los dispensers, acaso porque esa villa no figura en los registros oficiales como lugar de problemas con el arsénico. Alguien podría decirles que desde hace 11 años se está en el espinoso camino de la solución del problema del arsénico.

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