El bueno, el malo y el feo

El bueno, el malo y el feo

El bueno, el malo y el feo

El bueno, el malo y el feo. En italiano, “Il buono, il brutto, il cattivo”. En alemán, “Der gute, der böse, und der Hässliche”. Valen las traducciones porque es el título de una famosísima película, quizás en el “top hundred” (los mejores cien) de los clásicos del cine de toda la historia, que aunque muchos piensen que es un producto de Hollywood, en realidad se trata de una coproducción entre Italia, España y Alemania, dirigida por el italiano Sergio Leone y estrenada en 1966.

Medio siglo después es casi imposible saber si es el huevo o la gallina. “The good, the bad and the ugly” fue protagonizada por tres actores estadounidenses, Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Eli Wallach- de allí quizás la confusión de que sea un filme norteamericano-, pero no sabemos si se convirtió en un clásico por la película en sí misma, excelente y con altísimos puntajes de la crítica; por su título tan convocante y pegadizo, utilizado mil veces en la crónica y en la narrativa de los últimos 50 años; o por su “banda sonora”, como se decía antes, pieza magistral compuesta por el genio de genios Enio Morricone.

“Tarararán, tan, tan, tan… tarararán, tan tan taaaan….” (disculpas, por eso la escritura nunca podrá suplir a la música).

Pocos saben, también, que esta película es el último capítulo de una trilogía denominada “Trilogía del dólar”, que anteceden “Por un puñado de dólares” (Per un pugno di dollari, 1964) y “Por unos pocos dólares más/La muerte tenía un precio” (Per qualche dollaro in più, 1965).

El bueno

En nuestra película son tres los buenos, no uno. Porque en este mundo pandémico el optimismo ya no es una actitud ni una postura ante la vida, es más que nada una resistencia.

El primero, el municipio de Yerba Buena. No vamos a personalizar la ponderación, porque nada más decadente que esos carteles de obra, tan argentinos, tan tucumanos, que se firman con “Intendencia de…”, “Gobernación de…”, “Presidencia de…”, como si la obra pública fuera gracias al patrón de estancia de turno.

Feudalismo de caudillos financiado con fondos públicos que no hemos podido superar.

Yerba Buena avanza en uno de los proyectos, quizás, más importantes de las últimas décadas, en materia de urbanismo. La construcción de un centro cívico, en la zona denominada “La Olla”, cuyo corazón será un estadio multiuso, de características europeas, semi sumergido, con cocheras subterráneas, rodeado de parques y arbolados, secundado por las sedes administrativas de la intendencia y el Concejo Deliberante, además de otras instalaciones que serán licitadas al sector privado. Una obra pública ambiciosa, enorme, que se financiará con la inversión particular, coordinada desde el Estado.

La segunda. El municipio de Tafí Viejo, que ya viene dando cátedra en políticas de medio ambiente y sustentables, con su planta de reciclaje modelo como punta de lanza, ahora inaugurará una línea de colectivos propia, que viene a ocupar espacios abandonados por el transporte público provincial.

Ómnibus ya adquiridos por el municipio, seis, que funcionarán con biodiesel fabricado a partir de aceite reciclado, canjeado por los vecinos, que la comuna transforma en combustible.

Aceite contaminante que se deja de arrojar al planeta y se reutiliza para mover una flota de transporte ecológica y económica para la gente. Además, con una moneda virtual propia del municipio, ajena a las especulaciones del mercado. Aplausos.

La tercera no es nuestra, pero está tan cerca que vale la pena subrayar. No es Dinamarca ni Holanda, es La Rioja. Provincia que está a punto de implementar un sistema de bicicletas públicas de alquiler para, de a poco, ir sustituyendo a las ruidosas, contaminantes y mortales motos, en una red de ciclovías, inicialmente de 35 kilómetros, que cubrirán el macro y microcentro riojano.

De nuevo, no es Europa, es La Rioja, un distrito con 50 veces menos recursos que Tucumán.

El malo

Con su eterna sonrisa, como si administrara California, el gobernador Juan Manzur tiene en sus manos un carbón encendido: la renuncia del juez Conclusional Juan Francisco Pisa, el magistrado que está en la picota por haber liberado al asesino de Paola Tacacho, y abandonado a la víctima, además de su cuestionada actuación en la escandalosa causa Pedicone-Leiva.

Renuncia que de ser aceptada por Manzur, le permitiría al magistrado eludir un posible juicio político y poder jubilarse con el 82% móvil, privilegio exclusivo del coronado Poder Judicial, con lo que embolsaría, se estima, más de 300.000 pesos mensuales.

Manzur ya ha demostrado reiteradas veces y sin ponerse colorado que tiene el cuero duro para los escándalos, blindado por un sistema republicano indivisible, a prueba de balas.

Sin embargo, en este caso, el clamor popular para que el gobernador no acepte ese pedido de renuncia ya rompió las fronteras provinciales y varios colectivos sociales influyentes están ejerciendo una presión concreta y efectiva, que de ignorarse amenaza con salpicar al propio presidente Alberto Fernández.

Una salida -escape- con que se especula en Casa de Gobierno, es arrojar esa brasa candente al Poder Legislativo y, de paso, cederle la presión a su adversario en las sombras y enemigo íntimo, Oslado Jaldo.

Rechazarle la renuncia a Pisa y abrir la puerta del juicio político sería un jaque mate Pastor: Manzur se desentiende del bochorno, sosiega los reclamos y lo salva a Pisa, porque nadie supone que esta Legislatura vaya a condenar a un magistrado amigo.

La diferencia es que la responsabilidad y la vergüenza ya no sería de una sola persona -Manzur- sino de todo un cuerpo colegiado.

El feo

A contramano del mundo, no del primer mundo tan lejano, sino de la comarca que nos rodea, como Yerba Buena, Tafí Viejo, La Rioja o Salta, la capital tucumana sigue acumulando aplazos en la asignatura urbanismo. Concepto que fuera del ámbito académico se traduce como calidad de vida, como sostenía el prestigioso arquitecto y urbanista tucumano, recientemente fallecido, Rafael Caminos.

Una ciudad que crece como se le antoja, y donde manda “antoja” el rey es el caos, con culpas compartidas en algunos asuntos con el gobierno provincial -ausente sin aviso- como la inseguridad, las cloacas desbordadas, la contaminación sonora y atmosférica, el apelmazamiento de las oficinas públicas en el microcentro y el transporte público desastroso.

Se anunció un proyecto de semipeatonalización para el microcentro que quedó trunco en apenas diez cuadras. Además inconclusas.

El tucumano sigue queriendo entrar con el auto al centro (una tonelada a combustión y ruido que transporta a una sola persona en el 90% de los casos) para estacionar al frente a su trabajo o a un comercio y el municipio lo permite.

La prohibición de estacionar dentro de las cuatro avenidas es una farsa, incluso en las paradas de colectivos, rampas y esquinas, en dobles y triple filas. Calles angostas, con circulación de ómnibus y doble filas de autos se conjugan para la anarquía diaria que soportamos.

Cualquier esquina es una parada de taxis, frente a la vista de los inspectores ineficientes (¿o cómplices?), mientras circulan 5.000 taxis ilegales con “autorización” municipal.

Una ciudad que se promociona como histórica es un enjambre endemoniado de motos que andan por la vereda, cruzan en rojo, ensordecen a medio mundo y expulsa al peatón (¿turista?), al ciclista y hasta se da el lujo (récord mundial) de secuestrar a los monopatines, vehículo que promocionan las ciudades más desarrolladas del mundo.

La intendencia hizo un muy buen trabajo en reiluminar la ciudad con luces led porque así pueden verse los baches, los cráteres y los charcos de agua podrida. Y también, ya que está, al motochorro antes del ataque.

Se inició la remodelación de la principal plaza de la provincia sin contar con los fondos necesarios asegurados. Esta irresponsabilidad hizo que los tucumanos tengamos hace un año bloqueada la plaza Independencia y por el ritmo de las obras, seguramente seguirá así un año más, como mínimo.

No se remodeló El Bajo -zona usurpada por la precariedad-, ni se recuperaron los márgenes del río Salí, ni se rescató el decadente y neurálgico Mercado del Norte, obras prometidas hace años.

Por eso es el feo. La capital es cada vez más fea.

El clásico “El bueno, el malo y el feo” termina con un duelo electrizante entre los tres, filmado en el cementerio de Sad Hill, en la provincia de Burgos, España, que simula la aridez del oeste americano.

Como era de esperarse gana el bueno (Clint Eastwood), algo que como ya sabemos sólo ocurre en las películas.

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