“El dolor es lo que el paciente dice que le duele”

“El dolor es lo que el paciente dice que le duele”

La OMS reconoció el padecimiento crónico como enfermedad en sí misma. Especialistas tucumanos explican cómo se puede tratar y mejorar así la calidad de vida.

DOLOR CRÓNICO. El 25% de la población mundial sufre esta enfermedad, que no suele tratarse como tal.  DOLOR CRÓNICO. El 25% de la población mundial sufre esta enfermedad, que no suele tratarse como tal.

Todos hemos sentido dolor alguna vez: una caída, algún malestar o una enfermedad pueden causarlo. Según estadísticas, el 50% de las personas que acuden a recibir atención primaria lo hacen porque algo les duele. Pero sentirlo es una cosa; definirlo, otra. Y medirlo, casi un imposible. Lo bueno: se puede tratar, y hay especialistas para ello en Tucumán.

“La Asociación Internacional de Estudio del Dolor (IASP) lo define como una experiencia sensorial o emocional desagradable, asociada a daño tisular real o potencial”, explica Maximiliano Müller, jefe de la Unidad del Dolor del hospital Padilla y coordinador del Programa de Dolor y Cuidados Paliativos del Siprosa. “No podríamos vivir sin dolor: nos permite medir los riesgos que implican daños potenciales para nuestra integridad física. Cumple una función clave de protección y preservación de la especie -agrega-. Ese es el dolor agudo: comunica el daño y se va cuando el daño se repara”.

Cuando no cede

Pero las cosas cambian si el dolor se vuelve crónico y eso le ocurre a mucha gente. Según la OMS, un 25 % de la población mundial sufre dolor crónico de moderado a grave, y una de cada tres de esas personas no puede mantener una vida independiente (entre mayores de 65 puede subir al 50 %, y entre mayores de 80 puede alcanzar al 85 % de la población). Se calcula, por ejemplo, que entre la mitad y las dos terceras partes de quienes sufren dolor no pueden hacer ejercicio ni dormir normalmente; no siempre son capaces de desempeñar tareas caseras, conducir un auto, caminar, tener relaciones sexuales, ni participar en actividades sociales.

En ese marco, en junio de este año la OMS dio un gran paso: reclasificó el dolor primario crónico como enfermedad. “Durante años, el dolor crónico ha sido mal entendido y mal tratado. La OMS, que reconoce el dolor primario crónico, debería ahora revertir esta tendencia y mejorar la vida de los pacientes de todo el mundo”, resaltó entonces Liisa Jutila, vicepresidenta de Pain Alliance Europe (Alianza Europea del dolor), organización sin fines de lucro que reúne 44 asociaciones nacionales y regionales de pacientes con dolor crónico en la Unión Europea.

Derecho a no sufrir

Tener información es un modo importante de comenzar a revertir la tendencia a la que se refiere Jutila: por eso, y para generar conciencia, se conmemora hoy el Día Mundial contra el Dolor.

“Sí, absolutamente. El dolor crónico es una enfermedad en sí mismo: es destructivo, nos agobia, nos debilita, nos quita las esperanza y aumenta claramente el sufrimiento”, destaca Müller.

“Y no disponemos de medios para medirlo, salvo la información subjetiva del paciente”, advierte por su parte Andrea Arcos, especialista en neurocirugía funcional (“la que trata epilepsia, trastornos del movimiento como Parkinson y dolor”, explica). “Los exámenes complementarios no sirven para diagnosticarlo. Las pruebas de imagen pueden descartar algunas patologías, y lesiones que vemos en resonancia magnética pueden no ‘justificar’ el dolor. Pero el paciente lo sufre”, agrega.

“El dolor siempre es subjetivo -completa Müller, que es además el referente en Tucumán de Dolor y Cuidados Paliativos del Instituto Nacional del Cáncer-. Cada individuo aprende ‘lo que significa’ la palabra por las experiencias de lesiones en la niñez. Y durante su desarrollo cada uno va formando su concepto propio sobre el dolor, según su entorno sociofamiliar, cultural, religioso, económico...”.

Agrega que, si bien el dolor puede estar asociado a un daño real “demostrable”, muchas veces no se encuentra un origen orgánico. “Pero eso no quiere decir que el paciente esté inventando; los médicos debemos comprender que no siempre lo que duele se puede ver y que el paciente manifiesta su sufrimiento como puede. Dicho en forma sencilla: el ‘dolor es lo que el paciente dice que le duele’”.

“Esa dificultad se agrava con el dolor crónico, ya que genera una desarticulación y una fragmentación de la persona; la afección empieza a invadir la esfera psíquica generando en muchos casos depresión, ansiedad e insomnio. Por ello debemos ‘prevenir’ el dolor crónico tratando adecuadamente el agudo”, añade.

No es una condena

“Hay que desmitificar eso de que hay que vivir con dolor crónico: no tiene por que ser una condena. “Hay tratamientos y especialistas en Tucumán; disponemos de muchas herramientas para tratarlo y mejorar la calidad de vida... Se puede disminuir el dolor y mejorar la funcionalidad del paciente en entre el 70 y el 80 %”, resalta Müller y agrega: “el dolor debería poder ser abordado por todos los profesionales de la salud; todos deberíamos saber tratarlo. Actualmente en Tucumán existen profesionales formados que trabajan en medicina del dolor, tanto en el ámbito público como en el privado”.

Para poder tratarlo adecuadamente -señala-, además de escuchar profundamente al paciente (paso absolutamente indispensable, asegura), se deben evaluar sus conductas dolorosas y la repercusión de estas en sus actividades de la vida diaria.

“Utilizamos para ello escalas y scores que nos permitan comprender mejor el qué y el por qué. La clave -resalta- es hacer una correcta evaluación multimodal del dolor y armar un tratamiento a medida; porque, aunque suene a cliché, es absolutamente cierto: cada persona es un mundo”.

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